Por Mónica Beltrán (*)
Los principios que inspiraron la centenaria reforma universitaria: libertad de cátedra, cogobierno y autonomía siguen vigentes en la universidad argentina, donde ya esos valores casi no son discutidos por ningún sector. Ese consenso llevó al presidente Mauricio Macri a decretar que todas las comunicaciones oficiales lleven en sus membretes la leyenda: ” 2018: Año del Centenario de la Reforma Universitaria”. ¿Dónde está el secreto de tanto consenso? ¿Son sus principios realmente tan actuales? ¿Es el modelo universitario argentino tan exitoso que no requiere de cambios ni revisiones?.
Esa celebración centenaria que hoy une más que separar a las agrupaciones estudiantiles fue sin embargo la principal “grieta” social de la primera mitad del siglo XX, hasta que estalló otra división entre educación laica o libre.
Durante años los reformistas y antireformistas se enfrentaron en asambleas, en la calle y hasta protagonizaron decenas de situaciones violentas. En el reformismo se alineaban los radicales, pero también liberales, socialistas, demoprogresistas, anarquistas y muchos librepensadores. En el antireformismo de la universidad argentina estaban los movimientos universitarios ligados a la Iglesia, pero más tarde se sumó el peronismo que combatió esos ideales prácticamente hasta los años 90, cuando giraron de posición principalmente con dos agrupaciones estudiantiles: la Juventud Universitaria Peronista y la FUNAP.
La Franja Morada, brazo universitario del radicalismo, que acaba de cumplir cincuenta años, nació en Rosario como Unión Nacional Reformista Franja Morada, integrada por el partido reformista de Ciencias Económicas y Derecho de Rosario, la Unión Reformista Franja Morada de Córdoba y la Liga Reformista Franja Morada de La Plata. El reformismo está en su ADN, aunque esa franja de los 60 no era íntegramente radical. Más cerca de los 70 fue la Juventud Radical (especialmente la Junta Coordinadora Nacional) la que decidió volcarse a la militancia estudiantil comprendiendo que el radicalismo podía encontrar en la universidad un espacio de formación política para sus cuadros juveniles. Podría decirse que la universidad es al radicalismo lo que el sindicalismo fue al peronismo, por hacer alguna comparación entre los dos movimientos nacionales que gobernaron el país durante el siglo XX, alternativamente e interrumpidos por golpes militares.
La universidad argentina atravesó muchas crisis desde 1918, múltiples intervenciones, censuras y desapariciones durante las dictaduras, falta de presupuesto, atraso científico, extensas huelgas docentes, y conflictos. Una y otra vez la universidad se puso de pie y reorganizó levantando las banderas de la Reforma.
El 2018 es el año del centenario reformista. Más allá de los festejos y la reivindicación histórica, puede ser una oportunidad para preguntarse sobre los nuevos debates que se plantean hoy los militantes universitarios 2.0, los nuevos reformistas, aquellos dirigentes estudiantiles que no creen tanto en las movilizaciones y los medios masivos, pero encuentran en el arte y las nuevas tecnologías estrategias diversas para la militancia y sus reclamos.
En las revueltas del 18 había 8614 estudiantes universitarios en Argentina y la mayoría estudiaba medicina. Hoy son casi 2 millones los que pueblan las aulas en carreras diversas que van de la Economía a la Ecología, pasando por Humanísticas y las siempre necesarias ingenierías. Muchos entienden que deberán formarse de por vida, hacer postgrados virtuales y viajar por el mundo buscando especializaciones y doctorados, para poder tener un lugar en un mercado laboral cada vez más exigente.
Que el 2018 sea un año de festejos y que el espíritu reformista inspire a los universitarios de hoy y de ayer para encontrar las soluciones que hoy requiere un sistema educativo cada vez más masivo y diverso. El centenario puede ser una fecha para celebrar las batallas ganadas, pero también una oportunidad para dar nuevas peleas, encarar reformas más profundas, garantizar de verdad la igualdad de oportunidades y premiar la constancia y el esfuerzo de quienes apuestan al estudio y la formación.
Esa celebración centenaria que hoy une más que separar a las agrupaciones estudiantiles fue sin embargo la principal “grieta” social de la primera mitad del siglo XX, hasta que estalló otra división entre educación laica o libre.
Durante años los reformistas y antireformistas se enfrentaron en asambleas, en la calle y hasta protagonizaron decenas de situaciones violentas. En el reformismo se alineaban los radicales, pero también liberales, socialistas, demoprogresistas, anarquistas y muchos librepensadores. En el antireformismo de la universidad argentina estaban los movimientos universitarios ligados a la Iglesia, pero más tarde se sumó el peronismo que combatió esos ideales prácticamente hasta los años 90, cuando giraron de posición principalmente con dos agrupaciones estudiantiles: la Juventud Universitaria Peronista y la FUNAP.
La Franja Morada, brazo universitario del radicalismo, que acaba de cumplir cincuenta años, nació en Rosario como Unión Nacional Reformista Franja Morada, integrada por el partido reformista de Ciencias Económicas y Derecho de Rosario, la Unión Reformista Franja Morada de Córdoba y la Liga Reformista Franja Morada de La Plata. El reformismo está en su ADN, aunque esa franja de los 60 no era íntegramente radical. Más cerca de los 70 fue la Juventud Radical (especialmente la Junta Coordinadora Nacional) la que decidió volcarse a la militancia estudiantil comprendiendo que el radicalismo podía encontrar en la universidad un espacio de formación política para sus cuadros juveniles. Podría decirse que la universidad es al radicalismo lo que el sindicalismo fue al peronismo, por hacer alguna comparación entre los dos movimientos nacionales que gobernaron el país durante el siglo XX, alternativamente e interrumpidos por golpes militares.
La universidad argentina atravesó muchas crisis desde 1918, múltiples intervenciones, censuras y desapariciones durante las dictaduras, falta de presupuesto, atraso científico, extensas huelgas docentes, y conflictos. Una y otra vez la universidad se puso de pie y reorganizó levantando las banderas de la Reforma.
El 2018 es el año del centenario reformista. Más allá de los festejos y la reivindicación histórica, puede ser una oportunidad para preguntarse sobre los nuevos debates que se plantean hoy los militantes universitarios 2.0, los nuevos reformistas, aquellos dirigentes estudiantiles que no creen tanto en las movilizaciones y los medios masivos, pero encuentran en el arte y las nuevas tecnologías estrategias diversas para la militancia y sus reclamos.
En las revueltas del 18 había 8614 estudiantes universitarios en Argentina y la mayoría estudiaba medicina. Hoy son casi 2 millones los que pueblan las aulas en carreras diversas que van de la Economía a la Ecología, pasando por Humanísticas y las siempre necesarias ingenierías. Muchos entienden que deberán formarse de por vida, hacer postgrados virtuales y viajar por el mundo buscando especializaciones y doctorados, para poder tener un lugar en un mercado laboral cada vez más exigente.
Que el 2018 sea un año de festejos y que el espíritu reformista inspire a los universitarios de hoy y de ayer para encontrar las soluciones que hoy requiere un sistema educativo cada vez más masivo y diverso. El centenario puede ser una fecha para celebrar las batallas ganadas, pero también una oportunidad para dar nuevas peleas, encarar reformas más profundas, garantizar de verdad la igualdad de oportunidades y premiar la constancia y el esfuerzo de quienes apuestan al estudio y la formación.