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La odisea de una perrita para reencontrarse con su familia en plena pandemia


Tuvo que viajar de Estados Unidos a Australia en medio de las restricciones

Los perros son conocidos por su fidelidad y según el dicho popular, siempre encuentran el camino a casa. Pipsqueak es la viva prueba de la veracidad de esa creencia. Esta perrita salchicha tuvo que viajar más de 16.000 kilómetros para reencontrarse con su familia en Australia.

A fines de marzo, la familia Eilbeck, compuesta por Zoe, Guy, sus hijos Cam y Max y la perrita Pip, se encontraba en Carolina del Sur a bordo de su yate. Cuando las fronteras comenzaron a cerrarse producto de la pandemia y la situación se complejizó decidieron atracar en Hilton Head Island y volver a Australia, su lugar de origen.

Pero había un inconveniente, el país tiene reglas muy estrictas para la importación de mascostas por lo que Pip no podría volver con el resto de la familia. Así, se organizaron para dejarla al cuidado de una amiga de la familia, Lynn Williams, en Carolina del Norte. Y luego se fueron de regreso a casa.

Los Eilbeck adoptaron a la salchicha en Sicilia en 2018 en la mitad de su travesía de navegación de cuatro años. La perrita se adaptó rápidamente a su vida. Y ellos siempre supieron que a la hora de volver a Australia, tendría que pasar por un proceso muy estricto.

La estadía con Lynn no estaba pensada para que sea muy larga ya que ella tiene otros dos perros y una granja. Cuando todo se complicó y los tiempos empezaron a dilatarse, publicó un anuncio para alguien que quisiera hacerse cargo temporalmente de Pip.

Fue así que apareció Ellen Steinberg. «Yo escuché que una familia que vivía en un barco abandonó a su perra y voló de regreso a Australia, e inmediatamente me formé una impresión sobre quiénes eran estas personas», contó Steinberg a CNN Travel. Sin embargo, aclaró: «Tan pronto hablé con ellos, me di cuenta de que no podían ser más cariñosos. Simplemente tuve la impresión equivocada por no tener todos los detalles».

En ese período que Pip estuvo con ella, Ellen tuvo que encargarse de todo el papeleo para que la mascota pudiera eventualmente volver a su casa con los Eilbeck. Durante ese tiempo, fue claro que la perrita tendría que hacer sola el viaje a Australia porque su familia seguía sin poder moverse.

Finalmente, después de tres meses, consiguieron un permiso de importación a Australia, pero en ese momento la aerolínea de bandera del país anunció que ya no trasladaba perros. Comenzaron otras gestiones, y consiguieron un cupo para ella en un vuelo de Los Ángeles a Auckland a través de una reserva con la compañía de transporte de mascotas Jetpets.

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Steinberg tuvo entonces que salir de la ciudad por cuestiones personales y se encargó de llevar a Pip a su Stacey Green para que la cuidara. Ahora, la perrita tenía que viajar desde Carolina del Norte a Los Ángeles, lo que tampoco era nada fácil.

Finalmente, Melissa Young se ofreció como voluntaria para trasladar a Pip. Young voló de Greensboro a Charlotte, en Carolina del Norte, y luego de Charlotte a Los Ángeles con la perra salchicha debajo de su asiento.

Allí, Pip fue entregada a Jetpets y un día después subió a un vuelo rumbo a Auckland. Ese traslado fue seguido minuciosamente por todos sus cuidadores temporales y por su familia desde Australia. El 23 de julio llegó al país. Entonces, hizo 10 días de aislamiento en Melbourne, obligatorios en cualquier contexto.

Tenía programado el viaje a Sydney para el 3 de agosto, pero se impuso el confinamiento y no podía viajar, otra vez. El hermano de Zoe se quedó con Pip unos días en Melbourne. Recién el 11 de agosto después de varios intentos y cinco meses de la última vez que había visto a su familia, llegó a casa. Los Eilbeck la estaban esperando y todo fue felicidad.