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Opinión: «La Argentina en medio del torbellino pre-electoral»


Por Diego Añaños - CLG

Por Diego Añaños – CLG

Hemos entrado definitivamente en un cono de sombra. De ahora en adelante casi todo es posible, y la lógica estará en suspenso por un tiempo. Intentar descifrar lo que viene se complica, porque el desasosiego se apoderado del escenario político económico, y sólo es posible vislumbrar niveles crecientes de incertidumbre. Me dirán que las maniobras especulativas sobre el tipo de cambio son un clásico en procesos electorales, y les diré que tienen razón. Los movimientos nerviosos del dólar blue no hacen más que reflejar las intenciones de ciertos sectores de la economía que no tienen ninguna adscripción ideológica, pero que se benefician obscenamente de los momentos de inestabilidad y zozobra. Además, cualquier agente económico con algo de recorrido, sabe con certeza que es momento de dolarizar carteras, al menos hasta que amaine el temporal. Si a eso le sumamos que la posición de reservas del Banco Central (a pesar de que ha mejorado) es crítica, tenemos un combo explosivo. Hoy la inflación tira del dólar paralelo, el dólar paralelo tira de la inflación, y los especuladores tiran de ambos, formando una espiral que todavía no muestra señales de querer detenerse. Ya no hay dudas, Sergio Massa encarará el tramo final de su gestión como ministro, y su candidatura presidencial, sin poder mostrar un éxito en materia de estabilización económica. Por más que algunas variables, como el nivel de empleo o la actividad económica, no muestren cifras tan negativas, hoy todas las miradas están puestas en la inflación y el tipo de cambio. Lo demás parece ser cartón pintado.

Paralelamente, podemos observar que el debate político electoral está extraviado. Los únicos que dialogan, si es que a eso le podemos llamar diálogo, son los cambiemitas y los libertarios, tratando de demostrarle a su público que ellos representan la versión original (nunca taxi) de la derecha conservadora vernácula. Ahora, no discuten proyectos o políticas de Estado. Hoy la cuestión se asemeja mucho más a una guerra de vedettes que a un debate presidencial. Así Milei denuncia que tuvo que mudarse a un barrio privado porque Juntos por el cambio había tramado una maniobra con una protectora de animales para que, mediante una falsa denuncia de abandono, le quitaran a sus “hijitos de cuatro patas”. Abro paréntesis. No quiero ofender a nadie, por lo que voy a guardarme los comentarios. Pero sería interesante que un profesional de la salud mental nos iluminara con alguna reflexión acerca de las extrañas formas que adquiere la paternidad animal. Cierro paréntesis. Seguimos. En el día de ayer, Patricia Bullrich, por su parte, denunció penalmente al libertario por calumnias e injurias, además de intimidación pública e incitación al odio. Parece que a Javi se le fue la lengua con eso de que Pato ponía bombas en los jardines de infantes, y la Piba encontró el hueco para intentar recuperar algo de la centralidad en el debate intelectual. Centralidad que, por otro lado, se le viene negando palmariamente. Recordemos que el último gol propio que gritó la candidata fue su triunfo sobre Horacio Rodríguez Larreta en la interna de Juntos, y desde ese momento todo viene cuesta abajo. Todos los festejos que estuvo de ahí en adelante fueron de otros (y ni uno sólo era PRO puro).

El enigma a dilucidar es por qué empezó el tiroteo intra conservador. Y ahí no nos vamos a poner demasiado sofisticados: hay que asegurar el 38. No el que está cargado, el de Divididos. Es el 38% (si nos ponemos precisos es el 38,14%), que ni Perón pudo atravesar en la mejor elección que haya tenido un candidato jamás en la historia política argentina. Ese 38% representa el núcleo duro del conservadurismo nacional, aquel que bajo ninguna circunstancia votaría a, ni siquiera les digo a un peronista, sino a algo que tuviera aroma a peronismo. Es ese mismo 38% que encontró en Cambiemos un canal de expresión política único, y no tuvo que dividirse en varias opciones como lo había hecho en algunos momentos de la historia.

La cuestión es que ese 38% hoy tiene dos opciones para canalizar sus simpatías electorales (ni siquiera les diría políticas) y ese voto dividido no le sirve a nadie. Ambos representan un proyecto común, que es el de retrotraer a la Argentina a una suerte de versión pre-peronista. Para ser honestos, debemos reconocer que no son exactamente lo mismo, al menos en su estilo y discurso. Sin embargo, no tengo dudas de que proyectan un país similar: sin sindicatos, con un Estado mínimo, con sus fronteras comerciales y financieras abiertas, aislado de un destino común latinoamericano y alineado con los intereses impuestos por la Embajada de los EEUU.

Después, existe una parte de los votos dispersos que no muestra fidelidades definidas a lo largo del tiempo, y que hoy es parte del electorado que las tres fuerzas se disputan. Ese voto no es claramente homogéneo. En ese colectivo hay votantes a los que la política no les importa y que votan mano suelta, casi irresponsablemente, pero también hay votantes súper politizados, que meditan profundamente su voto, y suelen saltar de una fuerza a otra sin ningún tipo de remordimiento.

Por eso, no se generen demasiadas expectativas para este domingo. Es muy poco probable que el segundo debate presidencial nos traiga novedades. Aunque bueno, uno nunca pierde las esperanzas de que alguno se equivoque, se salga del libreto, y le ponga un poco se sazón a un proceso electoral que, seamos sinceros, no entusiasma a nadie.