Análisis

Opinión: «Se viene un mundo hostil no hay margen para errores»


Por Diego Añaños

Por Diego Añaños

El FMI advirtió que la segunda oleada de coronavirus afectará severamente el nivel de la actividad económica en la Zona Euro, especialmente en el último trimestre de 2020 y el primer trimestre de 2021. El organismo estima que se necesitarán ayudas masivas en la región, y que los países más endeudados tendrán que solicitar que se habiliten las líneas del plan europeo de recuperación o del fondo de rescate (MEDE) para sortear la crisis. Según las proyecciones de los técnicos del Fondo la profundización de la crisis obligará a los estados a sostener los programas fiscales de asistencia por más tiempo de lo previsto inicialmente si la situación mantiene la misma línea de evolución en el tiempo. Pero en el caso de producirse el escenario más pesimista, no se descarta un aumento de las defensas a nivel comunitario. Todos los incipientes esbozos de recuperación económica se han desvanecido por la segunda ola de contagios, y todas las esperanzas están cifradas en la vacuna que permita frenar al virus. De este modo, el FMI avala la tesis de Bruselas de que no habrá recuperación hasta que no cese la pandemia, luego de constatar, y leo textual: “los devastadores” costes “humanos y económicos” del brote en Europa.

Una situación en la que la crisis se prolonga en el tiempo sólo habilita la construcción de dos escenarios posibles: un aumento de la cooperación internacional o una fuerte cerrazón de las economías, en un intento de protegerse de la tragedia global. En ese sentido, buena parte de la mirada de los analistas se sitúan en la evolución del conflicto comercial entre EEUU y China. Algunos especialistas especulaban con que nuevo presidente produciría un giro copernicano e intentaría acercarse al gigante asiático. Desde esta columna siempre supusimos que, más allá de las excentricidades comunicacionales de Donald Trump, no había demasiadas razones para pensar que Biden modificara drásticamente la política comercial de los EEUU. Los hechos parecen darnos la razón. El demócrata despejó casi todas las dudas en una entrevista concedida a The New York Times cuando aseguró que su objetivo será poner límites a las “prácticas abusivas” de Xi Jinping. El presidente electo puntualizó que se concentrará en la aplicación de políticas comerciales que permitan generar avances en cuatro áreas claves: el robo de propiedad intelectual, el dumping de productos, los subsidios ilegales a las corporaciones y la obligación de transferencias de tecnología. A continuación afirmó que no tiene prevista ninguna modificación del esquema tarifario, por lo que nada cambiará por el momento. En concreto, confirmó que no eliminará los aranceles del 25% que Donald Trump impuso a casi la mitad de las importaciones chinas. Y para no dejar dudas aseguró: “Quiero asegurarme de que vamos a luchar como el infierno invirtiendo en Estados Unidos primero. No voy a firmar ningún acuerdo comercial con nadie hasta que no hayamos hecho grandes inversiones aquí en casa, en nuestros trabajadores y en educación”. Joe Biden y Xi Jinping volverán a verse las caras después de un tiempo, pero son viejos conocidos, ya que mantuvieron numerosas reuniones cuando el demócrata fungía como vicepresidente de Barack Obama.

Como vemos, y como veníamos diciendo, el escenario internacional se ha vuelto progresivamente más hostil, y el cuidado de las relaciones diplomáticas demanda no cometer ningún tipo de error no forzado. En este sentido, la gaffe del canciller Felipe Solá luego de la charla de Alberto Fernández y Joe Biden, le anotó un punto en contra a la diplomacia argentina. Recordemos que, fruto de un malentendido, el canciller no pudo estar presente durante la conversación entre ambos mandatarios. Al final de la misma, y al ser abordado por la prensa, afirmó que se estaba trabajando para cambiar a Mark Rosen, director de los EEUU en el fondo, a raíz de los desacuerdos con el equipo negociador argentino. Lo verdaderamente lamentable es que el tema no fue tocado durante la charla, al menos oficialmente y se desató un pequeño conflicto diplomático.

Rosen llamó inmediatamente a Sergio Chodos, representante de la Argentina ante el FMI para pedirle explicaciones y se puso en marcha el plan salvataje. Junto con Martín Guzmán, consiguieron que el vocero presidencial, Juan Pablo Biondi, se comunicara con la agencia internacional que levantó las declaraciones del canciller e hiciera una “aclaración” del “malentendido”. A continuación, Chodos, Guzmán y Rosen compartieron una charla distendida, claramente “para la foto”, con el objetivo de disipar cualquier duda.

Afortunadamente el control de daños funcionó aceitadamente, pero Solá deberá ser mucho más cuidadoso de aquí en adelante. Es uno de los peores momentos de la historia para cometer errores diplomáticos de este calibre, especialmente ante una inminente visita de una misión argentina a Washington para avanzar en el acuerdo caído con el FMI.