Por la Dra. Ana María Orlandi (*)
La tiroides es una pequeña glándula que pesa entre 15-20 gramos y se ubica en la región anterior del cuello. Está formada por dos lóbulos unidos por una banda de tejido tiroideo, llamado istmo.
Su función es la de captar el iodo procedente de la dieta, para que el mismo sea utilizado por células epiteliales tiroideas, para la síntesis y secreción de las hormonas tiroideas (triiodotironina T3 y tiroxina T4). El tejido tiroideo contiene, en un menor número, las llamadas células parafoliculares o células C, encargadas de la síntesis de calcitonina.
La función tiroidea se encuentra regulada por diversos factores. El más importante es el eje hipotálamo -hipofiso- tiroideo, el cual actúa como una unidad funcional. Es un modelo característico de autorregulación, en el que cada componente intenta mantener los niveles normales de T4 y T3.
Las hormonas tiroideas regulan un gran número de procesos metabólicos. De su funcionamiento normal depende el desarrollo y crecimiento apropiados, así como, la reproducción y la adaptación al medio. Además estimulan la termogénesis (producción de calor), la síntesis de proteínas estructurales, enzimas y hormonas proteicas y presentan efectos sobre el metabolismo de los hidratos de carbono y las grasas.
La glándula tiroides puede verse afectada por patologías que afecten su función, su morfología o la combinación de las mismas.
En lo que se refiere a la afectación de su función, debemos mencionar los cuadros que se acompañan de función disminuida (hipotiroidismo) o aumentada (hipertiroidismo).
Se denomina hipotiroidismo al cuadro que se caracteriza por una disminución de la secreción de hormonas tiroideas, producida en la gran mayoría de los casos por una alteración funcional u orgánica de la glándula tiroides. Es lo que se conoce como hipotiroidismo primario. Es una patología que puede ir desde un cuadro con leves manifestaciones clínicas y bioquímicas (hipotiroidismo subclínico), pasando a una forma de mayor alteración bioquímica y aparición de síntomas y signos característicos (hipotiroidismo clínico), llegando por retraso en la consulta o en el diagnóstico a los casos extremos de coma mixedematoso, cuadro que puede poner en riesgo la vida del paciente. La prevalencia de hipotiroidismo es variable, según distintos estudios poblacionales (2- 4.1%). Es más frecuente en mujeres y su aparición aumenta con la edad. La tiroiditis crónica autoinmune o de Hashimoto, es la causa más frecuente de hipotiroidismo en cualquier momento de la vida, pero su frecuencia aumenta con la edad, lo que explica la gran prevalencia de hipotiroidismo en mujeres mayores de 60 años, que alcanza el 10% si se incluye el hipotiroidismo subclínico.
Se conoce como hipertiroidismo a la condición que se produce como consecuencia del aumento significativo de los niveles hormonales, en general producido por una mayor producción y liberación de hormonas tiroideas a la circulación. Existen diversas patologías que pueden provocar esta condición. Las más frecuentes son el hipertiroidismo debido a la enfermedad de Graves y la ocasionada por la Enfermedad de Plummer o bocio nodular tóxico. La primera es una enfermedad de etiología autoinmune, con rápida aparición de síntomas y signos característicos del exceso de hormonas tiroideas, asociado a bocio (aumento del tamaño de la glándula tiroides) y cambios oculares característicos. La segunda, es una entidad que se produce en forma insidiosa y con manifestación clínica más leve o atenuada, lo que lleva a que frecuentemente se diagnostique en sujetos de mayor edad.
En lo que se refiere a las enfermedades que pueden afectar la morfología o arquitectura de la tiroides debemos referirnos al bocio nodular. La enfermedad nodular tiroidea es frecuente y clínicamente importante. En áreas con aporte de yodo suficiente, son detectados nódulos por palpación en el 4 – 7% de la población general, mientras que empleando métodos de diagnósticos muy sensibles como la ecografía de alta resolución, esa cifra se eleva al 20 – 65%. Los nódulos tiroideos pueden aparecer a cualquier edad, aunque su prevalencia aumenta con la edad, son infrecuentes en la edad pediátrica y son 3 veces más frecuentes en mujeres que en varones. La actitud clínica ante un paciente con nódulo tiroideo, radica en descartar la presencia de malignidad, la cual ocurre en 5 – 10% de los casos. Para ayudar en el correcto diagnóstico diferencial, existen datos clínicos (crecimiento rápido, consistencia firme, dificultad respiratoria o para deglutir, entre otros), así como, características ecográficas de sospecha. Ante esta situación y teniendo en consideración el tamaño nodular, está indicado el procedimiento diagnóstico de la Punción Aspiración del nódulo y el estudio citológico de la muestra. Este estudio es el Gold Estándar en el manejo diagnóstico de la patología nodular tiroidea, por su alta confiabilidad en el diagnóstico diferencial entre patología benigna y maligna.
Es importante remarcar ante el día internacional de la tiroides, que las enfermedades que afectan a la glándula pueden hoy ser diagnosticadas precoz y eficazmente con los métodos disponibles, así como, existen herramientas terapéuticas para lograr normalizar las alteraciones en la función glandular y permitir un correcto seguimiento de los pacientes.
(*) Presidente de la Sociedad Argentina de Endocrinologia y Metabolismo (SAEM).