Por Diego Añaños
Desde el día en que se dieron a conocer las primeras medidas del gobierno de Mauricio Macri, todos aquellos que hemos estudiado algo de Historia Económica Argentina tuvimos la sospecha de que el fracaso era inevitable. Claro, cuando no referimos al fracaso lo hacemos en relación al programa económico, y no a los beneficiarios directos de las medidas. Era la Historia la que decía que no había margen para el éxito, no la ideología. Hoy es la evidencia empírica la que nos muestra la magnitud del desastre.
Durante las últimas dos semanas se conocieron algunos datos que dan cuenta del acelerado deterioro que viene sufriendo la economía argentina. La inflación de agosto se ubicó en un 4%, lo que refleja un incremento interanual (agosto 2018/agosto 2019) de 54,5%. Se espera algo más de un 6% para septiembre, algo más de un 4% para octubre, y no menos de un 3% para noviembre y diciembre. En síntesis, la inflación 2019 estará en el orden del 55% para el presente año, y acumulará aproximadamente un 300% para los cuatro años de gestión. Sin dudas una afrenta para un presidente que aseguraba que bajar la inflación era una tarea sencilla.
También se conocieron los datos de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec. Según la misma, el desempleo se ubicó en el 10,6%. De hecho no sólo es el porcentaje más alto del gobierno de Cambiemos, sino el más alto de los últimos 13 años. El fenómeno alcanza hoy a 2.050.000 desocupados urbanos, lo cual implica que se hay alrededor de 250.000 desocupados más que hace un año atrás. Un dato a tener en cuenta es que la subocupación visible (aquellas personas que trabajan menos de 35 horas semanales, pero desearían trabajar más), aumentó al 13,1%. Son 2.530.000 trabajadores que no alcanzan a cubrir sus necesidades con sus ingresos habituales, 420.000 más que hace un año.
Paralelamente, el informe que publica la UIA todos los meses, muestra un fuerte deterioro de la actividad industrial. Según se consigna, la caída interanual julio 2018/julio 2019 fue del 6,1%, acumulando un 7,6% para el presente año. Hay un consenso generalizado en el sector de que 2019 será uno de los peores años para la actividad manufacturera, más allá de los intentos del gobierno de ficcionar una supuesta recuperación intermensual el mes pasado. Sin dudas que la industria automotriz es la más afectada, mostrando una caída interanual de 47,8%.
Existe gran preocupación por la situación del Banco Central. Las luces de alerta se encendieron ya que las reservas cayeron por debajo del los U$S50.000 millones luego de la fuerte sangría que viene sufriendo en las últimas semanas (U$S16.000 millones desde el 11 de agosto). Hoy los balances muestran un escenario de Patrimonio neto negativo, ya que los pasivos (base monetaria, más leliqs y otros instrumentos) suman más que los activos. La fuerte caída del balance tiene que ver, fundamentalmente, con la baja de la cotización de los títulos soberanos (50%) que forman parte de sus activos. El presidente de la entidad, Guido Sandleris, lucha diariamente con la desconfianza en su gestión. Su figura se ha visto esmerilada por los sucesivos intentos fracasados de contener la inflación, y las medidas recientemente anunciadas no tuvieron el efecto esperado en los mercados.
Como si todo lo dicho no fuera suficiente, el panorama financiero se ensombrece. La calificadora de riesgos Fitch alertó a los tenedores de bonos argentinos que el escenario más probable es una quita. Calificó al perfil de endeudamiento del gobierno como insostenible, dadas las restricciones que muestra la economía argentina para recuperar su capacidad de repago. Si bien no se especificó el monto de la quita, circuló un informe de Moody´s Investors Service que la probabilidad de sufrir un recorte del 10% al 20% era muy alta, y que incluso podría ser mayor, lo cual implicaría un nuevo retroceso en la calificación de la deuda soberana. En síntesis mayor parte de los analistas financieros ya descartan la posibilidad de un reperfilamiento (que implica sólo una modificación en los plazos de pago), y todos los cálculos se hacen sobre la base de una hipótesis de reestructuración (extensión de plazos, quita de capital y rebaja de intereses).
Parece evidente que el gobierno no encuentra el modo de gestionar la economía en el proceso de transición política. El abandono de los objetivos de expansión cero de la base monetaria, la marcha atrás con el congelamiento de los combustibles, las dificultades para conseguir el próximo desembolso del FMI, las dudas con respecto al presupuesto y el proyecto de reperfilamiento de la deuda, muestran a la claras el estado de confusión y amateurismo del mejor equipo de los últimos 50 años. Como lo expresó con claridad meridiana el economista y Premio Nobel, Joseph Stiglitz: ha fracasado nuevamente un intento de implantar un modelo neoliberal, una nueva apuesta fallida, que ha llevado otra vez a la Argentina a una crisis terminal. Será responsabilidad del gobierno entrante la tarea de la reconstrucción.