Por Gonzalo Santamaría
Entre bancos de plaza donde circula el mate, gente haciendo ejercicios y ostentosos edificios, llega a la esquina de Rioja y 1ro de Mayo el primer comensal, son las 18:48. El segundo aparece pasadas las 19. Se sienta y espera, con los ojos puestos contra la avenida Belgrano, a la espera del camión que le traiga su plato de comida diario. La Plaza Barracas de las Ceibas es la primera parada de los Ex Combatientes, aunque todo comienza mucho antes…
CLG se subió al transporte del Centro de Ex Combatientes de Rosario para vivir en primera persona una de las tradicionales noches de frío, donde reparten alimento caliente a personas en situación de calle. Desde hace ya 17 años, intentan paliar la crisis alimentaria que transitan quienes no tienen un hogar fijo y de esa manera, expresar su gratitud con la sociedad.
Desde el mediodía el depósito donde guardan la cocina y el móvil es el lugar donde se inicia la, ya clásica, práctica. Preparan las porciones durante toda la tarde y cuando las luces de la ciudad se van prendiendo emprenden viaje hacía su primera parada, a metros del Monumento a la Bandera. Con poco más de 14 grados comienza la noche, pocas estrellas y cuatro personas que aguardan por el plato de hoy: guiso de lentejas y arroz.
A las 19:26 dobla el camión por la Avenida, sube por Rioja y frena en 1ro de Mayo. En menos de un minuto la cocina ya está abierta y los partícipes de esa noche ya están sirviendo los platos para repartir. Forman fila, primero dan el pan y las porciones empiezan a salir. El primero en comer es Gabriel, que se muestra muy feliz por la acción.
Pasaron los primeros y la noche está recién comenzando. La ruta sigue por calle Rioja. Chicos preguntan por la próxima parada, le indican, doblan en Entre Ríos y frenan en San Luis: la Plaza Sarmiento es su segunda estación. A lo lejos se ve la cola, más de 60 personas pacientes por su turno de cena. “Siempre son los mismos”, se escucha dentro del automóvil donde viajó CLG.
Daniel Britos, Raimundo Villagra, Roberto Sosa, Eleutebio Cardozo y Oscar Cabral son los encargados de esta actividad en el centro. Entre la fila armada, los vecinos pasean sus perros y las tenues luces de la plaza alumbran con lo justo la cena de decenas de personas en la misma plaza.
“Esto es un espectáculo”, lanza Joel junto a su compañero Martín, que recordó sus primeros días donde él se acercaba y “eran los mismos los que repartían”. “Antes pasaban por la peatonal”, rememoraron ambos, vendedores ambulantes que se ven beneficiados por la solidaridad.
Sirven sin demorar, la gente se suma y pasa. Un plato por persona. La Municipalidad, mediante Promoción Social, le brinda al Centro de Ex Combatientes los recursos necesarios para poder llevar a cabo esta actividad que en 2018 demandaba en promedio 200 raciones y este año llegan a las 350 junto a 20 kilos de pan.
“Vamos”, grita Britos, conductor designado del grupo y rápidamente todos suben dentro del móvil que arranca nuevamente. De copiloto Villagra, encargado de organizar a la gente, atrás Cardozo que reparte el pan, Sosa sirve la ración y Cabral distribuye los platos. Así se organizan,
Los tramos de viaje fueron los momentos donde se analizaba la noche. «Hay gente que no está en situación de calle», reveló Sosa. “Te lo dicen ellos, ‘no le podemos dar de comer a mis hijos’”, se lamentó el rosarino.
Entre Ríos, San Juan, Corrientes, San Luis y directo hasta San Martín: plaza Montenegro. Otra formación que se divisiva a lo lejos, más de 50 y cuando el camión frena se acerca con su paso cansino “La abuela” (de la cual se desconoce el nombre) y sin esperar se lleva el primer plato. La complicidad entre los comensales y los ex combatientes es total.
En la fila se siente: “Nos robaron el 20 de junio” y los defensores de Malvinas asienten.
Carlos, sentado en los bancos de la plaza, expresa su felicidad por la inminente apertura del nuevo galpón, en Fisherton, ya que él viaja todas las noches para comer y con la nueva adquisición del Centro de Ex Combatientes le va a quedar “cerca” de casa.
La fila se termina, el motor vuelve a arrancar. “Cuando no venís te extrañan”, sentencia Cardozo. El chaqueño formó parte del ejército en la guerra y ahora utiliza el lenguaje militar para hacer reír a los que esperan.
San Luis, Juan Manuel de Rosas, Montevideo, Colón, Avenida Pellegrini y la esquina de Ayacucho hacen parar nuevamente las ruedas. “La Rubia” espera junto a su hija de 7 años. “Nosotros la conocimos estando embarazada”, expresa Sosa, ex fuerza aérea en las Malvinas.
Cuando todo estaba predispuesto para seguir llega corriendo un chico, la solidaridad se impone. Entonces vuelven a abrir, le sirven y parten de nuevo.
“Mirá la Bandera”, marca Britos desde el volante en Pellegrini al 500: la insignia patria se extendía de punta a punta en el balcón de una casa. El conductor formó parte de la infantería marina en las Islas y la celeste y blanca lo sigue emocionando.
Suben y bajan. Arman la cocina a leña que tiene más de 70 años y sigue funcionando. La plaza López es un nuevo punto de encuentro entre los soldados y la gente.
“Formen final”, desliza Cardozo firmemente, con una sonrisa y palabras de un batallón que hace reír. Los “trapitos” son sus principales consumidores, allí más de 30 personas comen.
El camino siguió por la avenida y entre estación y estación los máximos participes de la última guerra de la Argentina manifestaron el porqué de su acto. “Cuando estuvimos allá se portaron muy bien”, dijo Sosa en primer lugar, acto seguido se sumó Cabral: “Sabemos lo que es el sufrimiento”, afirmó el integrante del ejército y, al igual que Cardozo, nacido en Chaco.
Sin embargo, con mucha seguridad, y avalado por sus compañeros, el encargado de repartir el pan y hacer reír fue contundente: “Nosotros le debemos al pueblo”.
Los 74 días en las Islas, defendiendo la soberanía argentina, motivan a los soldados nacionales a sentirse en “deuda” con la población.
Pasando Sarmiento, siempre por el paseo Pellegrini, vuelve a frenar. “Pará acá, hay muchos chicos”. “Tome soldado”, vuelve a señalar Cardozo y entrega un mignon. Entre plato y plato, vecinos se acercan, brindan su apoyo con palabras de aliento y donan juguetes. “No agarramos plata”, explica Sosa a CLG y continua: “Lo mandamos al Centro (Ayacucho 1477), a nosotros no nos interesa”.
En Pellegrini y Entre Ríos vuelven a detenerse, una mujer se acerca y alienta a los ex combatientes y les ruega: “Desfilen por Pellegrini la próxima vez, acá vamos a salir todos”. Es que el 20 de junio en Rosario, la ausencia del desfile por el día de la Bandera se sintió.
Antes de irse, otra familia llega, las viandas retomaron su camino y otro transeúnte de la avenida se hizo sentir: “Que Dios los bendiga”. El trayecto continúa, la gente saluda, saca fotos y en respuesta los protagonistas levantan el pulgar, las bocinas en festejo de la acción diaria son normales, los aplausos llegaban dentro del automóvil. “Nos respetan” dice Sosa y agrega rápidamente: “Nos sentimos realizados, nos hace muy bien esto”.
“Vamos”, aclama Britos nuevamente y pone primera. En el trayecto aparece una barra de chocolate, se parte y comparte. “Esto es Malvinas, acá se comparte todo”, afirma uno de los rosarinos, Roberto Sosa.
La última parada es una esquina icónica: Pellegrini y Moreno. Los tribunales son el fondo de la entrega de las porciones. Más de 120 raciones por la avenida.
La rotonda de Oroño marca el camino, el boulevar fue momento de charla en el viaje donde se sentía la familiaridad entre ellos. La familia, otro punto importante en esta situación: “Saben lo que hacemos y sentimos, pasamos 10 horas diarias con esto y nos apoyan”.
“Lo hacemos con amor… no damos comida, damos amor”, subraya Raimundo Cabral, correntino y parte del ejercito de Malvinas. El Centro de Combatientes de Rosario comenzó con estas recorridas y la constancia de 17 años hace que sea la más importante del país.
Oroño, San Lorenzo, Balcarce, Santa Fe, sigue el recorrido. La siguiente parada la Terminal de Ómnibus. La llegada hace levantar a la gente. Más de 100 personas apostadas en la esquina de Santa Fe y la cortada Bartolomé de las Casas. Allí “tumban” la cocina para repartir los últimos platos. Los chistes entre los que sirven y la fila corren a la misma velocidad que las porciones. Queda claro, a los Soldados de Malvinas los quieren y ellos devuelven ese afecto de la misma forma.
Siguen por Santa Fe y el automóvil modelo 82 donado por el Correo Argentino dobla por Avellaneda. Última parada, la puerta de la Parroquia de San Francisco Solano. Cierran como empezaron, con 4 platos que son el paréntesis de más de 300 cucharones de guiso. Les agradacen y desean buenas noches. El camión hace su camino final para volver al galpón y terminar la noche con casi 9 grados.
En la puerta del mismo un hombre espera cada noche con su olla para llevarse “la sobra” cerca de las 22:30. Con el último comensal satisfecho, en casi 15 minutos limpian la cocina mientras la Selección Argentina de fondo juega la Copa América.
Cierran el portón para volver al día siguiente. Los Ex Combatientes, noche tras noche siguen (valga la redundancia) combatiendo, en este caso la crisis alimentaria de la Argentina. Siguen en servicio de la República y se sienten en deuda con el pueblo, aunque claramente no lo estén.