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Esfuerzo colectivo

San Martín, el club que fue refundado por un grupo de jóvenes


Por Diego Carballido

La historia del Club San Martín es un reflejo de cómo impactan las decisiones políticas a nivel nacional en las instituciones barriales. Su nacimiento se remonta a los comienzos de los años ’50, época en la que florecieron muchas organizaciones de base con un espíritu recreativo y colectivo. Vivió su momento de apogeo durante la década de los sesenta y luego comenzó su lento deterioro. El final de la dictadura militar y la implementación de las políticas neoliberales durante los ’90 fueron golpes certeros que atentaron contra la vida social de este club de la zona norte de la ciudad, en el límite entre el barrio La Florida y La Cerámica.

«Nuestra tarea comenzó en el año 2012, cuando un grupo de jóvenes nos acercamos con la idea de activar alguna movida desde lo cultural. Queríamos hacer talleres en algún espacio del barrio, porque siempre que teníamos ganas de hacer alguna actividad teníamos que ir al centro. En el barrio no había nada. Así fue que empezamos a buscar espacios y nos encontramos con el club”, le cuenta a CLG Esteban Ortega, quien vivió el proceso desde el inicio y hoy es secretario general de la comisión directiva.

«En ese momento el club tenía un buffet y unos pocos que jugaba a las bochas. Nada más. Empezamos a dictar talleres hasta que comenzaron los problemas con la gente del lugar” cuenta Esteban, marcando el momento donde se cruzaron las viejas estructuras que mantenían apenas con vida a la institución y este grupo de jóvenes que simplemente buscaba un lugar para desarrollar diferentes talleres y se encontraron con el abandono de una institución que había sido importante para el barrio.

Continuando con el mismo tema, apunta: “Como el club no tenía una comisión directiva conformada y existían situaciones irregulares, nos pidieron que no fuéramos más. Ahí se inició todo un proceso en el cual intentamos inmiscuirnos en cuestiones institucionales y se nos empezaron a sumar algunas familias del barrio junto con algunos que iban a jugar a las bochas, pero no estaban contentos de cómo se estaba desempeñando institucionalmente el club. Finalmente, terminamos conformando el proceso de regularización y normalización que nos llevó tres años de mucho trabajo».

Ese grupo de jóvenes, cuyas edades promedian los 25 años, hoy lleva adelante una verdadera refundación del club San Martín de Valentín Gómez al 3700. Muchos de esos precursores, hoy forman parte de la comisión directiva. «Una vez regularizada la situación del club, comenzó un trabajo bastante grande que no teníamos previsto porque habíamos ido solamente para dictar talleres. Tuvimos que empezar a desarrollar ciertas tecnologías institucionales para gestionar el club, hubo que regularizar los servicios, pagar deudas, gestionar ingresos para pagar esas cuentas y hacer libros y balances. Todas cuestiones que no se hacían desde hace treinta años” explica Esteban y aclara: “Cuando nosotros llegamos, el club era una especie de reservorios de la timba, con un buffet y par de bochófilos. De todas maneras, siempre valoramos que había gente que lo sostenía. El problema era que había una gran vacante con respecto a la juventud, la familia y los deportes. No estaba cumpliendo la función social, cultural y deportiva que son las bases más sólidas en este tipo de instituciones».

“Cuando nosotros llegamos, el club era una  especie de reservorios de la timba, con un buffet y par de bochófilos pero siempre valoramos que había gente que lo sostenía. El problema era que había una gran vacante con respecto a la juventud, la familia y los deportes».

Hoy el club está funcionando normalmente, cuenta con varios talleres y la nueva comisión pudo gestionar diferentes subsidios que le permitieron remodelar las instalaciones que estaban bastante deterioradas. Sin embargo, Esteban admite que “todavía falta mucho”.

Finalmente, Ortega reflexiona respecto al valor de la participación en este tipo de espacios, remarcando que: «En la actualidad, la sociedad no está acostumbrada a laburar colectivamente. Las instituciones por excelencia son la familia, el trabajo y somos socios pero de clubes grandes como Newell’s o Central. La mayoría no forma parte cotidianamente de algo colectivo. Pasa también con los partidos políticos y los sindicatos. Por lo tanto, a la hora de gestionar, labrar actas, ponerse de acuerdo en una reunión de comisión directiva o tomar decisiones colectivas, al no estar tan internalizados en esas cuestiones, estamos aprendiendo todo el tiempo», y añade: «Una vez, una integrante de la Biblioteca Vigil me habló del genocidio cultural. Es decir, la dictadura no sólo dejó desaparecidos físicos sino también hizo desaparecer lazos sociales e instituciones y recuperar eso lleva mucho tiempo. Un poco la propuesta del club San Martín es esa: configurarse como una institución intermedia u organización civil que intenta dar contención social de base”.

«Una vez, una integrante de la Biblioteca Vigil me hablo del genocidio cultural. Es decir, la dictadura no sólo dejó desaparecidos físicos sino también hizo desaparecer lazos sociales e instituciones y recuperar eso lleva mucho tiempo».

La problemática social de la ciudad no le es ajena a esta institución refundada y entre las funciones que deben cumplir está la ayuda a aquellas personas del barrio que están atravesando situaciones de vulnerabilidad con respecto al trabajo o la violencia. El programa Nueva Oportunidad funciona en las instalaciones del club y Esteban advierte que «casi el 80% de nuestro trabajo en la actualidad está orientado a palear cuestiones básicas como la entrega de bolsones a causa del ajuste, el aumento de los servicios y la falta de laburo».