Esta carencia de sueño está estrechamente vinculada con una disminución del rendimiento cognitivo, riesgos de obesidad y depresión
Esta carencia de sueño está estrechamente vinculada con una disminución del rendimiento cognitivo, riesgos de obesidad y depresión
Para tener un bienestar óptimo, un adolescente necesita dormir entre ocho y diez horas cada noche, sin embargo más del 93% de ellos ni siquiera alcanza las siete horas. El horario interno (cronotipo), coordinado por un reloj central ubicado en el cerebro, se vuelve cada vez más nocturno durante la adolescencia y llega a su pico más alto al final de ese periodo.
Empezar el colegio a las ocho de la mañana no les viene del todo bien. Esta carencia de sueño está estrechamente vinculada con una disminución del rendimiento cognitivo, riesgos de obesidad y depresión. Un estudio publicado este lunes en Nature Human Behaviour sobre los hábitos de sueño y el rendimiento de 753 alumnos demuestra que los que tienen que ir a clase a las 07.45 de la mañana sufren un desfase horario entre los días libres y los días hábiles de hasta cuatro horas (lo que se denomina jetlag social).
Cada adolescente tiene su propio cronotipo u horario interno, algunos son más matutinos y otros vespertinos. María Juliana Leone, principal autora del estudio e investigadora en el laboratorio de Neurociencia de la Universidad Torcuato Di Tella de Buenos Aires y del laboratorio de Cronobiología de la Universidad Nacional de Quilmes, asegura que es difícil determinar el horario escolar ideal para los adolescentes. «Hace faltan más estudios, pero según estos resultados es verdad que la mejor opción parecer ser las 17.20 para el inicio de las clases», admite.
Además de su genética, otros factores afectan al comportamiento del joven en comparación con el adulto. El adolescente tiene el cerebro de un niño por mucho que su estatura y envergadura diga lo contrario. Además, sufre una privación crónica de sueño, según palabras de Joaquín Durán Cantoll, director de la Unidad de Trastornos del Sueño del Hospital Txagorritxu de Vitoria. El experto insiste en este aspecto y en la necesidad que hay de dar a conocer el metabolismo de los jóvenes para ayudarles. “Además de tener un caos cerebral y metabólico, los adolescentes también sufren un desfase horario astronómico. El adolescente está más predispuesto a desordenarse”, explica el experto.
El estudio demuestra que los adolescentes que asisten a clase a la primera hora de la mañana tienen los cronotipos más matutinos (comparados con sus pares que asisten a la escuela en turno tarde o vespertino), pese a tener un ritmo interno tardío por naturaleza. Se consigue adaptar parcialmente y como puede a estos hábitos. Pese a madrugar, consiguen compensar la falta de sueño incrementando los episodios de siesta y su duración. Pero, aunque la costumbre y los hábitos de una población tengan el poder de modular la biología y perturbar el ritmo natural de cada uno, los adolescentes que naturalmente se acuestan tarde (vespertinos) tienen problemas en su día a día. Los autores mencionan también que los adolescentes tienen un alto nivel de somnolencia durante el día, aspecto relacionado con la carencia de sueño y por lo tanto, la pérdida de calidad en el rendimiento escolar.
“Si a un joven con cronotipo vespertino le obligas a despertarse a las siete de la mañana irá a peor, cada vez más. Acumula sueño y eso afecta su salud y sus reflejos cognitivos”, cuenta Durán. El investigador recuerda que ya se demostró que retrasar una hora la entrada al colegio mejora el rendimiento escolar, pero el estudio añade que sigue sin ser suficiente para eliminar el desfase horario o alcanzar las horas de sueño recomendadas.
Los resultados dependen de la edad de los adolescentes —cuanto más mayores son, más nocturno es su horario interno—, del horario escolar y del tema de estudio. Leone propone retrasar la hora de entrada al colegio de todos los adolescentes y ordenar las materias de manera distinta por la mañana. «El estudio demuestra que el rendimiento académico en matemáticas se ve más afectado por el cronotipo y, por lo tanto, no se deberían poner a primera hora para evitar diferencias en rendimiento asociadas al horario interno de cada adolescente. En cambio, las materias que se asocian con la inteligencia cristalizada, como la literatura y los idiomas, el efecto del cronotipo es menor», explica.
La luz: un elemento clave
Sin embargo, imponer luz potente al despertar ayuda al adolescente a espabilarse. Leone asegura que una de las posibilidades para mejorar el rendimiento y la salud de los adolescentes es ofrecerles la correcta exposición a la luz tanto en casa como en las aulas. «La luz puede modificar el cronotipo. Si el alumno se expone sistemáticamente a luz brillante a la mañana se volverá más matutino siempre y cuando no utilice esa luz por la noche», comenta.
Pero del mismo modo que ayuda a empezar el día con energía, también complica la conciliación del sueño. Al irse a la cama, los adolescentes entran en su habitación dónde demasiados elementos le distraen, empezando por el móvil cuya luz hace que se vuelvan más nocturnos retrasando el ritmo de melatonina. Esta herramienta, con la que la mayoría de los jóvenes viven a diario, dificulta la conciliación del sueño. No solo por la luz que transmite sino también por el contenido. “Antes de dormir, el niño tiene demasiados elementos activadores que perjudican su ritmo biológico natural”, comenta Durán. “Y quiero insistir en que los que pueden actuar sobre esta situación son los padres y los educadores dando el ejemplo. A los adolescentes les importa lo que hagamos, no lo que digamos”, concluye.
Fuente: El País de España