El cuartetero estaba en su mejor momento profesional hasta que un accidente terminó con su vida. Desde CLG repasamos su carrera
Por Mario Luzuriaga
El 24 de junio de 2000 no fue un día más. Esa mañana, el país se levantó con una trágica noticia: la muerte de Rodrigo Bueno. O simplemente Rodrigo, el Potro, ese cordobés con aires de «atorrante» que hacía divertir al país gracias a su música y alegría.
En la madrugada de ese día toda esa alegría se apagó cuando se conoció la noticia de la muerte cuando regresaba de un show a bordo de su camioneta junto a su ex esposa Patricia Pacheco, su hijo Ramiro y Fernando Olmedo, hijo del recordado cómico rosarino Alberto Olmedo. Ese accidente se llevó las vidas de los hombres.
Ese día estuvo gris y lluvioso. Todo un país lloró la muerte de este querido ídolo popular. Durante el día posterior se pudo ver el cariño de la gente al visitar la Municipalidad de Lanús, en donde unas 100 mil personas le dieron el último adiós al Potro. Algo que no se veía desde las despedidas de los artistas más admirados del país.
Sacando todos los escándalos que se vivieron por su herencia, y las horas de televisión que tuvo su madre Beatriz Olave, a Rodrigo hay que recordarlo con una sonrisa.
Rodrigo Alejandro Bueno fue un muchacho que siempre quiso triunfar en la música, siempre fue apoyado por su padre «Pichín» Bueno, quien lo asesoró hasta el día de su trágica muerte, antes que el Potro diera un concierto. De ahí en más Rodrigo siguió adelante y empezó a ganar terreno dentro del cuarteto y la movida tropical.
Ya en los últimos años de la década del 90, fue el «Rodrigazo». Allí se conocieron todos sus temas más conocidos como «Ocho cuarenta», «Lo mejor del amor», «Soy cordobés», «Yerba mala», entre otros. Tal fue su éxito que tuvo la oportunidad de viajar a Cuba para estar nada más y nada menos que con Diego Marandona, y allí le cantó por primera vez el hit «La mano de Dios».
A su vuelta, el Potro enfrentó lo que muchos no lograron: alcanzar la cima llenando 13 estadios Luna Park y a su término anunció su retiro de la música, pero no pudo despedirse con gloria, ya que esa fatídica madrugada el destino le jugó una mala pasada.
Sin dudas fue un golpe muy fuerte en el mundo del espectáculo, pero el legado que dejó fue su música, esa que levanta el ánimo de muchos o la que nunca puede faltar en cualquier baile, fiesta o casamiento. Ya pasaron 20 años de una madrugada triste y dolorosa. Pero el Potro no se fue. Sigue vigente con sus canciones y su mística cada vez que suena el «Ro… Ro… Ro… Rodrigo».