Por Diego Añaños
Por Diego Añaños
La semana pasada hablábamos de los dos planes que venía implementando el Gobierno en los últimos tiempo: el plan Rascar la olla, orientado a captar cada dólar que pueda dentro del sistema económico local, y el plan Aguantar, cuyo objetivo es trabajar sobre las variables de corto y mediano plazo para garantizar una llegada aceptablemente digna al cambio de mando en diciembre. Bueno, tal vez deberíamos decir solamente “hasta diciembre”, porque la realidad política argentina ha dejado de ser líquida para transformarse en gaseosa, y los niveles de volatilidad están por la nubes. En ese contexto hasta lo imposible continúa en el radar si algunos planetas se alinean: concretamente, quiero decir que Alberto Fernández todavía sigue siendo candidato a su segundo mandato, como diría Ripley, aunque usted no lo crea.
La gira por los EE.UU., que el Presidente compartió por tramos con el ministro de Economía, podría entenderse como la etapa superior del plan Pasar la gorra. Alberto Fernández ha hecho todos los deberes. Llegó a Nueva York, trotó por el Central Park, le puso el pecho al pelotón de fusilamiento que le preparó Susan Segal en el Consejo de las Américas y luego condenó la invasión rusa a Ucrania. Impecable, al menos para la rutina de un presidente sudamericano que pretendía llegar a la charla con su par del Norte regalando algunos gestos de cortesía diplomática.
El Presidente se trajo todo el apoyo por parte de Biden luego del varias veces postergado encuentro. Agradeció el acompañamiento del primer mandatario norteamericano en las negociaciones ante los organismos internacionales (que continúan, claro) y su respaldo durante la pandemia. A su vez, Fernández le propuso a su par trabajar juntos para lograr el fin de la guerra de Ucrania. Siguiendo el consejo de Patricia Sosa, Alberto tomó la posta y aceptó la tácita propuesta de Biden: “Esta tarde no me digas nada, solo endúlzame los oídos”. Y así fue, como los líderes destacaron la importancia de aprovechar la celebración de los 200 años de relación bilateral entre ambos países (que se cumplieron el 27 de enero pasado), para fortalecer y profundizar los lazos que los unen. “Nada está fuera de nuestro alcance si trabajamos juntos”, sostuvo Biden luego de la cumbre. Les soy absolutamente sincero, no sé se tranquilizarme o asustarme por sus palabras, que suenan a sentencia.
Sergio Massa, por su parte, y en paralelo con las gestiones del presidente, también jugó sus fichas del Pasar la gorra. El día miércoles, se reunió con parte del staff del FMI, encabezado por la número dos del organismo, la india Gita Gopinath. Más allá de los comunicados de rutina, en los que se destaca en trabajo en conjunto y las preocupaciones comunes (reservas, tipo de cambio, sequía, inflación, etc), la sensación que transmiten desde el equipo económico que las cuestiones más importantes estaban cerradas para la reunión del viernes del directorio del organismo, a saber: la liberación de los U$S5.300 millones correspondientes a la revisión del último trimestre de 2022, la flexibilización de la meta de acumulación de reservas (que aparentemente sería de U$S3.000 millones menos para el primer semestre y de U$S2.000 millones para el acumulado anual) y el guiño positivo del funcionariado a la apertura del proceso de canje de deuda anunciado recientemente. La reacción de los mercados luego de la reunión fue casi inmediata: los bonos en dólares registraron una suba de 6% y el riesgo país cayó 130 puntos básicos.
Posteriormente Massa aprovechó su paso por EE.UU. para reunirse con el titular del BID, y hasta hace muy poco encargado del caso argentino en el FMI, el brasileño Ilan Goldfjan. Más allá de los créditos ya concedidos, en esta oportunidad el ministro de Economía se trajo divisas frescas para el financiamiento de tres programas por un total de U$S235 millones. Si bien el monto no impresiona, es de gran importancia dentro del esquema financiero desarrollado por Massa mantener la ventanilla del BID activa. Basta mencionar que durante 2022 los desembolsos del organismo para la Argentina estuvieron por encima de los U$S2.400 millones.
Una última para cerrar. El día miércoles, el secretario de Agricultura, Juan José Bahillo, salió a los medios a negar enfáticamente que esté en carpeta un Dólar Soja III. Para ser absolutamente honestos, en el mismo sentido se expresó Gustavo Idígoras, uno de los hombres fuertes del sector exportador, ya que preside la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina y el Centro Exportador de Cereales. En realidad es una verdad a medias. Bahillo no habló con Idígoras, eso es cierto. El que lo hizo personalmente fue Sergio Massa. Lo que le propuso no fue un Dólar Soja III, sino establecer un nuevo esquema de retenciones 0 para la cosecha nueva de trigo y un dólar diferencial para la cebada, el maíz y el sorgo. En éste último caso, integrando un fideicomiso con parte de lo recaudado para subsidiar el mercado interno. Horas más tarde de la negativa, el gobierno reconoció públicamente que se está trabajando con el sector en la implementación de una suerte de Dólar Agro que incluiría también productos de las economías regionales. Se espera para este lunes que lleguen los anuncios oficiales, que incluirían además, algunas medidas nuevas en el mercado cambiario.