Por Carlos Duclos
Los padres no pagan por los pecados de los hijos y, en esa misma línea de pensamiento, los hijos no pagan por los crímenes de sus padres. Esto no solo responde a una cuestión de sentido común (hoy en proceso de extinción) sino que proviene de un viejo principio filosófico-jurídico-religioso estampado primeramente en el Antiguo Testamento y luego seguido por diversas corrientes de pensamiento. El sabio Ezequiel dijo que «ningún hijo pagará por el pecado de su padre, ni tampoco ningún padre pagará por el pecado de su hijo. El hombre justo será juzgado por su justicia, y el malvado será juzgado por su maldad».
Este principio no solo se refiere al juzgamiento en Tribunales, sino a la preservación del honor de una persona o familia cuando alguien de ella se sale del ajuste a las normas. Sin embargo, este principio de oro y que debería vivir vigorosamente en el mundo de la ética, brilla por su ausencia en el periodismo show de nuestros días.
En efecto, en las últimas horas casi todos los canales de TV dieron a conocer que “el hijo de” una conocida conductora y “el pariente de” un político, habían sido detenidos por motochorros. Eso sí, de la identidad de estos supuestos malhechores, nada. Solo figuraron en muchos medios de comunicación como el hijo y el pariente de famosos.
Y son estos famosos los que quedaron proverbialmente escrachados ante la sociedad. “¡Mirá, tiene un hijo ladrón!”. “Miralo vos al ex diplomático, tiene un familiar motochorro!”. Guste o no, este disparate periodístico da cuenta de una sociedad degradada en valores fundamentales que también consume a menudo estas futilidades grotescas y dignas de ser repudiadas.
A ciertos medios y a algunos periodistas, está claro, les importa no más que el rating, y por él son capaces de destruir a una persona o a una familia sin que sientan la más mínima compasión. Y ello solo porque la ley del mercado indica que con estas estratagemas funestas se vende más.
Esta ley del mercado, respetada a rajatablas por mediocres comunicadores y humanos de nivel crítico, a quienes nada le importa que una madre se muera de dolor no solo porque su hijo ha tomado un camino equivocado, sino porque ella misma ha sido maculada, no tiene piedad. No es la primera vez que sucede.
¿Es justo que a una persona se la estigmatice por el pecado de un familiar? El sentido común nomás dice que no, que es absolutamente injusto. Pero de sentido común no puede hablarse en una sociedad en donde los propios hacedores de justicia cantan y bailan, ebrios de estupidez y corrupción, sobre sus desechos.