Por Diego Añaños
El programa de Sergio Massa, en contraposición con la famosa frase de Alvaro Alsogaray (“Hay que pasar el invierno”), se propone como primer objetivo pasar el verano. Desde hace ya unos meses, el ministro sabe que el cierre de 2022 iba a ser complicado. Más allá de la sorpresa que pueda mostrar ante los medios, Massa tiene muy claro la dinámica del fenómeno. La inflación viene marchando a ritmo acelerado desde comienzos de año, y nada hace pensar que se frene mágicamente. Es decir, alguna de las causas de la aceleración de los precios se han modificado? Claramente no. Entonces, por qué pensar en una modificación de la tendencia? Además de los problemas que acarrea cualquier inflación alta dentro del sistema económico, no sólo la temperatura ambiente suele subir en diciembre, también suele hacerlo la temperatura social. Reclamos por bonos o donaciones de alimentos para las fiestas de parte de las organizaciones sociales, motines en las cárceles, etc. Luego las vacaciones, y los aumentos desmesurados por parte de los empresarios vinculados al turismo, que ya parecen haber olvidado las penurias de la pandemia y han subido sus precios de un modo brutal. Y como si todo esto fuera poco, se viene un 2023 con mayor ajuste del gasto y elecciones presidenciales, un combo demoledor. Entonces, el ministro de Economía pergeñó una salida temporal, el programa Precios Justos. En síntesis, no encontró mejor solución que un plan Ibuprofeno, es decir, un remedio que no cura los males, pero enmascara los síntomas. Como decía Jorge Corona: “La enema no cura pero entretiene”.
Pasar el verano es entonces la premisa, y tratar de que en el camino, gracias al nuevo programa de precios y a las negociaciones con los empresarios, la inflación llegue a abril con algún número que comience con 3. Cualquiera, 3,9 sirve. La expectativa del equipo económico es encauzar el nivel general de precios en una senda que permita su descenso a un ritmo de (aproximadamente) un punto cada (aproximadamente) 75 días. Está claro que el único objetivo que le queda al equipo económico para 2022 es jugarse un pleno para que la inflación anual quede por debajo del 100%, y no mucho más. Tanto los números de noviembre como los de diciembre serán un anticipo del éxito o del fracaso de Sergio Massa en su tarea de enderezar el barco.
Mientras tanto, el gobierno tiene toda su atención concentrada en los salarios. Alberto Fernández ha dicho desde siempre que bajo su gobierno los salarios no van a perder en la disputa con la inflación. El año pasado el índice general del salarios mostró un aumento del 53,4%, 2,5% por encima de la inflación que fue del 50,9%. Sin embargo, si desagregamos los datos, nos encontramos con que, mientras que los salarios del sector privado registrado aumentaron un 55,3%, y los del sector público lo hicieron un 58,6%, los salarios del sector privado no registrado sólo aumentaron un 40,6%, más de 10 puntos por debajo de la inflación. Es decir, los trabajadores no registrados arrastran una pérdida significativa del 2021 que lejos está de recuperarse en 2022. De hecho los datos preliminares marcan que, si no se produce un cambio significativo en lo inmediato, los salarios van a perder contra la inflación este año. Los números son claros, durante los primeros 10 meses del año la inflación ya acumula un 76,6%, frente a un índice general de salarios que subió un 71% (sólo como recordatorios sugerimos no olvidar que los salarios del sector privado no registrado siempre van muy por detrás del índice general, por lo cual al arrastre del 2021 le debemos sumar el deterioro acumulado del 2022). La urgencia del fenómeno dio lugar a un debate acerca de cómo recomponer el poder de compra de los salarios, incluso reproducida por periódicos de clara tendencia progresista. La cuestión gira en torno a cuál es el mejor mecanismo para recuperar los salarios: un bono, una suma fija o la paritaria. Realmente increíble. Ya hemos asumido que los tiempos cambian, pero que el progresismo se debata entre bono, suma fija o paritarias en la tercera década del Siglo XXI me parece un delirio. Por si acaso aclaro mi posición: LAS PARITARIAS LIBRES Y SIN TECHO, POR SUPUESTO.
Para cerrar. Mientras el gobierno se debate acerca de cómo construir un programa efectivo para frenar la inflación, tal vez por cerrazón, tal vez por soberbia, no puede escuchar la voz de aquellos que tienen soluciones para sugerir. Especialistas olvidados por los medios que trabajan silenciosamente en la elaboración de respuestas a la crisis. Tal es el caso de Nicolás Dujovne que, sin repetir y sin soplar, y sin ponerse colorado, volvió para salvar la República. Según el ex ministro de Economía la solución es muy clara: “la Argentina necesita un programa fiscal contundente que cambie las expectativas”. Dos datos y nos vamos. El primero, cuando fue ministro de economía ya ensayó algo parecido, y no sólo no pudo frenar la inflación, sino que además nadie puso un solo peso en la Argentina. La segunda, el déficit fiscal argentino es menos de la mitad que el norteamericano, y más de un 30% más bajo que el de la Eurozona. Sería bueno que Dujovne, al menos por una vez, se llame a silencio.