Por Diego Añaños - CLG
Por Diego Añaños – CLG
Durante un mes y medio los medios nos bombardearon 24 horas por día, 7 días a la semana con el caso Loan. El morbo parece haberse acabado repentinamente y se dio vuelta la página. Sale Loan, entra Venezuela. Desde el domingo a la noche, las desventuras electorales del país caribeño, fatigan las pantallas, las ondas radiales y las páginas de los periódicos. No voy a hacer una reivindicación pública de Maduro, pero si algo queda perfectamente claro es que los intereses norteamericanos son los que marcan la agenda del día. La disputa por la hegemonía global que mantiene EEUU con China, hace que el petróleo venezolano sea un insumo estratégico. No sólo por el extraordinario volumen de sus reservas, sino por la escasa distancia que los separa, en un área geográfica bajo el control absoluto de las FFAA americanas. Arabia Saudita, por su lado, uno de los dos principales socios de los EEUU en Oriente Medio, y uno de sus grandes proveedores de crudo, está del otro lado del mundo, en una zona extremadamente conflictiva y de no tan sencillo acceso. Claro está que a nadie parece preocuparle la democracia ni los derechos humanos en Arabia Saudita, lo cual resulta, al menos, paradójico. Pero si de paradojas hablamos, ninguna parece superar el hecho de que los principales medios de comunicación nacionales, no pierdan un segundo de vista lo que ocurre en un país situado a 5.000 kms de distancia, mientras que parecen no notar la profunda crisis en la que está sumida la Argentina. Y es que así opera la hipermetropía, te permite ver bien de lejos, pero no de cerca. Por eso, no seamos prejuiciosos, tal vez no es un problema político, sino oftalmológico.
Por lo pronto, el gobierno parece decidido a sostener el rumbo, al menos los rumbos posibles que surgen de lo que el economista Juan Martín Telechea dio en llamar El trilema de Milei. La conducción económica tiene un objetivo central, que es bajar la inflación y dos objetivos en paralelo: acumular reservar y eliminar las regulaciones cambiarias. La cuestión es que, al no ser posible alcanzar los tres objetivos al mismo tiempo, se va sacrificando alguno en el camino. En la primera fase del programa económico se bajó la inflación y se acumularon reservas, pero se mantuvieron las regulaciones. En esta segunda fase, se comienzan a levantar las regulaciones cambiarias y se intenta bajar la inflación, pero se sacrifican reservas. Evidentemente, el único objetivo que el gobierno no parece estar dispuesto a negociar, es la baja de la inflación. Hasta acá la visión en túnel del equipo económico. Digo visión en túnel, porque no incorpora en el análisis el comportamiento de una variable sistémica fundamental, que es el nivel de actividad económica. Y no lo hace porque no lo considera relevante, de eso no hay dudas. Entonces, en el esquema de valores del ministro Caputo (y un programa macroeconómico es también una expresión de los valores que se intentan proteger), la lucha contra la inflación es innegociable, y lo que ocurra con la actividad económica es un dato absolutamente marginal, no relevante. Resumiendo, no hay tal cosa como un cuatrilema. Si la actividad económica cae y, como consecuencia, la pobreza y el desempleo aumentan, se lo considerará un daño colateral, casi necesario, seguramente inevitable.
Ahora bien, la razón fundamental de la caída de la actividad económica, es la caída del consumo masivo, que es consecuencia, a su vez, de la caída del poder adquisitivo de los salarios. Según un informe de la consultora Scentia, que circula entre los CEOs de los principales supermercados del país sostiene que la caída del consumo masivo en el mes de julio estará en el orden del 17%, esto es, cinco puntos por debajo de lo registrado en mayo. Y la referencia a mayo no es casual, dado que fue el mes en el que, según el gobierno, los salarios reales mostraron un pequeño respingo y crecieron por encima de la inflación. El hecho es que la caída no sólo es la mayor en lo que va del año (ya huelga decir que desde que asumió Milei todos los meses hubo bajas), sino que es la mayor registrada desde la crisis del 2001. Junto con el consumo masivo, no paran de caer la actividad industrial y la construcción, por lo que resulta extremadamente sospechoso que el gobierno intente instalar el relato de que la crisis económica tocó su piso, y ya comienzan a vislumbrarse señales de recuperación. Qué quieren que les diga, se me hace difícil tragarme otra vez el cuentito del segundo semestre y los brotes verdes. Eso sí, cualquier parecido con el macrismo es pura coincidencia.
Para ir cerrando, y ya que hablamos de macrismo. Hace un par de días, el ministro Caputo y el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, se reunieron con las principales sociedades de bolsa de la city porteña, para promocionar el blanqueo de capitales. Durante cita, los funcionarios aseguraron que no sólo se avecina una fuerte baja de la inflación (Bausili incluso aventuró una cifra del orden del 1% o menos para septiembre), sino que además el gobierno ya cuenta con los fondos necesarios para afrontar sus compromisos de deuda hasta comienzos de 2026. Obviamente esto implica un incremento de la deuda en dólares. Por lo pronto los mercados no dan demasiadas señales ante los anuncios económicos. Ya conocen la historia del país, y ya han escuchado anuncios de buenas noticias en repetidas ocasiones previas a que se desate una crisis feroz. Tal vez, además, estén a la espera de que el gobierno comunique, de una vez por todas, cómo piensa sacar a la Argentina del pozo recesivo en el que la enterró.