Por Diego Añaños
Si hubiera ocurrido en una gala del Bailando, seguramente le presentación se hubiera llevado un 10. La coreografía redonda, la coordinación ajustada y el bailarín hecho una pantera. Sergio Massa anunció el nuevo dólar soja/Sergio, y al día siguiente la cotización del dólar blue se pinchó mágicamente. Y no sólo eso, se venía negociando diariamente un volumen que fluctuaba entre las 100 mil y las 150 mil toneladas, pero en los últimos tres días se negociaron alrededor de 2,5 millones de toneladas, una monstruosidad. Incluso si lo ponemos en perspectiva con el dólar Silvina, el éxito se hace aún más evidente. Un éxito acompañado por una derrota, claro, porque luego de resistirse a las presiones por parte del sector agroexportador de bajar las retenciones, el gobierno finalmente torció su voluntad e indirectamente cedió a los reclamos. Digamos, no bajó las retenciones, pero desdobló el tipo de cambio. El mensaje es claro, apretar al gobierno da resultados. Lo que no queda claro es si la capacidad de presión de todos los sectores surtirá el mismo efecto. Dado que a lo largo del día de la semana se mantuvo ese ritmo de operaciones, se superó la previsión de Sergio Massa, que hasta hace algunos días parecía extremadamente optimista, de U$S1.000 millones en 72 horas: se negociaron casi U$S1.700 millones hasta el cierre del viernes. Hoy queda claro que el ministro no improvisa, y no suelta la lengua hasta que no tiene la vaca atada.
Luego del anunció viajó a los EE.UU. En un par de días se trajo de Washington casi todo lo que fue a buscar, al menos hasta el momento. Mauricio Claver-Carone hace casi exactamente un mes y medio, y desde una columna en el Wall Street Journal, el presidente del BID aseguraba que la Argentina era un país insolvente, razón por la cual, argumentaba, se negaba a desbloquear los créditos pre-acordados con nuestro país por U$S500 millones. “Para obtener ayuda del BID, Argentina tiene que ayudarse a sí misma”. En ese momento parecía un discurso clásico desde un atril privilegiado de la comunidad financiera internacional. Tal vez no pudimos leer en sus palabras una amenaza, tal vez una orden: “Si no hacen lo que tienen que hacer, nosotros no vamos a ceder”. Evidentemente la entronización de Sergio Massa como el súper ministro que resolvería todo, era lo que esperaban desde los EE.UU.: un nuevo nombre, no un giro copernicano de las políticas económicas. Mágicamente, con sólo un cambio de nombres, y repito, sin que nada haya cambiado sustancialmente, el Banco Interamericano de Desarrollo abre sus brazos para recibir a la Argentina y garantizar créditos por casi U$S5.000 millones para los próximos dos años. “Si el ministro tenía como misión venir a destrabar la relación, podemos decir que es una misión cumplida”, aseguró el número uno del BID, a la vez que anunciaba la llegada a nuestro país de U$S2.400 antes de fin de año.
La agenda de Massa había comenzado el martes temprano, cuando alrededor de las 8:00 hs se reunió con el Director Gerente de Operaciones del Banco Mundial, Axel van Trotsemburg. Del encuentro, el ministro de Economía se trajo la promesa de un nuevo préstamo por U$S900 millones que llegará en los próximos 6 meses. Durante el encuentro, el ministro presentó ante las autoridades del organismo el plan económico del Gobierno Nacional, orientado a estabilizar las variables macroeconómicas y restablecer las reservas internacionales en valores que permitan disminuir los niveles de volatilidad de la economía argentina. Acompañaron a Massa, el viceministro, Gabriel Rubinstein; el titular del INDEC, Marco Lavagna; y la directora argentina ante el Banco Mundial, Cecilia Nahón.
Ya caída la noche, y luego de un rally que incluyó reuniones con funcionarios de organismos financieros internacionales, asesores del gobierno norteamericano, cámaras de comercio y empresas del sector energético, Sergio Massa y el embajador Jorge Argüello, dejaron la embajada para dirigirse a la residencia del diplomático para compartir una cena de trabajo con Juan González, el principal asesor de Joe Biden para América Latina. González es un viejo conocido del ministro, y ambos vienen tejiendo una estrecha relación desde hace un tiempo. De hecho González estuvo comiendo un asado en la casa del ministro a mediados de abril del año pasado. El canal político está abierto y fluído, y Massa baila cómodamente. Después vinieron las reuniones con las petroleras en Houston, y el cierre nuevamente en Washington a toda orquesta para el lunes 12, a solas con David Lipton y Kristalina Georgieva. La pregunta que sobrevuela es si a Massa le va bien: ¿quiénes son los ganadores en todo este asunto?