Este martes se celebra el Día del Maestro en todo el país en homenaje a aquellos que desde chicos nos inculcan cada aprendizaje para crecer en la vida. Pero hay algunos que realizan una tarea especial. Que cruzan todo un río cada semana para trasmitir el valor de la enseñanza. Es el caso de Marta y Julieta, dos docentes que trabajan en escuelas situadas en las islas de Victoria, provincia de Entre Ríos. CLG dialogó con ellas para conocer en profundidad la tarea que realizan.
Cada lunes, con su hija de siete años, Marta viaja hacia la escuela N° 26 Leandro N. Alem, donde se desempeña como maestra de grado y directora. La institución está situada en la primera sección de islas del departamento Victoria, a la altura del Paraje El Charigüe.
Allí, se brinda educación en los tres niveles: inicial, primaria y secundaria. En total, asisten 24 alumnos. Marta le da clases a los chicos y chicas que asisten a la primaria, repartidos en seis grados. Además, también da horas cátedras en el secundario con tres estudiantes de segundo año.
«En la primaria, todos los chicos tienen clase juntos, los llamamos ‘Plurigrados’. Trato de planificar nodos temático. Presento algo, hago la motivación y después lo voy desmenuzando para cada grado y secuenciamos las actividades», explicó Marta, y agregó: «Es mucho trabajo, porque son muchos alumnos, pero me gusta».
Con 30 años de antigüedad, la docente contó que años atrás las escuelas era «ranchos», con una realidad totalmente diferente a la actual. «Esta es muy bonita, tiene tres aulas. A partir de este año tenemos agua filtrada gracias a un vecino que donó un equipo y también conseguimos un termotanque solar gracias a la cooperadora y al aporte del club naútico, que ya está instalado», señaló la maestra.
«Soy titular desde el año pasado y estoy feliz de trabajar porque me encanta. Los vecinos, los papás de los chicos, responden y colaboran desde su lugar», manifestó Marta.
Por otra parte, la maestra narró cómo es la relación con los chicos que viven en las islas: «Si bien no son los mismos de hace 30 años porque están muy cerca de Rosario y entró la tecnología, son nenes que te escuchan. Más allá de que algunos te contestan y está perfecto, son respetuosos. Acá se nota que hay límites».
En cuanto a su pasión por la docencia, manifestó: «Desde chica dije que iba a ser docente. Vi en mis maestros personas que me marcaron como para seguir ese camino».
«A los chicos yo les digo que la educación es todo. Es el primer escalón para insertarse en la sociedad. Se aprenden muchas cosas en la escuela y en el contacto con el otro. Además, atrás de cada alumno, también hay familias que aprenden», continuó.
A su vez, Marta aseguró que «si bien el docente está mal pago y no está reconocido», hay algunos que «aún queremos ponerle el hombro al país, acompañando a que el niño crezca en valores, sea responsable y tenga ganas de superarse, ya que creemos en un mundo mejor».
Julieta y la docencia contra viento y marea
Julieta es docente desde hace 18 años, pero ejerce desde hace cinco en una escuela de la isla. Actualmente trabaja junto a Viviana, la directora que reemplaza a Rubén y tiene varios grados a su cargo, y la profesora de inglés Sonia.
«Mi idea desde siempre fue ser docente y trabajar en una escuela rural, me gustan los chicos y ocuparme de ellos. Cuando se dio la posibilidad, me anoté para reemplazo y enseguida me llamaron. Después, me pidieron el traslado para la escuela de la isla y en 2014 quedé como titular», contó la maestra jardinera en diálogo con este medio.
Al igual que Marta, Julieta señala que es un ambiente diferente al de la ciudad, donde los chicos «están lejos de la violencia, de la inseguridad, y tienen otras actitudes».
«Lo que más disfruto es el cariño con el que me esperan los chicos. Como no son tantos, vos tenés una relación más intima, sabes lo que necesitan», agregó.
La docente explicó que viajan todos los días cruzando desde la guardería de Rosario Central, pero siempre dependiendo del estado del clima: «A veces se complica por la niebla, el viento, la marejada y la lluvia. Si el río está planchado, son siete minutos. Si está complicado, podemos llegar a tardar veinte minutos».
«Hay muchas experiencias al cruzar. Hasta un día nos perdimos por la niebla. Los chicos ya saben que si hay una tormenta muy fuerte, una o dos veces al año, podemos tardar un poco más», continuó.
Por último, Julieta manifestó que «es súper importante que los chicos aprendan a respetar, a amar la naturaleza, la vida, a incluirse y amar a todos por igual».