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Fútbol argentino

¿Hasta cuándo los promedios?


Por Walter Vargas

Rara es la vida y raro es el universo del fútbol profesional: diestros en el hábito del tero, que pega el grito por acá y pone el huevo por allá, los popes de la AFA y de la Superliga baten el parche del rigor y sin embargo sostienen el sistema de los promedios.

Los promedios, una construcción argentina de pura cepa que relanzó Julio Grondona a comienzos de los años ochenta y que pese a algunos chispazos de sentido común ha sobrevivido incluso al propio inspirador.

¿Quién se acuerda ya del trazo grueso del discurso con que Chiqui Tapia se propuso como refundador del fútbol argentino? ¿Quién se acuerda de que Tapia habló de torneos “más profesionales”?

¿Y de qué en ese contexto modernizador se anunció que con la temporada 2020 también se irán los promedios? Enhorabuena si llegara ese día, en la medida que en el indicador del puntaje acumulado de tres años pulsan y se potencian más de una forma de la injusticia.

Por empezar, ataca con saña las posibilidades de los recién ascendidos, en el medio el tácito guiño a los más poderosos –que disponen del privilegio de compensar un mal año con un presupuesto suculento puesto en tiempo y forma- y por último porque en definitiva no desciende un equipo en particular: desciende el club.

En general, entre el plantel de la primera campaña y el de la tercera campaña hay pocos nombres propios en común, pero además puede suceder algo más grave aún: Tigre acaba de irse al descenso sin haber ocupado puestos de descensos en ninguna de las tres temporadas que sellaron su suerte.

Y, por cierto, pesa sobre Tigre un desdichado sino en materia de los efectos indeseados de los promedios, habida cuenta de que en 2012 había vivido en simultáneo el cosquilleo de una posible vuelta olímpica y la inminente amenaza de la pérdida de la categoría. En su momento también Talleres de Córdoba entró en noche cerrada pese a cumplir una campaña excepcional rubricada con el tercer puesto.

Menos resonantes, acaso, pero inmejorables desde la llana evidencia del botón de muestra fueron las vicisitudes de Argentino de Rosario entre 1988 y 1989, cuando comenzó el torneo decisivo advertido de que para mantenerse en Primera B estaba obligado poco menos que a salir campeón.

Y tan cerca que estuvo: lideró la tabla durante un buen trecho y aunque terminó subcampeón bajó a Primera C.
Que den un paso al frente los portadores de argumentos sólidos en defensa de los promedios. Se los mire por donde se los mire, no dan para más.