Por Diego Añaños
Por Diego Añaños
Dos noticias estuvieron al tope de la agenda económica durante la semana que pasó, una a nivel internacional, otra de profundo impacto local. El jueves tuvo lugar la presentación de Sergio Chodos ante el board del FMI como director para la Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay. Tendrá a su cargo llevar adelante las conversaciones con el FMI, tendientes a formalizar el proceso de renegociación de la deuda de U$S44.000 millones que el gobierno de Mauricio Macri tomó con el organismo a partir de los dos tramos de los acuerdos stand by firmados en junio y septiembre de 2018. Sí, claro, fueron dos acuerdos, ya que el primero sólo se sostuvo tres meses, y tuvo que ser revisado debido a su fracaso casi inmediato. Chodos ya participó en negociaciones anteriores con el Fondo, por lo cual conoce profundamente la dinámica del organismo.
De la reunión participaron la directora gerente Kristalina Georgieva, el número dos de la entidad, David Lipton, el director del Departamento del Hemisferio Occidental, Alejandro Werner, y el encargado del caso argentino luego de la remoción del italiano Roberto Cardarelli, el venezolano Luis Cubeddu. Fue una presentación formal, donde que no se trataron los temas detalladamente, pero trascendió que la propuesta en desarrollo buscará escapar de los clásicos enlatados del organismo: el stand by y el de facilidades extendidas. Mientras que el stand by es el que actualmente tiene la Argentina, y ya está virtualmente caído, el de facilidades extendidas ofrece una serie de ventajas, fundamentalmente ligadas a la extensión de los plazos de pago y la baja de los intereses. Sin embargo, tiene un lado B: ya que su firma implicaría la aceptación de las condiciones que impone el Fondo en casos como el nuestro; una reforma del sistema previsional, una reforma laboral y una reforma financiera, a la vez que se genera un compromiso de garantizar equilibrios gemelos, tanto en lo fiscal como en lo comercial.
Chodos llevará un borrador de la propuesta, pero el gobierno no descarta la posibilidad de que en un par de semanas viaje a Washington una comitiva encabezada por el ministro Guzmán, que viene trabajando en la presentación desde hace más de dos meses. Los rasgos generales de la misma son: la extensión de los plazos de pago, la no intervención del Fondo en el diseño de la política macroeconómica (usualmente con consecuencias recesivas), y la aceptación de un plazo de dos años de gracia antes de comenzar con los pagos efectivos de la deuda. En principio, y en función de los intercambios entre los funcionarios argentinos y los funcionarios del FMI, la propuesta sería rechazada, aunque se considera que representa un buen inicio de las negociaciones.
A nivel local, el dato que se llevó todas las miradas fue el informe del Indec que determinó que la inflación de 2019 fue de 53,8%. Un número previsible, ya que todos los analistas coincidían en que iba a estar más cerca del 55% que del 50%. La cifra es impactante, ya que representa el guarismo más alto desde 1991. Paralelamente, ubica a la Argentina en el podio global: luego de Venezuela y Zimbawe, nuestro país tuvo la tercera inflación más alta del planeta, incluso por encima de Sudán, que queda en cuarto lugar. Dos datos significativos. El primero es que sólo hay cuatro países en todo el mundo que tuvieron una inflación mayor a 50%, ya que el quinto, Irán, tuvo un 35,7%. El sexto, Sudán del Sur, un 24,5%, y a partir del octavo, Haití, todos tienen inflaciones por debajo de los 18 puntos. El segundo lo aporta el diario Infobae, y es que los primeros 20 lugares del ranking son ocupados por países afectados por conflictos bélicos, hambrunas, adversidades climáticas y/o escasez de recursos naturales.
El gobierno de Mauricio Macri cometió, al menos, tres errores graves. Y decimos errores, no en un intento de ser indulgentes, sino con el objetivo de alejarnos de los análisis que se montan sobre las supuestas intenciones de los decisores de política pública. El primero fue considerar a la inflación como un fenómeno estrictamente monetario. Es decir, hay inflación porque la cantidad de dinero que circula en la economía es excesiva en relación al volumen de bienes existentes. La solución: subir las tasas de interés para absorber el dinero excedente, de modo que la presión sobre el nivel de precios disminuya. El ahorque monetario dispuesto por el Banco Central apuntaba en ese sentido y, como era previsible, fracasó estrepitosamente. El segundo error fue desconocer el efecto inflacionario de las devaluaciones en la Argentina, fenómeno que los economistas denominan passthrough. Desde la conducción económica se negaron sistemáticamente a reconocer las consecuencias del aumento del tipo de cambio sobre el índice general de precios. Sin embargo una cosa es simplemente negar la existencia de la Ley de la Gravedad, y otra cosa es, además de negarla, saltar desde la terraza de un edificio de diez pisos. No es necesario relatar cómo termina la historia. Finalmente, y tal vez el error más grave de todos, es achacable al líder. Efectivamente, Macri sostuvo públicamente, y en más de una oportunidad, que terminar con la inflación en la Argentina era una tarea sencilla. Aún hoy resuenan frases como: “Pero qué va a ser difícil…”, “La inflación es una muestra de tu incapacidad de gobernar”, o “Cómo la Argentina no va a poder resolver un problema que resolvieron 9 de cada 10 países en el mundo”. Tal vez allí esté la respuesta a todas las preguntas, porque hay pocos actos más irresponsables y peligrosos que el hecho de desconocer la gravedad de un problema. Hoy los analistas calculan que el peso de la estropada, es decir el peso de la inercia inflacionaria, se hará sentir en 2020, y esperan que se situará en alrededor de un 40%.