Opinión

La política tomó aire


Por Leo Ricciardino

La salida de Marcelo Sain del ministerio de Seguridad de Santa Fe, no resultó indiferente para nadie. Algunos sectores creyeron leer una “derrota” para la administración provincial y otros quedaron convencidos de que sus formas y polémico estilo lo llevaron directo hacia la puerta de salida. Pero sería más justo indagar en el debate profundo que propuso el ex ministro para conocer qué paso y qué sigue pasando para que las balas piquen cerca y muchas veces acierten en los barrios de la periferia de Rosario y de Santa Fe.

El vínculo del crimen complejo entre un sector de la política, otro del empresariado y con una pata en la justicia; fue demostrado. Quizás no con las pruebas necesarias como para que todo se ventile frente a un tribunal; pero sí hay dos fiscales presos y algún político seriamente comprometido que por ahora se salva por su blindaje corporativo. Para no hablar de los lazos directos que todos hemos escuchado de funcionarios de anteriores administraciones que, aunque no conformen delitos directos, establecen claramente una extraña relación de confianza con policías que terminaron condenados.

La propia justicia federal debería dar explicaciones de por qué condenó a media docena de personas por narcotráfico con los cuentos que les llevaba un narco policía como Alejandro Druetta que ahora tiene su propia condena e inhabilitación para el cargo.

Omar Perotti aceptó la renuncia de Marcelo Sain

Pero la institucionalidad no fue capaz de resistir tanta porquería puesta sobre la mesa y tuvo que hacer un impasse. Eso fue la salida de Sain que, como dijo el gobernador a la hora de tomarle juramento a Jorge Lagna como nuevo ministro, agradeció “los aportes” y el “compromiso” del funcionario saliente. En este tema hubo extrañas coincidencias, pero que precisamente se dieron porque el conflicto atraviesa horizontalmente a las distintas fuerzas políticas. Por eso se pudo escuchar a Carlos Del Frade coincidir con Roy López Molina en los elogios a Sain y a la tarea que había realizado.

Más allá de los errores no forzados del propio Sain, sobre todo su inexplicable tendencia a polemizar por redes sociales, algunos fallos sí fueron estructurales. El notable esfuerzo por privilegiar el delito complejo en las grandes ciudades, postergó los planes para los delitos predatorios que son los que más siente la gente. Esto terminó por minar también la gestión del ex ministro. Los arrebatos, las entraderas, los robos de celulares fueron apilándose como una carga insoportable. Por supuesto que ni el delito complejo ni los arrebatos van a desaparecer porque se haya ido Sain, pero la política necesitó tiempo para respirar, para barajar y dar de nuevo y amortiguar el impacto del estruendo de tanta verdad revelada.

Seguramente con más cautela pero con la misma decisión, habrá que continuar en la tarea si de verdad se quiere terminar o por lo menos, reducir la intensidad del flagelo de la inseguridad generalizada. Pero hay que empezar a decir que no hay milagros posibles sino constancia y esfuerzo para continuar por los caminos correctos que, obviamente, estarán plagados de escollos y de balas.