Fernando Haddad pasó la mitad de su corta campaña tratando de convencer a Brasil de que era Lula y la otra esforzándose en lo contrario. Pero la sombra del patriarca de la izquierda fue demasiado alargada para este mesurado profesor universitario enfrentado a una misión imposible: sustituir al líder.
Una tarea casi tan complicada como convertir el 29% de votos que obtuvo en la primera vuelta en una mayoría que frene el domingo la marea de Jair Bolsonaro, que obtuvo 46% y es amplio favorito en los sondeos.
Pese a todo, este ex ministro de Educación de 55 años no pierde la esperanza de revertir una elección y ha recortado distancias.
Tiene ahora 44% de las intenciones de voto, frente al 56% del ultraderechista Jair Bolsonaro.
«Lucharé hasta el sábado en las calles por lo que creo mejor para Brasil (…), porque el otro proyecto realmente da miedo y quien conoce el entorno de Bolsonaro siente real recelo de lo que pueda suceder», aseguró esta semana el ex alcalde de San Pablo.
Hasta ahora, sus alertas sobre el excapitán del Ejército, a quien acusó también de fomentar la violencia, no han calado entre unos electores cansados, que parecen haber dado la espalda al Partido de los Trabajadores (PT).
Él tomó nota y aquel «Haddad es Lula» con el que arrancó su campaña contrarreloj a las puertas de la prisión donde el exmandatario cumple 12 años de condena por corrupción, dio paso en el segundo turno a una imagen mucho más neutra y alejada de los símbolos del partido.
Incluido del mayor de todos: su mentor político. La última visita a Lula en la cárcel fue el 8 de octubre, apenas horas después de haber rozado una debacle histórica.
Medido
Si hay algún punto en el que Haddad ha demostrado personalidad es en el dominio de sí mismo ante los ataques de sus adversarios, que algunos confunden con distancia.
«Soy hijo de un comerciante libanés y de una estudiante de magisterio. Aprendí en casa a conversar, a negociar, y tengo en general un comportamiento tranquilo, incluso en las situaciones más adversas. Las personas confunden eso con frialdad y no lo es», explicó en un artículo publicado en junio de 2017 en la revista Piauí.
Solo se le ha visto rozar la indignación al rebatir algunas de las numerosas informaciones falsas que han corrido sobre él en internet, o negando acusaciones como la de la Fiscalía de Sao Paulo, que le denunció en septiembre por supuesta corrupción en su gestión como alcalde.
Licenciado en Derecho, con una maestría en Economía y un doctorado en Filosofía, Haddad, casado con una dentista y padre de dos hijos, llegó en 2005 al Ministerio de Educación, una de las carteras de las que Lula se sentía más orgulloso.
Su trayectoria lo colocó en el corazón de la maquinaria del PT, pero sin salir nunca de la sombra de su mentor. «Haddad sólo hablaba cuando le preguntaban algo», contó un antiguo aliado de Lula a la Gazeta do Povo.
Paciencia
No era la primera vez que este amante de la guitarra, que asegura haber aprendido tanto en la tienda de telas de su padre como en la universidad, arranca mal una elección. Su perfil no era el más cotizado cuando se planteó competir por la alcaldía de Sao Paulo en 2012, y acabó ganando.
Aquellos, sin embargo, eran otros tiempos. Los del inicio del gobierno de Dilma Rousseff (2011-2016), todavía bajo los destellos de aquel Brasil que se comía el mundo de la mano de Lula y que parecía no tener techo.
Pero lo tuvo y el propio Haddad sufrió el golpe, cuando en 2016 salió cabizbajo de su despacho en el corazón de Sao Paulo tras la humillante derrota en la primera vuelta de las municipales ante el empresario liberal Joao Doria.
Muy criticado tras las manifestaciones de 2013 desencadenadas por el alza de los transportes, su caída fue otro grave revés para el PT, pocos meses después de la destitución de Rousseff por el Congreso.
Aunque Haddad siempre supo que regresaría a la primera línea.
«No soy una persona ansiosa, espero que las cosas pasen para tomar decisiones. Soy un ser político, en el sentido de ser participativo de la vida pública, desde los tiempos de la facultad», declaró en diciembre de 2016 al diario El País, preguntado sobre una posible candidatura nacional.