Espectáculos

Más vigentes que nunca, “Los simuladores” cumplen 20 años de su primera emisión


La serie fue erigida en un verdadero clásico nacional y con la vigencia que justifica su recién anunciado regreso en formato de película para el 2024

Por Nicolás Biederman / Télam

“Los simuladores”, la serie sobre un grupo de justicieros anónimos que resolvían problemas de gente común que revolucionó la TV argentina a comienzos de siglo, cumple este lunes 20 años de su primera emisión en Telefe erigida en un verdadero clásico nacional y con la vigencia que justifica su recién anunciado regreso en forma de película, ya en desarrollo para 2024.

Por supuesto volverán a ser de la partida sus cinco creadores: el cerebro, escritor y director de la recordada serie, el cineasta Damián Szifron, y sus cuatro protagonistas, Federico D’Elía, Diego Peretti, Alejandro Fiore y Martín Seefeld.

“Mi postura y la del resto del equipo es que queríamos hacer algo más, pero nos pasaron muchas cosas, la vida. Es mucho tiempo 20 años, aparecieron hijos, proyectos, intereses diferentes. Pero el deseo estuvo siempre latente, nos queremos, nos seguimos viendo”, confía D’Elía en charla con Télam, a minutos de que se confirmara el proyecto del “revival”.

La película lo volverá a reunir con el grupo de amigos que en el 2000 grabó un piloto con la idea de presentarlo en algún canal de cable, con dinero propio y en condiciones presupuestarias limitadas, y que acabó dando vida a una de las ficciones televisivas más importantes de la historia argentina, multipremiada y con remakes en Chile, España, México y hasta en Rusia.

Tal vez se ubique en el podio junto a “Okupas” (2000, de Bruno Stagnaro): cada una a su manera, llegaron para romper los moldes de lo que suponía la narrativa televisiva y leyeron la crisis del país de tal modo que a dos décadas se sienten profundamente actuales.

Si “Okupas” daba cuenta del deterioro social y de una generación de jóvenes sin rumbo en la Argentina post-menemista, “Los simuladores” proponía una solución casi fantástica. Donde el sistema, la política y las instituciones no podían o no querían actuar, lo haría el grupo de justicieros.

“Conozco un grupo de personas que resuelven problemas, problemas que nadie más puede resolver”, decía en cada episodio un cliente satisfecho, y abría para alguien en apuros una puerta de esperanza.

Como superhéroes, siempre listos, entraban en escena cuatro socios con habilidades específicas que salían al rescate a través de lo que llamaban “operativos de simulacro”, que consistían en engañar a quienes generaban el problema del cliente.

Ellos eran Pablo Lamponne (Fiore), dedicado a la técnica y movilidad; Gabriel Medina (Seefeld), investigación; Emilio Ravenna (Peretti), caracterización; y Mario Santos (D’Elía) en la logística y planificación.

Sus planes estaban basados en el razonamiento científico y una detallada investigación, pero no estaban exentos de tensión. A menudo pendían de un hilo, pero siempre salían bien.

Aquel primer episodio emitido el 21 de marzo de 2002, el piloto que luego tendría el título de “Tarjeta de Navidad” y que tenía al equipo abocado a ayudar a que un hombre (Claudio Rissi) recuperara el amor de su esposa (Carola Reyna), ya tenía todas las marcas que distinguieron sus dos temporadas.

El humor, la estructura, los homenajes al cine y las series (desde Sherlock Holmes y “Brigada A”, pasando por “Misión: Imposible” y el “Superagente 86”, entre muchos títulos más), el guiño “argento”, el optimismo de que cualquier problema tiene solución y su universalidad.

“Era un producto tan sofisticado, tan avanzado, que podía salir al aire prácticamente como lo habían hecho. No se notaban las limitaciones, las condiciones de urgencia en las que el equipo había hecho el piloto, con cortes de luz, ausencia de presupuesto. En ese piloto estaban todas las reglas de juego que la serie tuvo hasta el final”, recuerda Axel Kuschevatzky.

El productor, hoy afincado en Los Ángeles, conocía hacía tiempo a Szifron y gracias a eso pudo ver el piloto recién editado. Lo vio e inmediatamente lo llevó a Telefe, donde era asesor de la dirección de programación en la época de la gestión de Claudio Villarruel y Bernarda Llorente: “Esto fue una de las primeras cosas argentinas que dije ‘esto no lo puedo dejar escapar’, lo llevé y la reacción fue inmediata, todo el mundo enloqueció y dijeron ‘esto es diferente, esto es otra cosa’”.

En tiempos en que los realities eran el formato rey de la TV de aire, “Los simuladores” debutó con números humildes, con ratings de alrededor de 17 puntos. Sin embargo, en los 11 meses que transcurrieron entre el final de la primera temporada y el comienzo de la segunda, en mayo de 2003, el canal volvió a programarlo en la grilla del prime time y sus guarismos se fueron por las nubes, por encima de los 30 puntos.

“Los clásicos se hacen con el tiempo, pero el programa salvo cuando empezó a emitirse, que midió normal, ya en la repetición empezó explotar de rating. La segunda temporada fue explosiva y las repeticiones sucesivas también. Y después vinieron las redes sociales que ayudaron a este no-olvido”, repasa D’Elía, y no le falta razón.

Es que pese a haberse emitido hasta nueve veces completa en televisión y a que desde hace años integra el catálogo de Netflix (pronto pasará a Paramount+, plataforma del mismo conglomerado propietario de Telefe), la serie se mantuvo presente gracias a los memes, los stickers, la viralización de frases eternas como “Lamponne, te agachás y te la ponen”, “¿No hay un piquito para mí?” o “Disculpe, ¿fuego tiene?” que Santos decía al final de cada episodio a quien acababa de engañar.

“No sabría explicar muy bien por qué se convirtió en un clásico, pero hoy 20 años después obviamente lo es”, admite D’Elía, y ensaya una posible razón: “Creo que va a seguir trascendiendo porque sus temas no son de una época o de un momento, son pequeñas grandes cosas que nos pasan a todos los seres humanos. Nosotros no lo pensamos desde ese lugar, pero la verdad que eran como superhéroes argentinos necesarios, alguien que venía a poner un poco de orden. Y hoy, sin llegar a ser la crisis del 2001, estamos en una situación similar, con una disconformidad que sigue siendo vigente y uno se va a seguir sintiendo identificado”.

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Sobre lo que el actor no tiene dudas es que nada habría sido posible sin Szifron. El director de “Relatos salvajes” estaba, según él, “siempre un pasito adelante”: “‘Los simuladores’ ponía en agenda temas que antes se ponían de una manera un poco más solemne y eso hacía que la gente a veces huyera. Acá lo hacía como en un juego pero hablaba de temas importantes como la bulimia, la violencia de género, el bullying”.

“Hay mil anécdotas que confirman que Damián cuida hasta el último detalle de todo lo que hace, y varias veces los episodios salían al aire desde la isla de edición, porque hasta el último minuto estaba con algún cambio”, apoya Kuschevatzky, y lanza entre risas: “Ha llegado a hacer la edición del bloque cuatro con el bloque dos al aire”.

De esa misma obsesiva atención a los detalles es que se alimentaba Szifron para dar vida a la serie, según plantea D’Elía, quien asegura que “Damián tiene mucha claridad de lo que quiere contar, iba viendo y agarrando cosas que veía que pasaban en las grabaciones, en las escenas, en los ensayos, en las charlas”.

“Para dar una idea -rememora-, un día grabando el piloto yo tenía puesta una alianza, porque estoy casado, y me acerqué a Damián y le pregunté ‘¿me saco la alianza? ¿me la dejo?’, me dijo ‘hacé lo que te parezca’. Yo le dije ‘bueno, me la dejo, es viudo’, por tirar por tirar. Y él en un capítulo lo incorpora, aparece Santos viudo frente a la tumba de su mujer. Él seguía almacenando cosas en su cabeza y después las ponía al servicio de la historia”.

Ya sea por la lectura política que habilita, por el puntilloso y paulatino desarrollo de sus personajes, por el genio de su creador y sus ideas o simple y llanamente porque es muy entretenida, “Los simuladores” ocupan un sitial de privilegio en la historia de la TV y es un punto ineludible en la carrera de todos los que estuvieron involucrados.

D’Elía lo sintetiza mejor: “Ocupa un lugar muy importante en mi trayectoria y en la de cada uno de nosotros, por esto: porque 20 años después estamos hablando de volver. No hay un día en que salgamos de nuestra casa y no nos hablen de ‘Los Simuladores’, y no es una manera de decir. Es un regalo que nos hicimos, que no sabíamos que iba a terminar así porque pocas veces se da este tipo de fenómeno de generar un proyecto y que haya tenido semejante resultado. Así que ¡Felices 20 años Simuladores!”.