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Una particular historia

La solidaridad y el deporte volvieron a unirse en Rosario


Por Matías Gregorio

Juan Cruz Alegre es un estudiante chaqueño de 22 años que reside en Rosario y cursa la carrera de Relaciones Internacionales. Durante el Mundial de básquet sub 17 que se está desarrollando en las ciudades de Rosario y Santa Fe, el joven se ofreció como voluntario para acompañar a una de las delegaciones.

A los 17 años, o menos, no es fácil la tarea de dejar un hogar, la familia y las costumbres. La adaptación es compleja, y más para aquellos que viajan largas horas en avión con el fin de llegar a un territorio donde no conocen el idioma.

Para que este proceso sea una experiencia grata, y los chicos realmente se lleven un buen recuerdo y la satisfacción de haber podido realizar lo que les gusta -jugar al básquet-, es necesaria la tarea de jóvenes como Juan Cruz.

El estudiante de la UNR acompañó durante toda la estadía a la selección de Nueva Zelanda. Desde un principio, fue fundamental para que los neozelandeses puedan sentirse cómodos en Rosario.

A pesar de que la selección sub 17 del país oceánico cayó en sus tres primeras presentaciones, participar de un certamen de tal envergadura ya es un premio para los jóvenes que dan sus primeras armas en uno de los torneos más importantes del mundo.

En la mañana del jueves, los jugadores de básquet quisieron devolver de alguno manera todo lo recibido. A modo de despedida, la selección de Nueva Zelanda realizó un haka en pleno Parque de la Independencia para agredecerle a Juan Cruz por la gran ayuda brindada. El hecho tomó por sorpresa al joven estudiante, quien se mostró notoriamente emocionado.

De chico, nos enseñan que es bueno practicar un deporte, ya que nos llena de valores que nos servirán a cada paso de la vida. La solidaridad, el compañerismo, la valentía, el esfuerzo, etc. Pero la vorágine y la competitividad extrema se apoderan de las competiciones en los tiempos que corren. Muchas veces, los valores quedan en un segundo plano y sólo importa «ganar».

Pero Juan Cruz pateó el tablero. Con sus ganas de ayudar y sin esperar nada a cambio, revivió los valores que funden la esencia de la vida y el deporte. Es que el básquet no deja de ser un juego, y como todo juego, más allá de otros ítems, apunta a la recreación y diversión.

Y eso es lo que logró el estudiante chaqueño: que los chicos neozelandeses hayan tenido una gran experiencia para llevarse el mejor recuerdo de su estadía en Rosario.

La solidaridad y el deporte volvieron a unirse en esta historia. Una historia que nos debe servir para no olvidar la importancia de las buenas acciones.