Por José Odisio - CLG
Por José Odisio
El Clásico aparece amenazante en el horizonte leproso. El partido con más carga emocional del año está a menos de diez días y pensar en lo que puede pasar es inevitable.
Por más que Heinze o los jugadores intenten minimizar el impacto que la proximidad del choque ante Central supone, la realidad es que desde lo deportivo, pero sobre todo desde lo anímico, el resultado del Clásico puede ser el impulso necesario para pelear todo en la recta final, o un golpe al mentón difícil de asimilar.
Newell’s transita un período de cierta regularidad en el juego. Los jugadores tiene la idea que propone Heinze bien impregnada en su cabeza y sus botines, y a veces mejor y otras peor, busca dentro de la cancha respetar ese estilo. Eso no significa que juegue bien o mal; tampoco garantiza éxito; pero no son once almas tiradas a la cancha a ver qué pasa.
Puede suceder -sucede bastante- que a muchos hinchas no le termine de convencer la idea. Le costó a Martino que tenía en cancha a Heinze, Máxi, Lucas, Casco, Scocco, el Patrón Guzmán y Pablo Pérez, como no le va a costar al Gringo que intenta lo mismo con Ortiz, Velázquez, Sforza, el incansable Gómez, el intermitente Ferreira, Recalde, Sordo y un Aguirre lleno de desfachatez e individualismo. Pero Heinze está convencido que es el camino y no va a retroceder, ni siquiera pretende tomar un atajo haciendo revolear una pelota cuando el peligro es inevitable.
Para sostener esta idea, para que el hinchas la acepte, el Clásico será un examen decisivo. Ganar entregará confianza interna, proyectará al equipo en la tabla y convencerá a muchos incrédulos. Perder sería una hecatombe. Y si bien primero está Estudiantes, no mirar la importancia del partido frente a Central sería un error. Y este Newell’s no tiene mucho margen para equivocarse.