Por Enrique Genovar
Otro paso en falso. Otra derrota. Otra mala presentación de Rosario Central. Esta vez fue ante Huracán, un equipo sin muchas luces como son la mayoría de los que militan en el fútbol argentino. Pero el problema no es el rival de turno, el inconveniente es propio y el mismo ya es crónico. El Canalla cayó ante el Globo en el Ducó y cada partido que pasa no hace otra cosa que agudizar la crisis futbolística que atraviesa el club.
Central no pateó al arco en todo el primer tiempo. Por momentos el rival lo bailó. Algunos jugadores estuvieron al borde de la expulsión y otros poco tocaron la pelota. Leandro Somoza sigue sin imponer su idea, los jugadores parecen no entender el mensaje o el entrenador no se sabe explicar. La primera etapa que hizo el Canalla en el Ducó rozó el papelón, tal es así que el pitazo de Delfino fue lo mejor que le pasó.
En el complemento la cosa fue más pareja, pero así y todo nunca se vio la posibilidad de llegar al descuento. Partido chato, trabado y sin categoría. Huracán hizo su negocio, Central no tuvo con qué y el juego terminó.
Somoza no le encuentra la vuelta. Además, vive contradiciéndose, expuso a juveniles cuando dijo que no lo iba a hacer. Su equipo no se sabe a qué juega y solamente tiene como virtud el hecho de haber mejorado la parte físico, poco, poquito.
Los directivos son los máximos responsables. Central no es competitivo y eso no se puede concebir. Son los responsables del plantel que presenta hoy, son los responsables de sostener a Somoza y de este presente en general. La situación es de alarma, hoy se necesitan pantalones largos y son ellos los únicos que se los pueden poner. ¿Podrán?