El Gobierno continúa una larga tradición argentina de falsificación de su moneda, que constituye una exacción forzosa de su poder adquisitivo devaluando su cotización frente a las monedas fuertes
Por Agustín Etchebarne (Director de la Fundación Libertad y Progreso)
La cotización del dólar paralelo se acerca a los 200 pesos. Esto ocurre por una combinación de datos reales, expectativas y regulaciones que distorsionan el libre funcionamiento del mercado.
En primer lugar, el Gobierno aumentó el déficit fiscal, que terminará el año en aproximadamente 11% del PBI (excluyendo las rentas del BCRA y de la ANSES).
Parte de ese déficit se financia con la emisión de moneda que ya alcanzó un 80,5% contra el año anterior.
Es decir, el Gobierno continúa una larga tradición argentina de falsificación de su moneda, que constituye una exacción forzosa de su poder adquisitivo devaluando su cotización frente a las monedas fuertes.
Esto se vio momentáneamente amortiguado por un circunstancial aumento de la demanda artificial de moneda por el simple hecho de que mucha gente está todavía encerrada en cuarentena.
Las expectativas incluyen también la historia que ha dejado una muy mala reputación para los políticos y economistas argentinos con el manejo de las finanzas públicas y del valor de la moneda.
Para colmo, el Gobierno ya demostró que no tiene intenciones de cambiar la historia.
Su receta es la misma de siempre, aunque esté totalmente agotada: gastar más, aumentar impuestos, devaluar, endeudarse y trabar la economía con nuevas regulaciones.
Este último aspecto agrava la situación, no la mejora. El Gobierno intenta retrasar el aumento de los precios con permanentes cambios en las regulaciones; precios cuidados, tarifas congeladas, jubilaciones que suben menos de lo que fijaba la ley, paritarias demoradas o que reflejan sólo parte del aumento de la inflación y controlando el tipo de cambio.
Así, el dólar oficial aumentó su cotización un 26% en 12 meses.
Naturalmente, la inflación reprimida aumenta el temor y el deseo de refugiarse en el dólar a como dé lugar, vaciando de reservas al Banco Central.
Intenta controlar el problema limitando también las cantidades, cada vez con mayores restricciones, CEPO, CEPO (plus).
Pero la fuga hacia el refugio de moneda dura naturalmente continúa y se amplifican las distorsiones que se pueden ver en el tamaño de la brecha cambiaria, que ya supera holgadamente el 100%.
Las expectativas se forman con todos esos datos y muchos otros vinculados a la política y a la sociedad: el aumento de la pobreza, la indigencia, la criminalidad, la toma de tierras, el hartazgo de la cuarentena, los desencuentros políticos…
Pero siempre mirando hacia el futuro.
Y el propio Gobierno agrava la situación porque promete para el futuro continuar con un déficit de 6% para el año próximo, lo cual sería compatible con una inflación de 60%, no del 28% como indica el presupuesto, y que puede agravarse porque probablemente se debilite la demanda de dinero al salir de la cuarentena y reactivarse los sectores cerrados, con lo cual la inflación del año próximo podría ser muy superior.
Con este oscuro panorama, y con nuestra historia de los últimos 80 años, no sorprende que muchos esperen un nuevo salto inflacionario y teman nuevas confiscaciones de la propiedad privada, como fue el Ahorro Forzoso de Alfonsín, el plan Bonex, la pesificación asimétrica, nueve defaults…
Tampoco puede extrañar que los depósitos en dólares hayan sufrido una nueva vertiginosa caída cuando los diarios vienen informando que se acabaron las reservas líquidas del Central (u$s -1.100 millones).
Otros analistas buscan mirar «la paridad real de equilibrio», que sería lo que permitiría obtener un balance positivo de divisas sin generar la famosa supuesta «restricción externa».
Estos analistas muestran el superávit comercial de la Argentina y mirando el tipo de cambio real histórico juzgan que el dólar oficial está cerca de esa paridad, lo cual dejaría como «ridículos» a la cotización del dólar blue, el contado con liquidación o el MEP.
La cotización actual del dólar paralelo efectivamente se asemeja a los períodos de grandes crisis, aunque todavía no llega al de las hiperinflaciones.
Para comprender quién tiene razón, Pablo Torres Barthes nos recuerda que siempre es bueno releer a Juan Bautista Alberdi, quien en el Tomo VI de sus escritos póstumos sostiene: «El Estado puede fijar y declarar el valor; pero no puede crearlo.
El oro tiene un valor que no es una obra del gobierno. Una ley puede declararlo sin valor: el oro se reirá de la ley y todo el mundo dará la razón al oro, dándole el valor que no dará a la ley».
George Soros introdujo un concepto que denominaba «reflexibilidad», según el cual los mercados anticipan el futuro, pero no siempre aciertan.
En Wall Street se suele decir que «los mercados predicen seis de cada cuatro recesiones».
Y Soros describe su reversa: en algunos casos la fuerte recuperación de los precios bursátiles suele provocar el aumento del consumo y de las inversiones que posteriormente justificarán el valor que inicialmente lucía exagerado.
Pero eso se da en un contexto de mercados libres. Todo eso se distorsiona con la acción de los bancos centrales. Y en el caso argentino la intervención estatal es desmesurada, atolondrada y brutalmente ineficiente.
El supuesto «equilibrio» requiere recuperar la confianza, pero eso sólo se lograría haciendo el conjunto de reformas estructurales que permita liberar los mercados, desregular, reducir impuestos y achicar el gasto para eliminar el déficit fiscal.
Tal vez, la eliminación del peso y la libertad de monedas sea la mejor manera de encarar estas reformas, eliminando una de las principales causas del empobrecimiento de los argentinos, como afirmaba el propio Alberdi.