Info General

A 20 años de los asesinatos de Kosteki y Santillán: los reclamos sociales siguen vigentes


Foto: gentileza Sergio Kowalewski

Aquella protesta comenzó con una concentración temprana en las inmediaciones del Puente Pueyrredón, a pocas cuadras de la estación ferroviaria de la localidad bonaerense de Avellaneda, rebautizada por ley a partir de 2013 como "Estación Darío Santillán y Maximiliano Kosteki"

Este domingo se cumplirán 20 años de los asesinatos de los militantes del MTD Aníbal Verón, Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, durante la represión a la jornada de protesta que tuvo lugar el 26 de junio de 2002 en los alrededores del Puente Pueyrredón, ejecutada durante la gestión del presidente Eduardo Duhalde y que derivó en un adelantamiento de las elecciones.

Aquella protesta comenzó con una concentración temprana en las inmediaciones del Puente Pueyrredón que delimita con las avenidas Mitre y a Hipólito Yrigoyen, a pocas cuadras de la estación ferroviaria de la localidad bonaerense de Avellaneda, rebautizada por ley a partir de 2013 como «Estación Darío Santillán y Maximiliano Kosteki».

Hasta allí habían llegado militantes y dirigentes del MTD (Movimiento de Trabajadores Desocupados) Aníbal Verón de distintos distritos de la provincia, integrantes de la Coordinadora del mismo nombre, como también de otras organizaciones, como el Movimiento Teresa Rodríguez (MTR) y el Polo Obrero.

En un clima de fuerte tensión, dado que los convocantes se proponían bloquear los accesos a la Capital Federal mientras que el Gobierno de entonces buscó impedirlo a cualquier precio y al mismo tiempo alentó una campaña en los medios contra las organizaciones piqueteras, la concentración llegó hasta el límite entre CABA y Avellaneda en reclamo de la generación de «trabajo digno, aumento de salarios, planes sociales y bolsones de alimentos«.

En las primeras filas de las columnas que llegaron por la avenida Mitre se veían banderas del MTD Aníbal Verón con las consignas de «trabajo, dignidad y cambio social«; la movilización se producía a seis meses del estallido social que había derrocado al gobierno de Fernando De la Rúa en diciembre de 2001 con casi 40 personas muertas alrededor del país y más de 100 heridos graves.

Minutos después del mediodía de aquel 26 de junio de 2002, tras empujones entre manifestantes y los efectivos de la Policía Bonaerense, gases lacrimógenos y la respuesta de las pedradas, se desató en el lugar una fuerte represión que liberó los accesos del Puente Pueyrredón y trasladó los enfrentamientos hacia la avenida Hipólito Yrigoyen -ex Pavón- hacia el sur en dirección a la ex estación Avellaneda.

Los grupos de las fuerzas represivas de la Policía Bonaerense continuaron con su acción por la avenida Mitre en dirección al centro de Avellaneda con una gran cantidad de heridos de balas de plomo disparadas por Itakas, aunque también se tiraron postas de goma.

Tras el feroz operativo represivo montado por las fuerzas policiales -con carros de asalto, camiones hidrantes y motos-, Maximiliano Kosteki fue asesinado de un balazo en las puertas del supermercado Carrefour, sobre la avenida Yrigoyen de Avellaneda, en tanto que Darío Santillán fue matado en el interior del hall ferroviario a manos de los ex policías Alfredo Fanchiotti y Alejandro Acosta, un acontecimiento político-histórico que a partir de ese momento pasó a conocerse como la «masacre de Avellaneda».

Días después se supo -gracias a documentos fotográficos- que Darío Santillán al momento de su muerte estaba socorriendo a Maximiliano Kosteki, ya caído en el suelo del hall de la estación ferroviaria, cuando un policía le disparó por la espalda.

Años después, a fuerza del impulso de la causa judicial impulsada por quienes habían sido heridos y por los familiares de los dos jóvenes asesinados, se logró la condena a los autores materiales de los crímenes: El comisario Fanchiotti y el cabo Acosta fueron condenados a prisión perpetua por doble homicidio y siete tentativas de homicidio.

Días después de la masacre, el 2 de julio de 2002, Eduardo Duhalde anunciaba el adelantamiento de los comicios presidenciales para marzo, en un intento por evitar correr la misma suerte de sus predecesores, que habían caído producto de una revuelta popular.

Con el correr de los años Darío Santillán y Maximiliano Kosteki se convirtieron en la expresión genuina de una juventud militante, una juventud rebelde, dispuesta a dar pelea por una sociedad más justa. Ambos hoy son símbolos de lucha, que el pueblo hizo propios después de sus asesinatos.

Juan Pablo Nocelli, referente del MTD Aníbal Verón desde antes de la «masacre de Avellaneda», remarcó en diálogo con Télam: «Hoy, a 20 años de aquella tragedia nuestras consignas siguen siendo las mismas, como son el trabajo digno y alimento para el pueblo, cambio social, una nueva educación, una vida digna».

«Creemos -añadió Nocelli- que después de tantos años los problemas sociales de fondo siguen vigentes en la Argentina y la lucha se mantiene por la recuperación de más derechos sociales. A más de 20 años seguimos reclamando que se haga justicia también con los responsables políticos de aquella masacre de Avellaneda. Hoy seguimos diciendo que la masacre de Avellaneda fue un crimen de Estado».

Maximiliano Kosteki, de 25 años de edad, formó parte del MTD Aníbal Verón de la localidad de Guernica, en el partido de Presidente Perón, y Darío Santillán, de 21, militaba en el MTD de Lanús, ambos en el sur bonaerense.

Desde el MTD Aníbal Verón -que estuvo presente en en aquel trágico 26 de junio de 2002- se desprendieron varios grupos que se fueron integrando a otras organizaciones o que fundaron nuevas.

Hoy, el MTD Aníbal Verón -nacido en los barrios más humildes de la localidad de Florencio Varela- sigue existiendo y en su armado político, sus protestas y de planes de lucha callejeros está más cercano al Frente de Organizaciones en Lucha (FOL), que a su vez articula con los movimientos piqueteros de izquierda encabezados por el Polo Obrero, brazo piquetero del Partido Obrero (PO).

Otros grupos escindidos de «la Verón» -como se la conocía popularmente en esos años- hoy están militando en las distintas versiones del Frente Popular Darío Santillán (FPDS).

Condenados los asesinos, piden juicio a los responsables políticos

Los crímenes de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán generaron un proceso legal que terminó con las condenas a reclusión perpetua del entonces comisario Alfredo Fanchiotti y el cabo Alejandro Acosta, a cargo del operativo represivo.

La prisión para los responsables materiales de los crímenes no es suficiente para los familiares de los dirigentes asesinados, quienes siguen exigiendo el avance de las causas que involucran a los responsables políticos de la denominada «Masacre de Avellaneda».

La investigación que busca desentrañar las responsabilidades al más alto nivel está en el juzgado federal de Ariel Lijo, quien delegó la investigación en la fiscal Paloma Ochoa.

La causa se inició en 2003 por iniciativa de la madre de Maximiliano Kosteki, Mabel Ruiz, quien falleció poco después de recurrir a los tribunales para pedir que se investigue a todos los responsables de la muerte de su hijo.

La investigación pretende determinar si existe responsabilidad en los crímenes del entonces presidente interino Eduardo Duhalde y sus ministros; concretamente si existió una orden de reprimir la movilización piquetera con balas de plomo.

La causa por las responsabilidades políticas se escindió de la que juzgó a Fanchiotti y Acosta en diciembre de 2004, a raíz de un recurso presentado ante la Corte Suprema por las querellas que representaban a los familiares de las víctimas.

Desde ese momento, el expediente no logró avances significativos y en mayo de 2012 el fiscal de la causa, Miguel Osorio, decidió archivarlo por inexistencia de pruebas.

Pero en 2015, a instancia de los familiares y sus representantes legales, se logró la reapertura del expediente por la presentación de nuevos elementos.

El último de ellos se incorporó a la investigación este año, a través del documental «Diciembre», del director Patricio Escobar y el periodista Alejandro Bercovich, en el que fue entrevistado el ex presidente interino.

En el filme, Duhalde reconoce un temperamento represivo en la actitud del gobierno ante la marcha del 26 de junio de 2002, que además de las muertes de Santillán y Kosteki dejó 33 heridos con balas de plomo.

«Di la orden de que no pasaran» los piqueteros, dice Duhalde en el documental y refuerza: «La gente no puede hacer lo que quiera».

La línea de investigación de la fiscalía también contempla determinar si hubo participación de fuerzas federales, como la Policía Federal o Prefectura, lo que probaría una operación coordinada desde el poder político nacional.

La justicia también reiteró pedidos a la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) en busca de determinar cuál era el comportamiento de la Secretaría de Inteligencia en los días previos y en la jornada de la masacre.

Según trascendió de fuentes judiciales, el día de la represión, desde un teléfono de la SIDE, se hicieron dos llamados al comisario Fanchiotti, aunque el funcionario policial no los atendió.

Desde que se reabrió la investigación judicial, prestó declaración testimonial el entonces intendente Avellaneda, Oscar Laborde, y dirigentes sociales como la miembro de Madres de Plaza de Mayo Nora Cortiñas y el dirigente de «Autodeterminación y Libertad», Luis Zamora.

El ex comisario Fanchiotti, quien luego de disparar sobre los manifestantes intentó instalar en los medios que las muertes habían sido provocadas por «enfrentamientos internos» del movimiento piquetero, solicitó este año que se le otorgue la libertad condicional.

La justicia de Lomas de Zamora le negó el beneficio en primera instancia, medida que esta semana ratificó la sala III de la Cámara de Apelación, con lo cual el ex policía seguirá cumpliendo su condena preso.

Las familias unidas en el dolor y un mismo reclamo

Alberto Santillán, padre de Darío Santillán, acusó al Poder Judicial de «corrupto», reclamó una «justicia completa» para los «responsables políticos» de los crímenes en la denominada «Masacre de Avellaneda» y opinó que las demandas sociales de hace 20 años atrás «siguen vigentes hoy».

«Hace 20 años, Darío y Maxi acompañaron su conciencia con su cuerpo, con su vida. Darío hablaba mucho del hombre nuevo como lineamiento político y hablaba de sentir la injusticia ajena como propia y esas palabras las acompañó con el cuerpo y, por eso, lo mataron. Él le dijo a todos sus compañeros que se vayan y él se quedó en la estación al lado de su compañero (por Maximiliano Kosteki) y eso ha creado una conciencia con los años. Yo siempre digo que mientras mi hijo derramaba sangre en la estación, también estaba pariendo un montón de hijos con una conciencia política distinta y hoy lo veo en toda esa juventud comprometida que levanta las banderas del trabajo y la justicia», dijo Santillán en diálogo con Télam.

  • Télam: A 20 años de los asesinatos de Kosteki y Santillán, ¿qué tiene para decir?

Alberto Santillán: Estamos en los 20 años de la masacre de Avellaneda, en la cual Darío y Maxi pagaron con su vida su militancia, más las más de 30 heridos de plomo de aquel día, más todos que han quedado con consecuencias físicas, psicológicas. Y también a 20 años de la tragedia, seguimos como en el primer día: reclamando justicia de verdad. Quizás pensaron que entregándonos a (Alfredo) Fanchiotti y a (Alejandro) Acosta, que fueron los cobardes que dispararon, todo se terminaba y nos íbamos a quedar cruzados de brazos. Nosotros, a 20 años de la tragedia, seguimos reclamando justicia completa. Es decir, queremos a los responsables ideológicos de la masacre.

  • Hubo intentos por liberar a Fanchiotti y Acosta con prisión domiciliaria…

Sí, pero la presión de los familiares y de los movimientos sociales lo impidió. Mirá, fueron largos 20 años de lucha desde 2002. Años de dolor, con mucha bronca, con impotencia. Señalando a las responsabilidades políticas de los que dieron las órdenes para la represión en el Puente Pueyrredón y en el resto de las zonas de Avellaneda, las responsabilidades de (Eduardo) Duhalde, la de (Felipe) Solá, la de Aníbal Fernández, (Jorge) Matzkin, de todos los que llevaron adelante la masacre de Avellaneda…

  • ¿Y cómo ve el accionar de los miembros de la Justicia en la causa?

A veinte años seguimos viendo la incapacidad de la Justicia, que es una justicia corrupta, porque sabemos muy bien que si no hay voluntad y decisión política, tampoco habrá voluntad de la Justicia para investigar a fondo lo que pasó aquel día y hasta las últimas consecuencias, como alguna vez me dijo (el ex presidente) Néstor Kirchner, pasándome la mano por la espalda y nunca hizo un carajo, nunca colaboró en nada. Yo veo hoy, como padre de Darío, vemos como familiares, como todos esos personajes implicados siguen hoy enquistados en el poder político, siguen paseándose por todos los medios de prensa y vimos también como han sido premiados con cargos en el Gobierno.

  • ¿Ustedes siguen reclamando una especia de Justicia completa para los responsables de la «masacre de Avellaneda»?

Siempre reclamamos eso. Veinte años y seguimos insistiendo y lo vamos a hacer veinte años más o lo que haga falta para que la Justicia llegue para todos. Veinte años de aquel día y seguimos trabajando más que la fiscal y que el juez de la causa; veinte años y seguimos presentando declaraciones testimoniales. Seguimos trabajando y vamos a seguir hasta nuestra última gota de sangre porque esta Justicia sigue mirando para otro lado y no hace justicia total con los responsables de aquella masacre…

  • Alberto, cómo se siente hoy usted, ¿a 20 años sin Darío?

Con el dolor en el pecho de la pérdida de un hijo, pero con mi hijo siempre presente. Nosotros seguimos en la vereda, en el camino, de la verdad y la justicia; un camino donde tenemos que enfrentar a todo el poder y sobre todo al poder político. Pero no hay nadie ni nada que nos corra de este camino, de este señalamiento que venimos insistiendo, en estos 20 años, de reclamar por los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán.

  • ¿Cómo recordar a Darío y Maxi?

S: Darío y Maxi creo que han quedado en la historia, formaron parte de una bisagra en la historia. Porque si no hubiese sido por el acompañamiento popular el día posterior a la masacre, de cientos y cientos de miles y miles de compañeros y compañeras, y también parte de la sociedad, (Eduardo) Duhalde se hubiese perpetrado en el poder político, con el pleno poder. Mientras tengamos esta Justicia, nuestros pibes no descansarán en paz y nosotros seguiremos la lucha. No nos conformamos con la condena social, que es importante, nosotros queremos que los autores intelectuales paguen entre rejas, condenados y junto con la población carcelaria común.