Opinión

Opinión: «La renuncia más anunciada»


Por Diego Añaños

Renunció Guzmán, luego de meses y meses de profecías de inminentes de renuncias. No debería sorprender, todos los ministros de Economía de la Argentina asumen renunciados. Creo que nadie se atrevió a tanto, pero más de uno se moría por comenzar la crónica diciendo: “Como veníamos diciendo, la renuncia de Guzmán era un hecho”. Y es así, el periodismo está lleno de deshonestos intelectuales. Si fueran climatólogos se pararían en la puerta de la casa diciendo todos los días que va a llover. Cuando al fin la lluvia apareciera, dirían: “tal y como lo pronosticamos, está lloviendo”.

A primera vista se trata de una renuncia ordenada. Guzmán enfrentó el rolleo de deuda del martes, un compromiso de refinanciación que implicaba un test de confianza muy importante para la gestión del equipo económico, y que se pasó con éxito. No dio una sola señal. Esperó al sábado para comunicarlo. Si hubiera querido armar un chiquero político, lo hubiera hecho el lunes, antes de la licitación de deuda. El fin de semana le dio tiempo al gobierno de definir la sucesión con algo de margen de tiempo.

Lo que sucedió entre la renuncia y el anuncio de la nueva designación, sólo lo saben los protagonistas. Innumerables crónicas hablan de un ofrecimiento a Redrado. Sinceramente, me cuesta mucho creerlo, aunque que el gobierno no lo negó, probablemente para permitir que otro se lleve la marca mientras se definía un nombre real. Otros sugieren que Sergio Massa pretendió entronizar a Marco Lavagna, hoy al frente del Indec, como figura de unidad. Buen intento del tigrense, pero las posibilidades de que se le entregue el manejo de la economía a un hombre de su riñón son virtualmente nulas.

El probable que abundar acerca de lo sucedido con del dólar ilegal del día de ayer, sea innecesario. Incluso uno podríamos haber escrito esa crónica el sábado a la tarde, luego de conocerse la renuncia de Guzmán, sin errar ni una coma. Previsiblemente, en un mercado con muy pocas operaciones, casi sin oferta, la cotización se disparó hasta tocar sus máximos históricos. Seguramente el gobierno siguió de cerca la operatoria, pero decidió no intervenir, ni directa, ni indirectamente. Si hacemos una cuenta rápida, el dólar blue cerró a $208 a fines del 2021. Si le sumamos la inflación del primer semestre, un 30%, nos da un dólar de $270. Las últimas operaciones de ayer a la tarde se cerraron a $260. Es una señal agresiva, pero bajo ningún punto de vista son números de catástrofe.

Desde el sábado a la tarde, la única pregunta que parecía flotar en el ambiente era QUIÉN? Quién iba a ser el o la sucesora de Martín Guzmán. A nadie parecía importarle el por qué y el para qué. Es decir, por qué se cambiaba de ministro en este mismo momento, es decir, cuáles eran las motivaciones políticas. O sea, Guzmán renunció, pero todos sabemos que cuando alguien renuncia en estas condiciones es porque lo estaban invitando a hacerlo. La segunda pregunta a responder es para qué. Independientemente del nombre, y sin pretender desmerecer a Batakis, hay que preguntarse para qué el cambio, qué es lo nuevo que viene a hacer Batakis que ante no se estaba haciendo o que, en todo caso, Guzmán no estaba dispuesto a hacer.

La designación de Batakis, por otro lado, no puede desligarse de la llegada de Daniel Scioli al ejecutivo. La salida de Matías Kulfas, un funcionario del círculo íntimo de Alberto Fernández, y su reemplazo por el ex gobernador bonaerense, fue una primera movida tendiente a reestructurar el gabinete en una clave más kirchnerista. Esto se suma a la eyección de Santiago Cafiero de la Jefatura de Gabinete para ser reemplazado por Juan Manzur, un representante de la liga de gobernadores. Es decir, el presidente viene entregando piezas lentamente, y muchos se estarán preguntando si ya comenzó la cuenta regresiva para el Ministro de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, Claudio Moroni.

A ver, esta coalición está conformada por cuatro vertientes: el cristinismo (que detenta el grueso de los votos), una liga de gobernadores (que manejan algún caudal de votos y controlan sus territorios), Sergio Massa (que maneja un pequeño, pero muy necesario caudal de votos, y un pequeño territorio en la provincia de Buenos Aires), y Alberto Fernández (que tiene una oficina y tres amigos, y no sé si siguen siendo tres). A nadie debería asombrarle que, en algún momento, la distribución de los cargos (y lo que es mucho más importante), el sentido de las decisiones, comience a reflejar de una vez por todas la correlación de fuerzas al interior de la coalición gobernante.