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Recuerdan a Montaldo, a 50 años de su llegada al Ludueña


Por Diego Carballido

Un 22 de marzo, pero de 1930, nacía en San Nicolás Edgardo Montaldo. El hijo mayor de una familia numerosa que fue popularmente conocido en el Ludueña como el “padre Edgardo”, o simplemente “el viejo” entre los que le tenían más confianza.  En la capilla Santa Rita, que lo albergó durante su tarea eclesiástica, esta semana celebraron los cincuenta años de su llegada al barrio con una mateada para recordarlo a casi un año y medio de su fallecimiento.

«Cuando él vino no había nada de todo lo que vemos hoy. La escuela y las obras del barrio son el producto del trabajo en conjunto con los vecinos» cuenta Lucas Villca, uno de los jóvenes que se formó desde chico junto con el padre Montaldo, y hoy es uno de los docentes de herrería en la escuela nocturna del barrio. «Mi vieja, en los noventa, era de Empalme y se mudó porque había escuchado que en el Ludueña había un cura que daba de comer» dice Lucas, y recuerda: “Fui de la camada que se enganchó con el Pocho (Lepratti). Y a finales de los noventa, Edgardo laburaba con las madres y el Pocho con los más jóvenes”.

El cura rebelde

«Yo lo consideraba un amigo al viejo. Puso la voz por todos nosotros. Era un cura rebelde y sin sotana. Tenía otra forma de hacer el trabajo religioso; mucho más humilde» dice Lucas, mientras comparte anécdotas vividas en las calles del mismo barrio que hoy lo recibe como docente: «En el 2007, le agarró el primer ACV y quedó con problemas de movilidad. Al poco tiempo, empezó a andar en un triciclo. Tenía, en ese momento, casi ochenta años y un desgaste terrible, sin embargo, le metió cabeza y corazón para volver a andar .Ya en el 2012, le agarró el segundo ACV y volvió a salir adelante. No paraba, era increíble».

A lo largo de casi medio siglo de trabajo de base, la obra del padre Edgardo hoy se ve reflejada en las distintas organizaciones que albergan a los cuarenta y cuatro mil vecinos que conforman el Ludueña. “De una situación adversa hizo una obra gigante. Hoy funcionan tres escuelas, un taller de oficios, el centro de día Saltimbanquis y el comedor Betania, donde también funciona la ONG, Desde el pie,  que trabaja las cuestiones de género. Después, existen nueve comunidades eclesiásticas de base, que durante los noventa funcionaban como comedores comunitarios, está el Bodegón Cultural Casa de Pocho y el Club Edgardo Montaldo”, detalla Lucas, y agrega: «Él recibía a todo el mundo, inclusive si no eras del barrio, no hacía distinciones ni por cuestiones religiosas o ideológicas, no le importaba. Se esforzaba para poder darles a todos un plato de comida. Al viejo lo definiría como el barredor de tristezas. Porque la gente que pasa hambre ya está en el último de los escalones de las penurias, y él barría con todo eso».

Necesidades del presente

Si bien la obra y el legado de Montaldo fueron muy grandes, en la actualidad, las necesidades en el Ludueña no dan tregua y el panorama obliga a seguir trabajando por los más necesitados. Según Lucas: «Están llegando familias de otras provincias y hay mucha gente sin laburo. Se nota en los comedores comunitarios, tanto en Betania como en el comedor de la escuela nocturna, que siempre están llenos. Hay gente que la está pasando muy mal. Mientras algunos no saben cómo hacer para pagar los impuestos, otros están eligiendo cuándo comer, si al medio día o a la noche». Finalmente, para Lucas, es momento de continuar con el trabajo del padre Edgardo porque: “Él nos decía que nos comprometiéramos, que no nos hagamos los giles frente a las necesidades”.