Opinión

Navidad: una charla de Candi e Inocencio


-La vida pasa vertiginosamente, Inocencio, note usted que ya estamos en el mismo umbral de una nueva Navidad, y faltan apenas pocos días para que el 2017 esté muerto y sepultado.

-Y no me diga usted que este suceso no merece una reflexión.

-¿Qué podría decir teniendo como inspirador y autor de esta columna a este sujeto Carlos Duclos? En lugar de que nos diera vida este tipo, deberíamos ser creados por Unamuno o Chesterton, ¡Se imagina que entonces yo podría darle a los lectores una reflexión de fuste!, pero ¿con este hombre? Sujeto que además ha querido eliminarme, matarme, que ha dicho sin remordimientos: “Candi es un personaje que cumplió su ciclo y debe desaparecer”. Se cree Dios.

-Tal vez, Candi, todos, incluso los hombres, no seamos más que personajes de ficción de un Dios que un día cualquiera dice: “tu participación en la novela de la vida se acabó, este fue tu acto final”.

-Sí, puede ser.

-Entonces, amigo mío, si ha de morir que sea con una reflexión. Dele, lo escucho.

-Bien, escúcheme usted: días pasados pasé por un barcito ubicado en calle Paraguay, frente a la hermosa sinagoga, el templo de los judíos, y vi en la pared una leyenda que decía “qué soy”. Estuvo claro para mí que la leyenda aludía a ese célebre pensamiento de Hillel que dice: Si yo no soy por mí o para mí ¿quién será?, pero si sólo soy por mí y para mí ¿para qué, de qué sirve? Y si no es ahora ¿cuándo?” En estas víspera de Navidad observo que mucha gente es solo por ella y para ella. Pero incluso se equivocan, porque sus sentimientos, palabras y acciones que ellas creen que las benefician solo las hunden. Hay demasiado rencor, odio, y muchos tratan de ganar una batalla dialéctica que creen los beneficia, pero que solo los desgasta en un consumo de energía extraordinario. No hay paz, Inocencio, porque no hay justicia. Hay quejas sobre ciertos jueces y es razonable, pero ¿acaso somos justos nosotros a la hora de pensar, decir, desear para el prójimo y actuar?

-Supongo que en muchos casos no.

-La injusticia no puede ser convalidada jamás, aun cuando el acto que la provoca sea de un allegado, de un amigo, de un discípulo o de la misma sangre. La injusticia turba el corazón, sume al ser en la angustia y al fin arruina a todos. No, no puede ser convalidada provenga de quien provenga. Sin embargo, observamos hoy un individualismo tal, un fanatismo de tales proporciones, que con tal de ver sepultado al adversario, al distinto, no dudamos en traicionar nuestra propia conciencia. No puede tener un final feliz algo así.

-Tiene razón.

-Lo único verdadero es ese principio del amor que vive en las palabras de Hillel y en la enseñanza de Jesús, cuyo nacimiento nos aprestamos a celebrar y que podría resumir con estas palabras: si voy a pensar solo en mí, si mi propósito es eliminar al otro, derrotarlo a toda costa y sin pensar en las consecuencias para todos, entonces ¿qué sentido tiene mi vida? Feliz Navidad pera todos.