CLG en España
El sol reina en la tarde de Jerez de la Frontera (España) y el verano europeo se hace sentir (¡y cómo!), pero como la naturaleza controló la humedad en esta tierra de flamenco y cante hondo, el calor se aguanta.
Cuando el sol va bajando y se apiada un poco de los lugareños y turistas, las calles angostas y pintorescas comienzan a poblarse y a medida que las sombras ganan los espacios, abren las puertas los tabancos (especies de tabernas), se encienden las farolas de época de las calles jerecinas y un rico aroma de jerez sale de los toneles apilados.
El aroma y el paisaje pintoresco nos invitan a un trago y aceptamos el convite sin dudarlo. En el tabanco Las Banderillas están abriendo las puertas, esperamos unos segundos y somos los primeros en entrar. Estamos solos, pero esa soledad dura muy poco apenas unos 2 o 3 minutos, porque enseguida nomás, y llamados quien sabe por qué servidor de Baco, el lugar se llena de turistas y residentes.
Marchan, al punto las copas de jerez frío que se acompañan con las más variadas tapas. Al poco rato un cantaor, con su caja acústica, entra en el tabanco, se sienta y con ese sentimiento propio de los andaluces, comienza a interpretar una canción que los mozos acompañan haciendo coro y batiendo palmas. Todos se unen a la interpretación que se vuelve casi un rito sagrado y que tiene aroma a Lola Flores.
La noche se hace dueña en Jerez de la Frontera y allí nomás, cerca de donde hemos degustado un par de copas de jerez bien frío y exquisito, nos vamos hacia la casa donde nació y vivió la gran “bailaora y cantaora”, la gran Lolita.
Permanecemos un rato mirando el balcón en el que se le rinde permanente homenaje, pasamos por la estatua que recuerda su estampa, genio y figura, y nos vamos caminando por estas calles del sur de España, angostas, históricas, bellas y calmas. Esas mismas calles que invitan a pensar que la vida pasa como pasa una canción flamenca y que este debería ser un mundo mejor para todos, un mundo en el que todos tuvieran sus derechos asegurados y que, si asó lo quisiesen, pudieran escuchar una guitarra, unas palmas y la voz entristecida, pero a la vez esperanzada que viene de lo profundo del alma del flamenco:
“… La luna te besa tus lágrimas, puras
como una promesa de buena ventura.
La niña de fuego te llama la gente
y te están dejando que mueras de sed…”