Análisis
Opinión

Por Diego Añaños

La plata del Fondo ya no está


 

Por Diego Añaños

Se han disipado las dudas. Tal y como anticipábamos hace dos semanas, finalmente el Fondo Monetario Internacional (FMI) decidió postergar el envío previsto para el 15 de septiembre pasado. Los funcionarios argentinos que viajaron recibieron la noticia de boca de los funcionarios del organismo durante la visita que realizaron a los Estados Unidos.

Paralelamente, y como consecuencia de la puesta en el freezer de los desembolsos del Fondo, quedan suspendidos también algunos desembolsos que estaba previstos por parte del Banco Internacional de Desarrollo (BID) y del Banco Mundial.

El ministro Lacunza se reunió el lunes con un grupo de inversores de Wall Street, pero no habló como ministro de gobierno, sino en representación del país. En la charla dejó claro que sin el apoyo de la oposición sus negociaciones no tienen legitimidad. Luego, junto al Presidente del Banco Central, Guido Sandleris se reunieron en Washington con el número dos y actual gerente interino del FMI, el norteamericano David Lipton, y el director para el Hemisferio Occidental, Alejandro Werner. Fue precisamente Lipton el que les comunicó que no está en condiciones de garantizar los votos en el board que destraben la remesa del tramo de U$S5.400.

Posteriormente viajaron a Washington para reunirse con el jefe de la misión para nuestro país, el italiano Roberto Cardarelli. Los funcionarios llevaron un mensaje: Argentina ha cumplido con todos las metas acordadas y no hay razón para retener el giro previsto. Sin embargo la que habla hoy es la política.

Como sugirió Amanda Mars en su artículo del martes en el diario El País, hubo más de simulacro que de realidad en esta gira. Si bien está claro que Estados Unidos sigue sosteniendo su apoyo a Macri, ya no lo hace con la misma firmeza. La mayor parte de los países europeos le bajaron el pulgar (salvo Alemania, Francia y España que prefieren no tomar posición), y otro tanto sucede con los asiáticos (con excepción de China).

Macri, por su parte, viajó a Nueva York para dar su discurso ante en las Naciones Unidas. Además tuvo una reunión con Michel Bachelet en el marco de la crisis venezolana y asistió al brindis que ofreció Trump para agasajar a los 50 jefes de estado que llegan a Manhattan para participar de las sesiones de la ONU. Vale la pena destacar que no hubo reunión privada con el presidente de Estados Unidos, ni con los banqueros e inversores que apostaron por él durante la campaña. Si bien no estaba previsto en la agenda oficial que se reuniera con los funcionarios del FMI, pasó fugazmente por la reunión que tuvieron Lacunza y Sandleris con Lipton y Werner. Sin embargo, de poco sirvió para modificar la decisión que ya estaba tomada.

El desembolso vendría después de las elecciones de octubre. De eso no parece haber dudas. Sólo resta saber si llegarán antes del intercambio de mando. Lo preocupante del escenario de corto plazo es que Argentina enfrenta vencimientos de deuda por alrededor de U$S15.000 millones en los próximos 4 meses, U$S10.000 millones de los cuales están en manos privadas. Dado que las Reservas Internacionales Netas se ubican alrededor de los U$S10.000 millones, las luces de alerta están pasando de amarillo a rojo en el Banco Central. Incluso queda por resolver qué sucederá con el swap de monedas con China, dado que en la última operación se introdujo una nueva cláusula que ataba su vigencia al acuerdo entre Argentina y el FMI.

En realidad no importa el dinero. Tampoco importa cómo se paga. La vuelta al FMI es un movimiento estratégico para recuperar el control sobre la Argentina. Significa en términos prácticos la entrega de la soberanía económica. Si la comunidad financiera internacional viera en el caso de Argentina un fracaso, no habría premiado a Christine Lagarde con la presidencia del Banco Central Europeo. En síntesis, lo cierto es que Macri ya está fuera del juego, y toda la presión está sobre Alberto Fernández. David Lipton aseguró que el Fondo está dispuesto a trabajar con cualquiera que gane las elecciones. Para el que sabe leer, la afirmación suena más a amenaza que a mensaje de bienvenida.

Mientras tanto situación económica continúa su proceso de deterioro. Las noticias de la semana confirman la tendencia: las reservas siguen cayendo, a la vez que cae fuertemente la liquidación de divisas provenientes del campo. Efectivamente, aún con cosecha récord el ingreso de dólares de los primeros 8 meses es el menor de los últimos 3 años. La construcción, por su parte, uno de los sectores que operan como termómetro del funcionamiento de la economía, anota 12 meses consecutivos de retroceso, y ya registra niveles inferiores a 2015. También se conoció esta semana que las ventas en supermercados y shoppings registraron 13 meses en línea de retroceso.

Sin embargo a Pichetto le preocupan otras cosas. En un intento desesperado por recibir una respuesta de alguien (y nadie le contesta, dado que no tiene entidad política), lanzó una amenaza: «Si gana la fórmula Fernández – Fernández, el que tenga más de un departamento tendrá que entregar uno a la Revolución». La primera tentación es seguir la charla en tono de paso de comedia, pero resistamos. Conjeturemos que, probablemente, estuvo leyendo el último libro de Thomas Picketty, Capital e Ideología, un ensayo en el que pone sobre la mesa una vieja cuestión de filosofía política: la sacralidad de la propiedad privada.

En tono rousseauniano, el economista francés, reconstruye los procesos de legitimación filosófica de la propiedad privada y propone levantar los cepos de su sacralidad. En síntesis, hacer que la misma sea temporal, de modo que la riqueza pueda circular. Tal vez, sólo tal vez, una voz que se alza desde las metrópolis del saber y el poder, produzca más incomodidad que la de Grabois, pero dicen más o menos lo mismo.