Ciudad

«Quien nace bombero, muere bombero»: dos historias unidas por la solidaridad


CLG dialogó con Ricardo Kohan y Hugo Capacio, quienes integran la asociación civil Ex Bomberos de Rosario y sienten la vocación de servicio como un estilo de vida

CLG dialogó con Ricardo Kohan y Hugo Capacio, quienes integran la asociación civil Ex Bomberos de Rosario y sienten la vocación de servicio como un estilo de vida

Por Sofía Dalonse

En una sociedad en la que prima el egoísmo y la indiferencia, conmueve escuchar  el relato de Ricardo y Hugo, quienes ya no se dedican a ser bomberos pero tienen la necesidad de estar atentos a las necesidades del otro. Algo que parece un juego de palabras, es el camino que ellos eligen transitar y que les da satisfacción.

La elección de ser bombero no es nada fácil. Una profesión de riesgo, en la que literalmente hay que poner  el cuerpo. “Lo mío fue un poco por casualidad”, describe Ricardo. “Después de un incendio muy grande que hubo acá en Rosario con una explosión del silo de la empresa Genaro García en 1984, las autoridades del cuartel fueron a hacer una nota televisiva donde decían que necesitaban integrantes para el cuerpo de bomberos. Con un amigo fuimos y nos quedamos, éramos dos pibes de 18 años”. Por su parte, Hugo cuenta cómo fueron sus inicios: “Yo fui bombero en San Francisco, en la provincia de Córdoba. Trabajaba como supervisor de montaje en una empresa donde dos de mis compañeros eran bomberos y siempre me insistían para que me sumara al cuartel, y decidí anotarme. De ahí en más continúe con esta vocación hasta hace dos años”.

En esa época, la actividad era más riesgosa porque no contaban con la vestimenta y la tecnología con la que se cuenta hoy: “La tarea del bombero de aquella época si la llevamos a la actualidad era media kamicase, porque  los elementos que se usaban eran escasos, no había equipos de protección respiratoria. En un primer momento eran de oxígeno en vez de aire; el cuerpo respira aire, el oxígeno es un componente explosivo y adictivo, muy pocos cuarteles lo tenían; se usaban lanzas de chorro pleno donde el gasto de agua era terrorífico”, comenta Hugo. Mientras, Ricardo lo mira atentamente y asiente con la cabeza, y luego agrega: “Ante cualquier eventualidad que tuviera el bombero no había forma de cerrarla; la vestimenta era de plástico, con circulación de aire caliente… se te prende y quedaste ahí». Hace un silencio y aclara: “Hoy tienen mascaras con cámaras de  infrarrojo que detectan el calor corporal si hay alguien caído. Yo entraba con ropa ombú, borceguíes y un casco. Entrabamos a puro coraje; nunca tuve botas; salía con los pies rojos, ampollados”.

Las sensaciones en el instante en el cual el bombero debe accionar son indescriptibles. No obstante, Hugo intenta traducirlas: “Desde el momento que toca la alarma tu cuerpo mismo empieza a vivir bajo un estrés permanente: la adrenalina, la llegada al cuartel, el arribo al siniestro; son todos momentos y circunstancias que te hacen vivir al límite”.

Ambos reconocen haber atravesado situaciones de este tipo, en las que, en palabras de Ricardo, “no sabés si la contás”. “Por más que tomes recaudos y seas cuidadoso con tu vida y la del tercero, la incertidumbre es permanente. Si ocurre un incendio de noche hay lugares que no los podés explorar… te metés, no te das cuenta y te quedás trabajando en un entre piso; y cuando empieza a amanecer te das cuenta que estuviste toda la noche con cuatro tubos de acetileno y oxígeno abajo. A mí me pasó”, añadió.

En este sentido, Hugo destaca entre sus vivencias la explosión de Río Tercero y detalla: “Íbamos caminando y sentías que las explosiones te pasaban por al lado”.

En la actualidad, se dedican a trabajar en una asociación civil que nuclea a todos los ex bomberos: Voluntarios, Zapadores y de Prefectura. La misma cuenta con tres áreas principales de trabajo: el área social, de género y el museo. “Nuestra forma de actuar es la siguiente: cuando sale a la luz alguna noticia, lo primero que hacemos es comunicarnos, indagar la magnitud del siniestro o acontecimiento, y en base a la información nos movilizamos, recolectamos donaciones; hacemos todo lo que esté a nuestro alcance. Tratamos de interactuar con los organismos del Estado para que puedan acompañar”, comenta Ricardo haciendo hincapié en resaltar la necesidad que ellos sienten de “tener que dar una mano” ante distinto tipo de situaciones. “En estos días estuvimos ayudando a la familia Coria, en donde una mujer falleció en un caso de femicidio, prendida fuego por su ex pareja. Nos importa hacernos presente, no necesitamos subirnos arriba de un autobomba; necesitamos estar para ayudar”.

La idea que tienen y transmiten es clara: “Quien nace bombero, muere bombero, no cualquiera puede ser bombero, es algo que tenés en tu propio ADN, antes de nacer; el resto son circunstancias de la vida. Quien llevó el uniforme, lleva ese espíritu adentro”.

Si bien se han retirado de la labor, Ricardo y Hugo mantienen a flor de piel ese sentimiento que los motivó a iniciarse. Esa llama es la única que no pretenden apagar. Ese fuego de brindarse a la sociedad continúa intacto como el primer día.