Por: Francisco "Paco" Durañona
Los resultados de las últimas elecciones, y no sólo las de este año, señalan la disyuntiva en la que nos encontramos como frente político nacional: consolidarnos como un partido del conurbano bonaerense o recuperar la construcción federal.
Este escenario no es nuevo, pero lejos de revertirlo, nuestra fuerza viene apalancándose en él para garantizar triunfos electorales desvinculados de un proyecto integral de país.
Es una disputa por la actualización de nuestra doctrina frente a una realidad inaceptable y escandalosa que desnuda una profunda desigualdad de la que nacen los grandes problemas estructurales que tenemos en la Argentina.
En el país y en la provincia de Buenos Aires desde hace varias décadas, quizás un siglo, se observa un proceso de migración permanente desde el interior hacia los conurbanos, generando esquemas de superpoblación en grandes, pero pocas ciudades.
Estos desplazamientos, desarraigados, se fueron dando en la urgencia de poder acceder a derechos esenciales como trabajo, salud, educación, justicia, conectividad. Básicamente, el peregrinaje hacia una vida mejor.
Se trata de derechos básicos que en la gran mayoría de territorios del interior olvidado, resultan bienes escasos, imposibles de ser garantizados por los gobiernos locales y hasta provinciales en el orden institucional y presupuestario actual.
Frente a la imposibilidad de poder hacerse de las condiciones mínimas para el desarrollo de las personas en los lugares donde viven, más allá de estos grandes, pero escasos conurbanos, se requiere desplazamientos de varios kilómetros, lidiar con enredadas burocracias, esperar y esperar.
Con la expectativa de acceder a estos derechos, nuestros vecinos y vecinas migran hacia centros urbanos donde, paradójicamente, el amontonamiento también les imposibilita el buen vivir y termina agudizando lo que comenzó como una desigualdad para consolidarse en pobreza, indigencia y marginalidad.
Así, terminan por concentrarse personas, empleo y producción, pero también desamparo y problemas sin un tejido social, de lazos y arraigo, capaz de contener a estas comunidades.
Quebrar esta tendencia es una urgencia del ahora, un desafío para el siglo XXI y una deuda con nuestro pueblo. Nuestra es la responsabilidad de edificar una provincia y un país que garantice el acceso a los derechos en igualdad de condiciones para cualquier habitante de nuestro suelo, independientemente de su ubicación geográfica.
Todos deben tener acceso a educación pública de calidad desde el jardín maternal hasta la universidad, acceso a derechos básicos como agua y cloacas, asfalto, espacios verdes, siempre teniendo en cuenta el cuidado del ambiente y el desarrollo sostenible.
La ciudadanía en su conjunto debe tener acceso a una vida digna, a una vida sana, a una vida conectada, con caminos rurales, con puentes, con la infraestructura necesaria para el desarrollo de una comunidad.
Debemos salir del modelo cuasi colonial y entrar al siglo XXI de lleno. Modernizar el interior, que no implica más que mejorar sustancialmente las condiciones de vida de las mujeres y hombres, niños y niñas, trabajadores y trabajadoras de cada pueblo, con la ayuda de los municipios, la provincia y la nación.
Volver a nuestras raíces federales, a nuestra historia como país, para que reine la justicia social en cada punto de nuestro suelo.
Se trata de transformar y no de perdurar. Se trata de recuperar un proyecto integral que, al tiempo que engrandezca a la patria, permita dejar atrás la lógica que viene imperando en nuestro espacio político y que lo encierra, cada vez más, en la tercera sección electoral bonaerense.
En el mismo sentido, debemos recuperar la agenda del interior que se ha desdibujado por completo de nuestra propuesta y de nuestra política. Esta postergación se reflejó en que el pueblo no nos acompañó con su voto.
Aun en los años de éxitos electorales, principalmente luego de 2011, la pérdida de acompañamiento ciudadano a nuestra fuerza política en los territorios del interior se fue repitiendo, consolidando y aumentando.
Ante esto, como peronistas, debemos plantearnos la obligatoriedad de tomar decisiones de extrema urgencia, realizando un giro sustancial respecto a nuestra agenda, inversiones, narrativa, metas, selección de candidatos y metodología de construcción política.
Es hora de entrar al siglo XXI y abrir el debate sobre la importancia de la agenda política y la narrativa respecto de los intereses de las comunidades de cada uno de los 2.300 municipios del país.
Éste es un momento bisagra para pensar, discutir y definir si queremos ser un movimiento que sea protagonista en la Argentina de estos tiempos, ingresando al siglo XXI de manera verdaderamente federal, generando desarrollo local y protagonismo a los gobiernos locales que mantienen la máxima cercanía con cada una de nuestras poblaciones.
Ésta es la agenda que proponemos y ejecutamos desde Movimiento Arraigo y en el Senado bonaerense, con proyectos que buscan justamente viabilizar esta carencia de nuestra fuerza y gobiernos respecto de las comunidades del interior.
Ejemplos de ello es el proyecto sobre Arraigo Bonaerense, que busca destinar tierra fiscal para la adquisición de espacios rurales para la producción local de alimentos con fomento de la agroecología, a través de créditos hipotecarios para pequeños y medianos productores, cooperativas, etcétera; el programa de salud en pequeñas localidades, para que las comunidades de menos de 5.000 habitantes puedan atenderse allí con la mayor presencia de profesionales y prestaciones de salud; el fomento a la agroecología; Buenos Aires conectada, para extender la fibra óptica a cada distrito; brindarle más y mejores herramientas a los Juzgados de Paz y transformarlos en instituciones cercanas y multicompetentes; entre tantos otros.
La modernización mencionada anteriormente también debe pasar en nuestro espacio político enriqueciendo nuestra metodología de definición de candidatos, aprovechando las herramientas democráticas que nosotros mismos creamos, tal como son las PASO.
Debemos poner arriba de la mesa el 2023 y pensar en una apertura total en la definición de nuestros candidatos y candidatas, como así también de las propuestas y proyectos. No hace tanto, para armar el Frente de Todos, fuimos capaces de reunir a una pluralidad de actores.
Ahora es momento para ampliar nuestro espacio de manera federal, escuchando a quienes conocen y trabajan en y para las comunidades, que modernizan las regiones y no ven al interior como un vasto campo sino como argentinos y argentinas que esperan que el desarrollo productivo y la integración nacional también esté en sus casas.
Sólo así seremos verdaderamente representativos y, por tanto, competitivos en esta enorme y potente Nación.
(*) – Francisco «Paco» Durañona es senador bonaerense del Frente de Todos, ex intendente de San Antonio de Areco.