Con las aperturas en el marco de la pandemia, la zona se ha reactivado y la circulación de gente es constante. Una vecina contó a CLG la situación que viven: “Hay noches que es un boliche a cielo abierto”
Cuando bares y restaurantes tuvieron la posibilidad de reabrir sus puertas, tras el aislamiento que generó la pandemia de Covid, la Municipalidad de Rosario les permitió a los negocios gastronómicos utilizar parte de la calle para colocar mesas, una vez que completen el aforo de ocupación bajo techo. Uno de los lugares que llenó las veredas y las calles de corralitos con mesas fue el barrio de Pichincha, que en los últimos años se ha convertido en un nuevo corredor gastronómico, elegido mayormente por la juventud.
Sin embargo, las medidas que tuvieron como objetivo evitar los contagios de coronavirus mientras permitían a los comerciantes trabajar con mayor cantidad de mesas, generó grandes inconvenientes para los vecinos de Pichincha, que vieron modificada su vida, su circulación y su descanso. Por eso, en los últimos tiempos han reclamado insistentemente al Municipio que se regule la situación y se termine la ordenanza que permite las mesas en la calzada. Para saber más del tema, CLG dialogó con una vecina, que afirmó: “Es imposible descansar. A veces se hace imposible hasta escuchar la televisión en tu propia casa. Es un barrio que no tiene descanso. Hay noches que es un boliche a cielo abierto”.
“Hay un desmadre de habilitaciones hace unos años. Nos está invadiendo y nos está llevando a una forma de vida que no era la que teníamos antes de que esto suceda. Todos los días nos levantamos y tenemos algo diferente. Los mobiliarios de cada comercio, estructuras como toldos quedan en las veredas y dificultan el transitar para todos los ciudadanos. Es un espacio público y todos tenemos derecho a poder transitarlo y muchas veces es complicado, de día y de noche”, expresó la mujer.
Asimismo, se refirió a una preocupación de los vecinos que habitan en la zona y que es justificada con una reciente emergencia médica que tuvo lugar recientemente: “El gran temor de todos los vecinos es que haya una emergencia. Ya sucedió que tuvimos que hacer hasta lo imposible para poder sacar una camilla sobre el público y los dueños del comercio que no colaboraban. Pasamos una camilla por sobre las mesas”.
Además de la gran cantidad de gente sentada en los bares, la vecina aseguró que quienes no consiguen lugar, “traen bebida, hielo y se ponen en cualquier lugarcito. A veces no podemos salir del domicilio de la cantidad de gente que hay”.
“Son situaciones que nos están diciendo que esto no da para más, que tenemos que cambiar las formas. Las ordenanzas no se cumplen. Nosotros no tenemos acceso a las habilitaciones ni ordenanzas y nunca sabemos dónde estamos parados. Nos hemos reunido en la anterior gestión y en esta. Nos prometen más control. En el día a día no lo vemos. Con el tiempo de pandemia, notamos que hubo un cese de esto, pero hoy día vemos que esto se está desmadrando de nuevo y no vemos soluciones”, afirmó la mujer a CLG.
“Cada día que nos levantamos encontramos una nueva situación, un nuevo peligro como las islas en la calle, los corralitos. Es un tema de 24 horas, comienza temprano con la carga y descarga de todos los proveedores, también obstruyen el tránsito, después el murmullo de la gente cuando los bares se llenan. Muchos de los bares están linderos a propiedades o frente a propiedades que tienen dormitorios a la calle y es imposible para esta gente descansar. A veces pareciera que es peor tratar de dialogar en buenos términos con los comercios o con los clientes porque después es peor. En momentos donde se pone música a muy alto volumen. Sonido de motores, equipos electrógenos constantemente”, añadió con preocupación la vecina.
Consultada por CLG sobre la posibilidad de abrir un diálogo con los comerciantes y llegar a un acuerdo, la vecina relató: “Hay vecinos que tienen un diálogo cerrado con los comerciantes, porque no pueden llegar a ningún acuerdo. Hay otros que escuchan y prometen cosas que no se cumplen. Cuando viene el público el cliente hace lo que quiere”.
“Nosotros queremos descansar, es un derecho. Hay horarios y horarios. Reclamamos que no se cumplen las ordenanzas, no hay control y cualquiera viene a este barrio a festejar lo que quiere, a la hora que quiere”, concluyó.