Por Giovanna Fleitas (NA)
Hace 30 años, los chilenos le dijeron «No» a la dictadura de Augusto Pinochet Ugarte. El 5 de octubre de 1988, tras una atrevida campaña que apostó por el optimismo para vencer el miedo, los chilenos votaron en contra del dictador abriendo las puertas a la democracia.
En el papel, la decisión parecía sencilla. El «Sí» significaba extender la dictadura pinochetista por otros ocho años, mientras que el «No» abría paso a elecciones presidenciales un año después.
Pinochet llegó al referéndum, que él mismo convocó y que estaba previsto en la Constitución que promulgó en 1980 entre denuncias de fraude, con una creciente presión internacional y el desgaste de 15 años en el poder, en los que había sembrado el terror mediante el asesinato y la desaparición de opositores y una férrea censura.
No era fácil para la oposición –agrupada en una extensa Concertación de partidos políticos– abordar los temores de la población, pero mediante una arriesgada campaña resolvió apostar por la alegría y la esperanza de un futuro mejor sin Pinochet.
«Chile, la alegría ya viene…» fue el principal eslogan de una campaña pionera en política y que todavía se estudia en escuelas de publicidad por su audacia.
El mes previo a la votación, se emitió todos los días antes del noticiero principal de la televisión una franja de propaganda de 15 minutos para cada bando.
«Fue muy acertado de parte de los creativos poner en positivo lo que venía, que lo que venía era mejor», recuerda a la AFP Cristian Dupré, uno de los que se animó a actuar en los cortos publicitarios del «No».
Con humor, música y baile, el mensaje pisó fuerte ante una publicidad rival que seguía apostando al miedo, con burdas recreaciones de atentados explosivos y otros actos de violencia.
Pero poner la cara ante las cámaras, desafiando a Pinochet, suponía un alto riesgo.
«¿Cómo iba a salir por televisión si habían matado a gente por mucho menos? Pero no me pude negar a protagonizar algo que podía poner fin a una dictadura criminal», recordó en un reciente reportaje en el diario La Tercera Patricio Bolaños, locutor y rostro principal de la campaña.
Dupré, militante izquierdista, admite que recibió amenazas pero que fueron contrarrestadas con el apoyo de la gente. «Me alentaban mucho, me protegían en las calles», recuerda.
Códigos publicitarios
Pero darle todo el mérito de la victoria a la propaganda sería un error, al igual que desconocer su valía.
«El triunfo se debió a toda esa gente que se opuso a la dictadura, todo el trabajo de resistencia, los movimientos de trabajadores, estudiantes, mujeres, las poblaciones que se enfrentaron a los tanques (…) todo eso fue un motor que permitió el triunfo del No», dice a la AFP Juan Forch, productor de la franja televisiva opositora.
El productor recuerda la emoción que sintió cuando salió al aire el primer programa. Para decenas de realizadores audiovisuales y artistas que trabajaron sin pago, era la coronación de años de censura en los que para sobrevivir se atrincheraron en agencias de publicidad.
Escritores, poetas y directores aprendieron a la fuerza el oficio de hacer pequeños mensajes muy efectivos, y ese nicho al que Pinochet los empujó fue el que colaboró para poder derrocarlo, reflexiona el productor.
Ni el comando político ni los demás participantes de la campaña tenían un plan B. Perder no era una opción.
El día del plebiscito la gente venció el miedo y copó los centros de votación. Las horas siguientes al cierre de las urnas se vivieron como un vía crucis. Las primeras informaciones oficiales daban una clara ventaja al «Sí» aunque los sondeos realizados por el comando opositor auguraban una derrota del dictador.
Las horas pasaban, Pinochet brillaba por su ausencia. Los cómputos oficiales se demoraban mientras la televisión pasaba dibujos animados. La tensa espera sólo se rompió de madrugada cuando un miembro de la junta militar, el jefe de la aviación Fernando Matthei, reconoció ante periodistas -a la entrada del palacio de Gobierno- que el «No» había ganado.
Los cómputos oficiales confirmaron la victoria del «No» por un 56%.
Resistencia pinochetista
Un año después, se realizaron las presidenciales y el 11 de marzo de 1990 asumió el poder el demócrata cristiano Patricio Aylwin. Sin embargo, Pinochet se mantuvo otros ocho años al frente del Ejército, desde donde siguió demostrando su fuerza al sacar varias veces los tanques a la calle.
Tras dejar el Ejército, asumió como senador vitalicio y finalmente murió en 2006, con 91 años, cercado por la justicia que sin embargo nunca logró condenarlo por alguna de las 3.200 víctimas, entre muertos y desaparecidos, de su régimen.
Seis gobiernos democráticos se han sucedido tras el fin de la dictadura.
«Lo que se ha avanzado es muchísimo, aunque hay una tarea pendiente (…) la alegría no llega, todavía está pendiente», reflexiona Forch.