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Reflexión

Solo para locos: desde el misterioso universo a la vana vida de algunos dirigentes


Por Carlos Duclos

Hace apenas unos meses, la comunidad científica astronómica se vio conmovida por un nuevo descubrimiento: la presencia de «algo extraño» en los alrededores de la Vía Láctea, la galaxia al que pertenece el sistema solar. No se sabía de la existencia de este cúmulo que, según los investigadores, se podría tratar de otra pequeña galaxia satélite de la nuestra y que está siendo, literalmente, devorada por ella.

No hace mucho, meses apenas, por primera vez en la historia de la humanidad la ciencia logró fotografiar un agujero negro en el universo. Algunos medios españoles señalaron respecto de este suceso que “este agujero negro tiene 6.500 millones de veces más masa que el Sol y está ubicado a unos 55 millones de años luz de la Tierra”. Para ser más preciso en cuanto a la distancia que se encuentra esta formidable masa, dígase que si un ser humano pudiera viajar a 300 mil kilómetros por segundo en el espacio (velocidad de la luz) demoraría 55 millones de años en llegar a él ¿Se imagina el lector de qué se trata esto?

Claro que circunstancias asombrosas como esta hay muchas, como que el ser humano no sabe, pese a su soberbia, cuantos cientos o miles de millones de galaxias hay en el universo y si este es el único universo. Hay quienes dicen que hay más, muchísimos más.

Pero, ¿por qué hablar del macrocosmos? Hablemos de nuestro planeta: aún no se ha descubierto todo lo que hay en el fondo marino y hace pocos días se descubrió un nuevo batracio del que no se sabía su existencia.

Cualquier neurocientífico podrá decir, por ejemplo, que tampoco el hombre ha logrado descifrar el potencial del cerebro y desconoce por qué se producen algunas patologías, o como es que hay personas que poseen ciertas gracias o dones.

Pero la locura y soberbia de algunos humanos son tales, que no advierten que sus vidas son más fugaces que una partícula que atraviesa el cielo nocturno en un instante. En la insensatez y el disparate, muchos de aquellos que se suponen dirigentes (no solo políticos, claro) son ejemplos y propulsores de odios, divisiones, rencores y mezquindades; malgastan vida en la defensa de viles intereses, de maculadas políticas, llevando al hombre común al enfrentamiento y la desdicha, a la pobreza material, espiritual e intelectual.

Y así se produce pobreza, hambre, enfermedades, postergaciones injustificables, un planeta sojuzgado por la estupidez y exclusiones tristes de unos y una absurda persecución de extraordinarias riquezas y poder de  otros, lo que hace un estado de cosas que se observa diariamente y que provoca pena e indignación  en los espíritus sensatos.

Rinden culto algunos al dios de la guerra y a los ángeles de la violencia y de la injusticia social. Todo como si fueran Zeus eternos en el Olimpo. Pura e imbécil vanidad. Dilapidación de vida que es, como decía Shakespeare, “apenas una sombra que pasa”.