Mariana Franco sufrió la pérdida de su hija en 2016, a la que le diagnosticaron mal un cuadro de dengue hemorrágico. Ahí fundó la ONG "Nuestros Hijos, Nuestras Fuerzas". Conocé su historia
Por Santiago Ceron
Perder a un hijo o una hija es una de las peores cosas que puede atravesar una persona en su vida. Nadie está preparado para ese momento, sólo es dolor y angustia, más aún cuando la pérdida se pudo haber evitado. Pero la vida sigue y hay que salir adelante, aunque para eso se necesita ayuda.
Mariana Franco sufrió la pérdida de su hija en 2016, a la que le diagnosticaron mal un cuadro de dengue hemorrágico. A partir de ese caso, transformó su dolor en acción y creó la ONG «Nuestros Hijos, Nuestras Fuerzas», destinada a asistir psicológicamente a padres y madres que perdieron a un hijo.
CLG pudo dialogar con la fundadora de esta especial organización para conocer cómo hizo de su búsqueda de justicia un espacio de apoyo a otras personas que sufrieron situaciones similares.
La partida de Julieta
Para poder entender el nacimiento de «Nuestros Hijos, Nuestras Fuerzas» primero hay que conocer la historia de Julieta, hija de Mariana Franco. Julieta tenía tres años cuando un día su madre la observó decaída. Siéndole fiel a su instinto, Mariana pidió atención médica en su casa. «La médica me miró con cara de ‘sos una exagerada’. Me dijo que tenía faringitis y que le dé ibuprofeno». Y ese fue el primer error.
Julieta pasó esa noche sin problemas, pero a la mañana siguiente volvió a estar decaída. «Ese día casi no comió, que no me pareció raro, pero cuando me dijeron que no había jugado me di cuenta que algo estaba mal», contó Mariana. Inmediatamente la llevó a la Clínica del Niño de Quilmes, centro de salud que se convertiría en el desencadenante de esta tragedia.
«Desde que la empezaron a atender hubo falencias, de entrada le dieron antibióticos de amplio espectro, nunca le hicieron un isopado. Pasó la noche en un box de la guardia, comos si no fuese nada, pero tenía una hipotermia terrible», contó Mariana. Luego de que los médicos desperdiciaran horas buscando una bacteria inexistente, decidieron trasladarla a una habitación recién cuando entró en una situación crítica, sólo para volver a administrarle otro antibiótico.
«Ellos se dieron cuenta que la nena empeoraba pero no me lo querían decir. Me decían que la trasladaban para que esté más cómoda». Pasaron 17 horas sin que Julieta mostrara una mejoría. Recién en ese momento decidieron que había que internarla en terapia intensiva, pero cuando empezaron los preparativos para trasladarla ya era demasiado tarde. Primero una faringitis, luego una bacteria: dos diagnósticos errados que terminaron con la muerte de una nena por dengue hemorrágico.
Del sufrimiento, una lucha
La incierta partida de Julieta desató una cruzada que creció como una bola de nieve. Desde el primer momento Mariana supo que había pasado algo raro: «Cuando empecé a preguntar cosas me di cuenta que me evadían. Pedí la historia clínica y me dijeron que tenía que esperar 10 días. Les dije que no iba a esperar, así que fui al día siguiente. Me dieron una copia totalmente modificada».
«En una primera reunión me habían dicho que iban a guardar la sangre de Julieta por 14 días. Por eso solicité que me den los hemocultivos. Me hicieron esperar media hora hasta que vino una médica y me dijo que la sangre de mi hija había sido descartada por error», contó.
Ese preciso «error» fue el que dio inicio a una enorme lucha que tuvo al dolor como combustible, que contó con marchas contra la clínica, denuncias penales y que fue sumando padres que atravesaron situaciones similares con el mismo centro de salud. «Tuve que hacer todo lo que implica a la Justicia: exhumar el cuerpo, autorizar la autopsia, y más. A partir del caso de Julieta se levantaron más de treinta casos de la misma clínica».
Las marchas, cada vez más numerosas, tuvieron tal impacto que la clínica dispuso una perimetral de 500 metros sobre Mariana y otros padres por tiempo ilimitado: «Es increíble que un juez lo haya autorizado. Creo que si hoy paso por adelante de la clínica me meten presa».
La lucha de Mariana hizo despertar a una treintena de casos contra la Clínica del Niño de Quilmes, pero no prosperaron: «La Justicia los fue cerrando con justificaciones irrisorias. El caso de Julieta no fue cerrado porque se volvió muy mediático a nivel nacional y tendría una repercusión muy grande si se desestima».
De la lucha a la ONG
Entre movilizaciones, denuncias y causas penales, Mariana notó un vacío en su situación, una falta de soporte y contención: «Me di cuenta que cuando nos dirigíamos a una psicóloga no nos llenaba porque no habían pasado por lo mismo. Te tratan de brindar lo mejor, pero no atravesaron nuestra situación».
Por su experiencia como psicopedagoga, Mariana entendió que hacía falta un espacio para un grupo de personas que atraviesan un momento desgarrador e incomparable en su vida. Por eso se empezó a formar la idea de una ONG: «La idea surgió de una persona que me acompañaba a las marchas, había un vacío que nadie llenaba».
Entonces comenzó el proceso para fundar esta organización: papeles, solicitudes, permisos. Hasta que llegó el tiempo de confirmar el día del lanzamiento oficial, y allí llegó un mensaje que no podía ser casualidad: «Considero que mi ángel siempre está atrás de cada paso que doy, porque cuando Entidades de Bien Público de Quilmes me dio una fecha para fundar la ONG me dieron el día en que mi hija hubiese cumplido cinco años».
Esta fue una señal de buenos augurios para esta ONG que se fundó bajo el nombre de «Nuestros Hijos, Nuestras Fuerzas», destinada especialmente a padres y madres que hayan perdido a un hijo o una hija menor a 21 años. El objetivo de Mariana es que entre los propios integrantes del grupo se den un apoyo mutuo, para poder transmitir sus experiencias.
«El primer paso es una entrevista de admisión con una psicóloga para ver cómo llega cada persona. Luego se los incluye en un grupo de autoayuda, porque ¿quiénes mejores para acompañar que otras personas que hayan pasado por lo mismo? No hay dos caminos iguales pero hay ciertos puntos en los que todos coincidimos», indicó.
A parte de los grupos de autoayuda, también se brindan talleres. Uno de ellos, quizás el más importante, es el de muralismo: «Hacemos murales con el arco iris como objeto central. Yo siempre dije que Julieta es mi arco iris, desde que nació. Se pinta un mural por cada ángel de la ONG y cada mamá elige la frase y lo que quiere plasmar».
Resiliencia, la clave
Si hay un aspecto innegable en Mariana es su fuerza, su ímpetu de salir adelante. Luego de lo que atravesó cualquier persona puede caerse y darse por vencida, pero ella no. Ella transformó ese sufrimiento en un motor que no se detiene: «Mi vida no es fácil, pero la resiliencia y el amor de Jesús te sostienen. Entablé un vínculo con Juli, que yo sé que vive en mí, tengo que llevar adelante una misión en esto».
«Considero que las cosas suceden porque algo tenemos que aprender. Nada de lo que me pasó lo considero como un castigo, me tocó a mí como le podría haber tocado a otra persona. Mi manera de salir adelante fue la lucha por la verdad, fue el mirar hacia el costado y ver que había otras madres que habían pasado por lo mismo. Muchas se animaron a denunciar después de conocer mi caso», agregó.
Por eso resaltó la importancia que tiene «Nuestros Hijos, Nuestras Fuerzas» en su vida y en las de los demás: «La ONG fue un proyecto trascendental para que Juli fuera inmortal. La ONG va a seguir yo esté o no esté, alguien la va a llevar adelante. Hoy siento que si no estoy yo las cosas no funcionan, pero sé bien que otro va a seguir adelante».
El dolor de perder un hijo sólo lo conoce el que lo vivió y Mariana logra poner su experiencia en palabras: «Cuando un hijo parte al cielo lo mejor que te puede pasar es que tu corazón explote en el mismo segundo en el que te dan la noticia, pero eso no pasa, lamentablemente uno sigue respirando y tenés que hacer algo. Hay mucha gente que cae en depresión y no se puede levantar. Pero yo no me podía caer. Basándome en la resiliencia, transformado lo negativo en fuerzas, hoy sigo».
«En mi camino no faltan piedras, pero tengo la suficiente fuerza para ir pateándolas de a una», dice Mariana, un inmejorable ejemplo de lucha por la verdad y por la justicia, de seguir a pesar de los duros embates de la vida, de seguir caminando cuando parece que adelante no hay camino.