El 80% de los usuarios de estos dispositivos vestibles afirman que han mejorado su estado de salud
El 80% de los usuarios de estos dispositivos vestibles afirman que han mejorado su estado de salud
Un informe elaborado por Global Web Index sobre las tendencias de uso en Estados Unidos y Gran Bretaña sobre estos dispositivos portátiles que se llevan «puestos» con el objetivo de monitorear determinados parámetros relacionados con la salud. Se trata de los «wearables», que son señalados como una de las tecnologías con mayor protagonismo en la transformación digital del sistema sanitario.
Según los datos relevados, los wearables o ponibles más utilizados son los relojes inteligentes o smartwatches (el 66% de los propietarios de un wearable tiene un reloj), seguidos de las pulseras que monitorean la actividad física (41 %). El informe indica que el 81 % de los que utilizan esta tecnología la asocian a una mejora en su estado de salud y en su estilo de vida.
Las potencialidades de estos dispositivos en este ámbito crecen de forma proporcional a su nivel de desarrollo. Prueba de ello es el reciente hallazgo por parte del Dr. Miguel Ángel Cobos, cardiólogo del Hospital Clínico San Carlos, de Madrid, de la posibilidad de realizar un electrocardiograma completo con un reloj inteligente de última generación y con un índice de fiabilidad similar al del realizado en un centro sanitario (la experiencia ha sido publicada en Annals of Internal Medicine).
Sin embargo, y a pesar de estas experiencias punteras, aún queda mucho camino por recorrer para conseguir sacar todo el partido a los ponibles en el contexto de la salud digital. Tal como explica Carme Carrion, profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y responsable del ámbito de Diseño y Evaluación de Intervenciones en Salud Digital del eHealth Center de la misma universidad, hay que diferenciar claramente entre su uso como elementos facilitadores de un estilo de vida más saludable y su utilidad médica en personas que padecen una patología concreta.
Según el informe de Global Web Index, las principales motivaciones que llevan a usar estos dispositivos son contar los pasos caminados (lo usa para ello el 66 % de los usuarios) o las calorías quemadas (53 %), controlar la temperatura corporal (35 %) y el latido cardiaco (35 %), y monitorizar los patrones del sueño (34 %).
En cuanto a las funciones que resultan más interesantes para los futuros compradores, destacan la posibilidad de manejar los niveles de estrés (sería una de las funciones más deseadas para el 58 % de los usuarios) y la capacidad de controlar la presión sanguínea (57 %) y los niveles de azúcar en la sangre (47 %).
«Está claro su papel motivador para introducir cambios en los hábitos diarios. En ese sentido, se están haciendo estudios sobre los valores que arrojan estos dispositivos —obtenidos del análisis de variables analizadas mediante algoritmos— relativos a aspectos como el sudor, la temperatura, las pulsaciones e incluso las emociones, que indirectamente se pueden relacionar con situaciones de estrés o ansiedad. Los datos obtenidos con estas mediciones pueden ser útiles, por ejemplo, para concienciarse sobre la necesidad de mejorar los patrones del sueño, pero nunca hay que perder de vista que se trata de indicadores, por lo que no deben depositarse demasiadas expectativas sobre su fiabilidad y hay que contemplarlos siempre como coadyuvantes de un control o tratamiento médico», señala Carme Carrion, que es investigadora del grupo eHealth Lab de la UOC.
En cuanto a su utilización en patologías concretas, sin duda el caso más paradigmático es el de la diabetes: «Los avances en este campo van muy por delante del resto en lo que a implantación de tecnología se refiere y, de hecho, hay logros que se acercan mucho a los dispositivos implantables —una realidad aún muy lejana en la práctica—, como son los sistemas que permiten una monitorización continua de la glucosa en la sangre en pacientes de diabetes de tipo 1, lo que mejora notablemente su calidad de vida», dice Carme Carrion, quien comenta que también se están haciendo avances respecto a la posibilidad de utilizar los iPod para detectar fibrilaciones auriculares, un factor clave en la prevención de eventos cardiacos, «pero es algo aún en estudio».
En opinión de la profesora de la UOC, una de las principales áreas de mejora en el ámbito de los wearables o ponibles es conseguir la adherencia de los usuarios: «Los indicadores demuestran que en la mayoría de los casos esta cae en picado al cabo de aproximadamente tres semanas. E incluso cuando se utilizan para el manejo de patologías concretas, hay estudios que demuestran que, pasados seis meses, el porcentaje de pacientes que siguen usando estos dispositivos es pequeño (en torno al 30 %)».
Según Carrion, otro aspecto que hay que mejorar es la mayor utilización de estos dispositivos por parte de los médicos para favorecer el empoderamiento de los pacientes: «Se han empezado a «recetar» algunas apps, pero no de forma estandarizada, sino como iniciativas individuales, sobre todo de médicos con una actividad más orientada a la tecnología. También hay organizaciones y sociedades médicas que están apostando por estas soluciones, pero aún estamos lejos del nivel de implantación que tienen, por ejemplo, en algunos hospitales norteamericanos, en los que, de forma similar al servicio de farmacia hospitalaria, se dispone de un «dispensario» de apps a cargo de profesionales que orientan sobre el manejo de estas tecnologías previamente «prescritas» por el médico».
Para Carme Carrion, uno de los principales factores que van a permitir sacar todo el partido al potencial que ofrece esta tecnología pasa por conseguir un uso lo más personalizado posible, en función de las características, necesidades y perfil de cada paciente: «Esta cuestión, que actualmente es una línea de investigación, es clave y, en mi opinión, no ha estado bien orientada desde el principio: no se puede enfocar el uso médico de estas soluciones desde la perspectiva de que «todo es bueno para todos», sino que factores como la motivación personal respecto al cambio de hábitos, las filias o fobias al uso de tecnología o las reticencias a compartir los datos de salud son variables muy importantes a tener en cuenta antes de estandarizar los wearables como herramientas del manejo de la salud».
Con respecto a las aplicaciones prácticas que pueden tener los ponibles en el panorama sanitario a corto y medio plazo, Carme Carrion comenta que «nos estamos dirigiendo hacia un cambio en la organización en el que se tiende tanto a reducir las largas estancias hospitalarias como a evitar las consultas médicas innecesarias, y en el que la opción de la monitorización que proporcionan los gadgets es determinante para conseguir un sistema de salud más eficiente y eficaz».
Asimismo, y en un contexto marcado por el envejecimiento de la población y el aumento de la cronicidad, el papel de estos dispositivos cobra especial relevancia, sobre todo en lo que respecta a aspectos como el acompañamiento a las personas mayores, un campo en el que se están llevando a cabo muchos proyectos: «La teleasistencia está totalmente implantada, así como el uso generalizado de sistemas como los recordatorios digitales de la toma de pastillas, pero son soluciones que se están quedando cortas. Estamos asistiendo a una auténtica revolución que ha cambiado la vida de grupos de población como los ancianos y contamos con una tecnología cada vez más desarrollada, pero hay que disponer de los indicadores necesarios sobre la eficacia y los beneficios que puede aportar antes de implantarla, lo que siempre es un proceso más lento».
(Fuente: UOC)