Opinión

Opinión: «El ajuste lo paga la clase media y la «casta» ya no tiene miedo»


Con las medidas del Gobierno, la libertad de jubilados, de trabajadores, de pequeños comerciantes puede esperar. Puede esperar mientras mueren día a día los sueños de una vida digna. Opina Carlos Duclos

Por Carlos Alberto Duclos

Nadie desconoce la realidad argentina que castiga, sin ninguna piedad, a la sociedad y especialmente a la clase media, parte de la cual ha sido arrojada al recipiente de la pobreza, mientras a otra aún se la exprime hasta que entregue las últimas gotas de jugo y, como mera cáscara, también se vaya al tacho.

El oficialismo y sus seguidores (muchísimos de los cuales no son incondicionales y algunos ya empiezan a retirar su confianza en el presidente y su séquito) dirán que esto no es de ahora, que es la famosa «herencia» económica y política, la realidad que ha dejado Alberto y sus muchachos. Es decir, el mismo argumento de Alberto que sustentó hasta dejar la Casa Rosada: la «herencia» que dejó Mauricio y así sucesivamente. La historia se repite y es conocida. Sin embargo, hay una realidad que no puede soslayarse: las medidas de shock liberal (en una sociedad empobrecida económicamente, resquebrajada en sus valores) que muchos empresarios y formadores del entramado económico y financiero nacional han aprovechado, están arrojando al precipicio a la clase media. No solo eso, tales medidas aseguran que no puedan levantarse los que están en el fondo de la fosa (pobres y excluídos).

Solo en el mes de enero las prepagas, por las desregulación total anunciada por Milei, aumentaron el 40% (se aguarda otro aumento en febrero). Atender la salud ya es un lujo. En el rubro alquileres, la desreguación (léase libertad total para fijar precios) ha llevado a que algunos inquilinos vivan un verdadero drama: un «buen precio» en el alquiler de un departamento de dos dormitorios, cuanto menos es de 220 o 250 mil pesos y en general reajustable cada tres meses.
El precio de los combustibles superó el valor del dólar oficial. La nafta y el diesel premiun pasaron la barrera de los 1.000 pesos.

De los alimentos, artículos de limpieza y otros productos para la vida cotidiana, el salto que permite la desregulación mileísta ha sido monumental y en las góndolas en lugar de precios parece haber cartelitos que dicen «bienvenidos al mundo del vale todo».

No se exagera, es la realidad. La realidad impuesta por un Gobierno con demasiada improvisación, y cuyos funcionarios «no la ven». No ven que en el país de la «viveza criolla», parece de tontos aplicar el sagrado principio que dice que «la libertad de uno termina donde empieza la libertad del otro». Aquí la libertad de jubilados, de trabajadores, de pequeños comerciantes puede esperar. Puede esperar mientras mueren día a día los sueños de una vida digna.

La herencia no justifica de ningún modo medidas por las que sigue pagando una inmensa porción social y no la «casta», ni los «empresarios prebendarios», como se prometió. Si hasta se diría que la famosa «casta» perdió el miedo y a juzgar por ciertas designaciones goza de mejor salud.