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Miedos y recuperación, el testimonio de tres pacientes que superaron un ACV


Este 29 de octubre se celebra el Día Mundial del Accidente Cerebro Vascular. Tres historias de pacientes recuperados

Por Nahir Del Buey – Télam

Cambiar hábitos no saludables y tener una rápida atención frente a señales de estar sufriendo un Accidente Cerebro Vascular (ACV) son algunos de los temas que Ximena, Martín y Enrique plantearon en diálogo con Télam sobre sus vivencias como pacientes recuperados, en el marco del Día Mundial del ACV, que se recuerda este viernes 29.

Ximena, tiene 50 años, vive en la Ciudad de Buenos Aires y es abogada. En septiembre de 2017, se encontraba de viaje en Tailandia, a bordo de un tren, con una amiga cuando sufrió el accidente. «El ACV se anunció con un dolor repentino, como un estallido en el lado izquierdo de mi cabeza. Sentí un fuerte mareo e inestabilidad», recordó.

«Vomité muchas veces. Tomaba agua con sales para procurar no deshidratarme. Nunca perdí el conocimiento, pero por momentos me adormecía. Tenía una sensación extraña en el ojo izquierdo. Y no veía normalmente» agregó.

Ximena señaló que tenía información sobre temas neurológicos, porque antes de viajar había leído la autobiografía del neurólogo inglés Henry Marsh «Do No Harm» (traducido como «Ante todo no hagas daño», donde describe los síntomas.

«Esto me permitió juzgar la importancia de actuar inmediatamente y transmitirle a mi amiga que había que parar ese tren», subrayó.

«El personal del tren no estaba preparado para ningún tipo de emergencia médica, contaban apenas con un botiquín de primeros auxilios para cortaduras o picaduras de mosquitos», detalló.

Su amiga fue quien insistió al personal con parar y llamó por teléfono a la hermana de Ximena, que es médica.

Así, pudo ser asistida en Sura Thani, el primer punto en la ruta del tren, aunque ya habían pasado unas 6 horas desde el inicio del episodio.

«De ahí fui trasladada en un avión sanitario a Bangkok, donde confirmaron con imágenes mi diagnóstico: ACV por rotura de un aneurisma», explicó.

«No sabía que tenía un aneurisma, ya que era algo asintomático, y propio de la forma de mi arteria», resaltó.

Estuvo internada en cuidados intensivos durante dos semanas, hasta que pudo volver a Buenos Aires.

Cuatro años pasaron desde aquel momento y Ximena dice «encontrarse bien». «Tuve una pronta recuperación, aunque aún estoy mejorando la sensibilidad que quedó reducida en parte del lado izquierdo de mi cara, y mi ojo».

Con respecto a su vivencia, considera que «la rapidez y la información son clave» y reconoce que el ACV marcó un cambio en su vida, «no fue un evento más», ya que «la vuelta a la vida cotidiana requiere adaptarse a eso».

La Organización Mundial de la Salud (OMS), indica que 15 millones de personas sufren un evento vascular cerebral al año en todo el mundo. De este grupo, 5 millones mueren y otros 5 sufren una discapacidad de por vida.

Por su parte, en la Argentina, según la Federación Argentina de Cardiología (FAC) se estima que se producen unos 126.000 casos al año, esto sería un ACV cada 9 minutos.

De los cuales 2 de cada 100 mayores de 40 años son sobrevivientes de la enfermedad, conforme a datos del Estudio Epidemiológico Poblacional sobre ACV (Estepa).

Martín Florencio Lanús tiene 63 años, vive en la Ciudad de Buenos Aires, es Ingeniero Agrónomo e integra la Asociación Argentina Por una Vida Libre de ACV. A los 36 años sufrió un infarto, y a los 57 tuvo un ACV.

«Fue el 6 de julio del 2015, a la mañana temprano, estaba en la cama porque todavía no me había levantado» recordó.

«Pensé que era otro infarto, le dije a mi señora que llame al médico. Del diario podía ver los titulares grandes y medianos pero no podía leer la nota. Al pararme noté que tenía un equilibrio inestable y me acosté a esperar al doctor», contó a Télam.

En el momento que llegó el médico le informó que estaba teniendo un ACV y tuvieron que internarlo.

Martín es hipertenso y tuvo una arritmia que produjo un coágulo que migró y tapó la artería produciendo el ACV.

«Ahora estoy bien. Hago vida normal», afirmó y aseguró que «fue gracias a que se tomaron las medidas indicadas en los momentos apropiados. Creo que ahí está el secreto del éxito. Con un ACV hay que internarse, si es falsa alarma estás salvado igual».

Con respecto a las secuelas, contó que le afectó un poco la vista, y «tengo que regular el cansancio, aprendí a decir basta y suspender actividades».

Enrique José Rodríguez, de 79 años, vive en el barrio de Villa Luro en Capital Federal. Tuvo un ACV hemorrágico, en el mes de julio de este año. Estaba en su casa, con su hija y esposa. «Me empezó a doler la cabeza y de forma fugaz perdí toda la visión y enseguida la recuperé», contó.

«Nos asustamos un poco, así que mi familia lo primero que hizo fue llamar a un médico. Este me revisó y optó por internarme» agregó.

Así, Enrique estuvo en terapia intensiva unos 5 o 6 días y después pasó a sala común.

«Mi factor de riesgo era la obesidad, después del episodio bajé como 25 kilos. Además soy diabético e hipertenso. En el año 2000 dejé de fumar pero el cigarrillo me tapó las arterias y por la diabetes tengo amputada la pierna derecha», detalló.

En este sentido, hizo hincapié en que «después de lo que me pasó, cambié las rutinas, me cuido en las comidas, no como cosas con sal y azúcar».

«Los médicos me han dicho que tuve mucha mucha suerte», exclamó y recordó que estando internado le dijeron que «no podían saber cómo es que yo no perdí la noción de nada» porque su memoria a largo plazo estaba intacta.

Sin embargo, aseguró que perdió «la noción del aprendizaje», por eso es que le cuesta la comprensión de algunos programas utilizados en su celular o computadora.

Hoy Enrique recibe con frecuencia la visita de sus nietos, y dice «encontrarse bien» con la diferencia que su visión quedó un poco afectada, ya que perdió la vista periférica del ojo izquierdo producto de su episodio.