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Opinión: los hechos y las interpretaciones


Por Diego Añaños

Por Diego Añaños

Acaba de finalizar la última semana de Mauricio Macri al frente del gobierno en la Argentina, y el jueves fue tiempo de hacer un balance de gestión. El presidente estructuró su mensaje de algo más de treinta y nueve minutos (grabado y editado) alrededor de seis ejes: Infraestructura y energía, Cultura del poder y calidad democráctica, Desarrollo humano, Economía, Relaciones con el mundo y Seguridad y narcotráfico. Más allá de las opiniones, y de algunos intentos de diagnóstico médico, fue claro que Macri eludió referirse con profundidad a cuestiones económicas. Hay dos nudos de la discusión que debieron ser abordados con mayor precisión, no ya en función de los deseos de quién escribe, sino a partir de aquellas áreas que, a la vista del candidato debían ser las varas para evaluar su performance al finalizar su mandato: la pobreza y la inflación. Sin embargo, la mención fue sólo tangencial. Dijo no estar conforme con los resultados económicos luego de cuatro años de gobierno. Claro, nadie podría estar conforme de entregar un país donde todas y cada una de las variables relevantes se han deteriorado y muestran números peores que el día de la asunción. Nadie está obligado a declarar en su contra, y Macri hizo uso de la opción. Se refirió a aquellas cuestiones en las que se sintió fuerte y evitó referirse a aquellas en las cuales fracasó estrepitosamente. Prefirió hablarle al 40% que lo acompañó, y aún cree en su propuesta. No habló como presidente saliente, sino como jefe de una nueva oposición. Propongo leer su discurso en ése registro.

La sugerencia intenta avanzar en el sentido de una vieja sentencia nietszcheana: “No existen los hechos, existen las interpretaciones”. Exhibo como ejemplo un artículo periodístico. El martes pasado, El Cronista publicó una encuesta en la que se relevan las expectativas de los empresarios para 2020. El estudio fue realizado por la consultora CIO y los datos se elaboraron en base a las respuestas de 243 presidentes, CEOs y gerentes generales de empresas grandes y de primera línea.

Ante la pregunta “Qué ocurrirá con el plantel de su empresa”, hay un 51% que afirma que no variará, un 32% que sostiene que aumentará (en distintos porcentajes), y algo más del 11% sostiene que va a disminuir.

Ante la pregunta “Cómo manejará las inversiones de su empresa”, un 39% dijo que lo hará para aumentar su producción, un 16% para reducir costos, un 13% para aumentar sus exportaciones, y un 10% para mantener su producción actual. Es decir, un 78% afirmó que va a invertir. Sólo un 5% sostuvo que no invertirá.

Un 65% de las empresas relevadas esperan un aumento de sus ventas en el mercado local (2 de cada tres), mientras que un 19% prevé un estancamiento y sólo el 10% (una de cada 10) espera una caída.

Un 51% de las empresas esperan un crecimiento de sus exportaciones, y sólo un 3% espera una caída. Además, un 60% esperan que no su situación mejore, sino que esperan que la actividad de su sector se incremente. Casi 7 de cada 10 empresas espera utilizar su capacidad instalada en un 70% o más de sus posibilidades.

Un 60% de los encuestados espera una inflación menor al 43% para el año que viene, alrededor de 15 puntos porcentuales menos que la que se espera sea la de 2019.

Los principales problemas identificados por los empresarios son la inflación (82%), la presión impositiva (61%) y las restricciones del tipo de cambio (51%).

Finalmente, y aquí viene lo llamativo: sólo un 18% espera que el PBI crezca el año siguiente. Efectivamente, un 35% de los consultados espera que el PBI no crezca en 2020, mientras que un 38% afirma que decrecerá. Es decir, un 73% de los encuestados avisora una panorama de estancamiento o recesivo para 2020.

En síntesis, los empresarios esperan aumentar sus inversiones, su contratación de personal, sus ventas (tanto en el mercado interno, como en el mercado externo) y una baja sensible de la inflación (que es el problema más nombrado dentro del esquema de respuesta múltiple que propone la encuesta). Sin embargo, no alcanzan a visualizar que, si todos aquellos factores concurren, es inevitable que el PBI crezca. A ver, todo hace pensar que el gobierno de Alberto Fernández tendrá un perfil más vinculado a la utilización del gasto público como herramienta de expansión sistémica, lo cual implica casi necesariamente un crecimiento concomitante del consumo. Ahora, si los empresarios invierten y el Estado expande su gasto (lo cual, como decíamos, impacta positivamente en la evolución del consumo agregado), debería ocurrir algún fenómeno paranormal para que el nivel de actividad económica no crezca y se expanda el PBI. No se requiere de la concurrencia fe ni de la confianza, es un efecto puramente mecánico de la dinámica económica. Y sin embargo, los principales empresarios argentinos siguen persistiendo en su diagnóstico. Igual que aquel hombre que echaba espuma por la boca mientras masticaba una barra blanca y afirmaba: “Tiene gusto a jabón, pero es queso”.