El principal socio conservador de la canciller alemana, Angela Merkel, le dio hoy un ultimátum de dos semanas para definir el futuro de la política migratoria y la llegada de nuevos refugiados, un tema que hace tambalear a su gobierno en medio de un nuevo pico de tensión diplomática en la Unión Europea (UE).
Mientras Merkel negocia a contrarreloj cómo superar esta nueva crisis, desde Washington, el presidente Donald Trump aprovechó el momento de debilidad de la líder alemana, la misma con la confrontó en la última cumbre del G7 en Canadá.
«El pueblo alemán le está dando la espalda a sus gobernantes debido a que la inmigración está sacudiendo la débil coalición de Berlín. La criminalidad en Alemania está subiendo. Un gran error por parte de toda Europa el aceptar a millones de personas que radical y violentamente han cambiado su cultura», tuiteó Trump.
«¡No queremos que lo que está sucediendo con la inmigración en Europa suceda con nosotros!», agregó el mandatario.
Las palabras de Trump se conocieron justo cuando Merkel intentaba públicamente enfrentar un motín dentro de su propio gobierno, específicamente del histórico aliado de su partido, los conservadores de la Unión Socialcristiana (CSU) bávara y la voz disidente del oficialismo en materia migratoria.
En las últimas dos semanas, las divisiones políticas de la UE en torno a la llegada y la recepción de refugiados e inmigrantes volvió a quedar al desnudo cuando un barco que llevaba 629 ciudadanos africanos fue rescatado en el Mediterráneo y quedó a la deriva porque ni Italia ni Malta le permitieron atracar.
Después de ocho días de idas y vueltas y recriminaciones cruzadas, los refugiados e inmigrantes lograron pisar tierra en Valencia, España. Alrededor de la mitad pedirá asilo en ese país y la otra, en la vecina Francia. Esta nueva polémica, reavivó la crisis política latente que tiene la coalición de Merkel desde hace años.
Sin disimular su enojo y abandonando su tradicional diplomacia, el ministro del Interior y líder de la CSU, Horst Seehofer, aseguró que «es un escándalo» y un fenómeno «inexplicable que personas que tienen prohibido entrar en el país puedan hacerlo» y, mirando a las cámaras de televisión que cubrieron su conferencia de prensa, le dio un ultimátum a su jefa y aliada.
Le dio hasta el próximo Consejo Europeo -reunión de los jefes de Estado y gobierno de la UE- del 28 de junio para acordar un cambio en la política migratoria regional que permita que los países rechacen en la frontera, de manera automática, a los refugiados e inmigrantes que ya fueron registrados en otro país del bloque, como suele pasar cuando ingresan por Italia o Grecia, los principales puertos de llegada en el Mediterráneo.
«Después de la cumbre de la UE, hablaré con la canciller. Pero si no hay resultados que tengan un efecto igual al de esta medida, no quiero ponerme manos a la obra entonces, sino que quiero ser capaz de poder reaccionar rápidamente», explicó Seehofer, citado por la agencia de noticias alemana DPA.
Según informaron los medios locales, los líderes de la CSU apoyaron de manera unánime el ultimátum de Seehofer en una reunión realizada hoy.
Al mismo tiempo que el ministro bávaro anunciaba su ultimátum en vivo, Merkel trataba de bajarle el tono a la crisis de su gobierno en otra conferencia de prensa: «Estamos de acuerdo en seguir trabajando conjuntamente para lograr el objetivo de mejorar la gestión de la política migratoria y de reducir la llegada de refugiados».
Merkel se mostró abierta al diálogo, pero dejó una cosa en claro: no apoyará «soluciones unilaterales» por fuera de un consenso de la UE. «No hay nada automático. Las devoluciones que no estén acordadas podrían producir un efecto dominó negativo y poner en duda todo el proyecto de unidad europeo», sentenció.
Pese a mostrarse firme sobre este punto, la canciller sabe que necesitará de mucha cintura política para navegar esta crisis alemana y europea. En 2015, Merkel decidió abrir las fronteras y permitir el ingreso de cerca de un millón de refugiados e inmigrantes, que llegaron al continente con un aluvión de personas de Medio Oriente, África y Asia Central llegaron en embarcaciones precarias desde el Mediterráneo.
Se lo conoció como la peor crisis de refugiados en Europa desde la Segunda Guerra Mundial y a Merkel, como la gran heroína de los sectores que pedían recibir a las familias y personas desesperadas con los brazos abiertos.
Tres años después, la canciller alemana sigue pagando el costo político de esa decisión.
En las elecciones generales del año político, Merkel apenas consiguió una primera minoría y tuvo que hacer un equilibrio imposible entre sus aliados conservadores bávaros que pedían cerrar las fronteras y restringir el ingreso de inmigrantes y refugiados, y los socialdemócratas, que reclaman mantener una política consensuada con la UE.
Hoy Merkel no tiene mayoría en el Parlamento para gobernar sin los 46 diputados de la CSU y los 153 de la socialdemocracia. Con los días contados, Merkel comenzó esta tarde una serie de reuniones con los principales líderes de los países de la UE más afectados por la llegada masiva de refugiados e inmigrantes.
Primero se reunió con el flamante primer ministro italiano, Giuseppe Conte, el jefe de una coalición que incluye a la fuerza de extrema derecha Liga Norte, y le agradeció «por el esfuerzo realizado por Italia en materia migratoria».
Conte le respondió que es necesario cambiar el Acuerdo de Dublin -el marco legal europeo que supone que el estado miembro que registra la entrada de un inmigrante o refugiado debe hacerse cargo de él- y volvió a exigir «un reparto más justo», un reclamo que Merkel defendió en los últimos años sin mucho éxito.
Mañana Merkel tiene planeado recibir en Berlín a su par francés, el primer ministro Emmanuel Macron, para continuar con las negociaciones y los principales medios alemanas adelantaron hoy que la canciller está intentando convocar a una cumbre con varios líderes europeos, en los próximos días, para llegar a un pre acuerdo, que sirva de base para el Consejo Europeo del 28 de junio.