El Mundial de básquetbol que empieza este sábado podría representar la despedida de un verdadero prócer de la Selección albiceleste, pero hasta entonces lo más justo será acompañar a Luis Scola en una cruzada por la que ya ha dado mucho.
Último exponente de la Generación Dorada que extendió su carrera, el admirable Luifa eligió la generosidad adicional de acompañar el recambio en el lugar mismo donde se desarrolla: adentro de la cancha. Y adentro de la cancha, pero con una presencia menos formal que real y menos lateral que primordial.
Nunca dejó de dar la talla, Scola, por portación de talento y por vocación de profesional ciento por ciento en la sintonía de los deportistas de élite sostenidos por un motor, el placer de competir, cuyo tanque de reserva siempre tiene un poco más para decir.
Tres fueron los meses que este año empleó en una preparación personalizada (un entrenador y un preparador físico) destinada a mejorar su estado de forma, el estado de forma de quien el 30 de abril cumplió 39 años de los cuales 20 lo han tenido en el elenco estable de la Selección.
Más delgado, más afinado y si cabe más proclive a aventurarse en los lanzamientos de tres puntos, Scola invita a observar que el básquetbol de estos días es más vertical porque el jugador de élite ha mutado en biotipo, altura, velocidad, impronta. Y a la vez declina identificarse con el rol de líder: a lo más se reconoce como referencia y como influencia.
Pero que se sienta inhibido a golpearse el pecho no quiere decir que las emanaciones de su proverbial humildad sean suficientes para negar la dimensión de su evidente caudillaje positivo.
Sea en los vestuarios, sea en el juego mismo, escenario donde el miércoles último dio un fantástico presente en el partido amistoso que Argentina perdió de forma ajustada con España, 84-76, en el torneo que tuvo lugar en el Olimpic Center de Nigbó.
Un total de 22 puntos y 11 autorizan a la vigorosa esperanza de un gran Mundial de Scola que bien podría alumbrar un gran Mundial de la Selección.
Y si Argentina hiciera un gran Mundial y se clasificara a los Juegos Olímpicos 2020, el interrogante caería de maduro: ¿habrá en Tokio un Luifa de pantalones cortos y camiseta albiceleste?
“Lo he dicho y lo sostengo, mi compromiso con la Selección es hasta el Mundial. Después del Mundial, veré”.