Análisis
Opinión

Opinión: «Fumata blanca: hay acuerdo con el FMI»


Por Diego Añaños - CLG

Por Diego Añaños – CLG

El domingo pasado el gobierno argentino y el FMI habían anunciado el arribo a un principio de acuerdo. Mucho se preguntaban si ya no existía ese acuerdo, al menos desde marzo de 2022, cuando el ex ministro de Economía Martín Guzmán, renegoció el programa cerrado y luego caído durante la gestión de Mauricio Macri. La realidad es que el acuerdo estaba pero, como lo venimos planteando, en los papeles había dejado de existir. Luego de la renegociación conseguida por Guzmán, desde esta misma columna veníamos sosteniendo que el éxito del nuevo programa dependía casi exclusivamente del encadenamiento de un conjunto de acontecimientos favorables, pero cuya ocurrencia registraba un bajo nivel de probabilidad. Pues bien, no sólo esos acontecimientos no se produjeron, sino que la aparición de algunos cisnes negros (pandemia, inflación global, guerra entre Rusia y Ucrania, sequía), aceleró el fracaso del mismo. El mundo cambió, no sólo para la Argentina, y los funcionarios del Fondo son conscientes de los cambios. El gobierno nacional, en la persona de Sergio Massa, ha tratado de sostener una posición: los muertos no pagan. Es decir, las condiciones clásicas que se imponen en el canon fondomonetarista (devaluación, liberalización cambiaria, flexibilización laboral y reforma previsional), no sólo garantizan el empeoramiento progresivo de las condiciones de vida de la población, sino que además son la fórmula de un nuevo fracaso. En ese marco se han planteado las negociaciones, es decir, vamos a pagar si nos dejan crecer para cumplir con las obligaciones. La otra opción, la de desconocer la legitimidad de la deuda y no pagar, jamás estuvo en el radar de este gobierno, y tampoco en del kirchnerismo original.

Finalmente, el viernes, y sobre el cierre de la semana, se anunció que el acuerdo estaba cerrado. Todavía no se conoce la letra fina del mismo, pero trascendió que no habrá modificaciones en el objetivo de déficit fiscal (1,9% del PBI), a la vez que se reducirá sensiblemente la exigencia de acumulación de reservas en virtud del fuerte impacto de la sequía en el ingreso de divisas al país. En el frente cambiario se acordó continuar con el esquema de micro-devaluaciones administradas (denominado crawling peg), mientras que el Fondo habilitó al gobierno nacional a intervenir en el mercado de cambios cuando se detecten maniobras especulativas. Se prevé, además, la llegada de una suma cercana a los U$S7.500 millones proveniente del FMI durante el mes de agosto, por lo que los vencimientos próximos del mes de julio se cubrirán mediante créditos puente otorgados por organismos multilaterales como la CAF.

El cierto que el Fondo no podía darse el lujo de un nuevo fracaso con la Argentina, y no es menos cierto que el oficialismo necesitaba estabilizar el frente financiero externo porque se le vienen encima el calendario electoral. Sin embargo, y al menos hasta el momento, la prudencia había sido la tónica desde ambos lados del mostrador. Pero claro, también hay que tener en cuenta que los tiempos corrían y los deadlines comenzaban a presionar, ya que el mes de julio establecía un límite claro. En primer lugar porque la Argentina debía hacer frente a vencimientos con el FMI por alrededor de U$S3.400 millones, y no estaban los recursos disponibles para el giro de remesas. En el pago anterior ya se gastaron las balas de plata que representaban un remanente de Derechos Especiales de Giro y el swap con China. En términos prácticos, sin un acuerdo cerrado no se podía pagar. En segundo lugar: durante el mes de agosto el organismo entra en receso, de modo que, de no cerrarse las negociaciones en los días que faltaban del mes, el gobierno llegaría a las PASO sin un acuerdo cerrado, un escenario que ni siquiera está en los peores escenarios oficialistas.

La inminencia del acuerdo, debió llevar certidumbres a los mercados. Además, el banco central acumuló compras netas por U$S700 millones esta semana. De hecho en el día miércoles, y en el marco del dólar agro 4, se liquidaron más de U$S175 millones, el monto más alto registrado desde el mes de mayo. De ese monto, el Central logró retener U$S88 millones. Cualquiera analista supondría que el anuncio de un pre acuerdo con el FMI, sumado al saldo neto positivo de compras de divisas por parte del Central a lo largo del mes de julio, debería calmar los ánimos en el mercado cambiario. Nada de eso. Los sospechosos de siempre se comportaron como suelen hacerlo. Luego del anuncio del domingo, los operadores iniciaron un fuerte ataque especulativo en el mercado ilegal de cambios, que se sostuvo de manera consistente. Con el anuncio del viernes se frenó la inercia, pero la divisa norteamericana sumó $22 a lo largo de la semana.

Como era obvio, las turbulencias cambiarias son el paisaje ideal para que se luzcan los candidatos opositores. Especialmente para Patricia Bullrich que aseguró que, de ser electa presidenta, eliminará inmediatamente los controles cambiarios. Para hacerlo, propuso constituir un blindaje de dólares del FMI. Si, como el Adelantado Don Rodrigo Díaz de Carreras de Les Luthiers, que fundó Caracas en pleno centro de Caracas (que ya estaba fundada), la piba propone volver con un viejo fracaso de la Alianza. Seguramente muchos de nosotros aún recordamos el mensaje de Fernando De Rúa a fines del año 2000 diciendo: “Qué lindo es dar buenas noticias”, y asegurando que con el blindaje se creaba una plataforma extraordinaria para el crecimiento. Parece que el viejo Karl tenía razón, y las segundas versiones vienen en clave de farsa. Una farsa que, paradójicamente, podría convertirse en tragedia.