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La literatura en las redes sociales: cómo son las nuevas formas de compartir la lectura


Cambió y adoptó nuevas dinámicas que se ampliaron a partir del surgimiento de redes sociales como Youtube, Instagram y TikTok

Por Leila Torres – Télam

Desde el desarrollo de la web, con la aparición de blogs literarios y fan fictions -ficciones escritas por los fans de telenovelas que se publican en Internet- la circulación de la literatura cambió y adoptó nuevas dinámicas que se ampliaron a partir del surgimiento de redes sociales como Youtube, Instagram y TikTok, que alojaron comunidades que recomiendan libros y comparten sus experiencias de lectura.

En sintonía con este nuevo panorama que cruza la literatura con los espacios digitales surgió el proyecto de Daniel Mecca llamado «Centro de Atención al Lector» y la aplicación móvil «Quo», creada por la cooperativa tecnológica Eryx.

Una vez que la telenovela «Yo soy Betty, la fea» desapareció de la pantalla, sus fans tuvieron la imperiosa necesidad de inventar otros desenlaces posibles para su personaje favorito. Estos escritos fueron publicados en la web sin saber que estaban dando origen a un nuevo género: el fanfiction.

Con una gran afición por la novela romántica, los escritores y escritoras del fanfiction creaban textos rupturistas con las historias oficiales. De esta manera, ponían a girar una serie de universos que ampliaban el conocimiento literario de los navegantes de la web.

Sin embargo, estas escrituras no profesionales basadas en ficciones audiovisuales o novelas no son las únicas producciones que desataron nuevas formas de circular para la literatura. Hoy conviven con aplicaciones móviles como «Wattpad», que conecta a una comunidad de 90 millones de lectores y de escritores alrededor de las historias, «Goodreads», un servicio gratuito que permite encontrar, obtener y compartir los libros que te gustan con otros lectores y permite leer reseñas o «StoryGraph» que tiene como diferencial registrar desafíos de lectura, entre otras.

«La visibilización de la literatura siempre es buena», asegura la editora y traductora Gabriela Adamo en diálogo con Télam. En ese sentido, agrega: «Cualquier lugar y cualquier medio que haya para que se hagan más visibles los libros que existen, para que se les acerquen a los posibles lectores, para que la gente pueda descubrirlos y prestarles atención siempre es bueno, siempre suma. Es verdad que esto lo hace de una manera distinta a lo que se hacía antes con los suplementos culturales o los programas más tradicionalmente culturales, pero para mí, por ese lado solo tenemos para ganar».

En las antípodas de estas reflexiones se encuentra Hernán Vanoli, autor de «El amor por la literatura en tiempos de algoritmos», «Los dueños del futuro» (en colaboración con Alejandro Galliano, Planeta, 2017) y «Pyongyang». «Twitter es un formato muy literario e Instagram, por el contrario, es un formato anti literario. Instagram parte de la premisa de la aniquilación de la palabra, y Twitter de la de su proliferación cuantificada. Eso por un lado. Por otro lado está la idea de usar las redes sociales como vidrieras de lecturas, y ahí si, como sucede con los restaurantes o determinados gadgets puede haber cosas que se ponen de moda. Para mí que algo esté de moda es señal de que no hay que leerlo», señala.

«Goodreads es una red social de escritores fracasados, y creo que es algo digno de celebrarse. Me gustan las reseñas que se postean y su sistema de recomendaciones, aunque no participo como posteador porque no tengo tiempo, ya que como escritor fracasado cumpliría con los requisitos para hacerlo», dice el escritor.

A las diferentes plataformas, se suma la emergencia de un nuevo tipo de usuario: los bookfluencers, que ofician de promotores de lectura en Internet. Tanto en Youtube como en Instagram y recientemente TikTok, los bookfluencers recomiendan libros y llegan a millones de usuarios. Su posicionamiento en redes les ha permitido un contacto cercano con editoriales así como un lugar protagónico en las últimas ediciones de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

Por ejemplo, el escritor Cristian Acevedo, autor de éxitos literarios juveniles como «Matilde debe morir» y «Matilde decide vivir» vio cómo sus novelas tuvieron un resurgimiento en el 2020 a partir de recomendaciones en la plataforma TikTok que se volvieron virales y dispararon ventas.

Sucede que en los ámbitos digitales, hay libros que se ponen de moda y la comunidad decide compartir en una misma temporalidad, determinado título. Al respecto, Adamo observa: «Es verdad que se arman conversaciones alrededor de determinados libros pero creo que justamente lo que tienen las redes es tanta versatilidad que pueden convivir muchas conversaciones».

En el universo de bookfluencers, Adamo identifica grupos distintos de lectores. «Si se pone de moda tal libro en tal grupo y otro libro en tal otro grupo, creo que los gestores del libro hemos ganado un montón de espacios». Pero que los espacios de circulación literaria muten no quiere decir que se pierdan. «Hemos perdido los lugares más tradicionales porque los suplementos literarios obviamente no tienen la llegada que tenían, pero hemos ganado un montón de espacios nuevos y un montón de formas mucho más dirigidas de llegarle a los lectores», explica la editora.

Con el fin de crear una comunidad de lectores y lectoras que intercambien información sobre libros, el poeta y gestor cultural Daniel Mecca creó una página web «Centro de atención al lector», libre y gratuita, que funciona a la vez como consultorio literario y revista cultural. Mecca cuenta a Télam que este proyecto se enmarca «en una época donde preguntar no tiene tanto valor como dar respuestas. La pregunta es un rasgo de búsqueda del saber, la pregunta es una estética en sí misma, pero a la vez el «Centro de Atención Al Lector» hace de las respuestas una experiencia compartida».

Desde su perspectiva, «no hay preguntas mejores o peores ni está garantizado que alguien que sepa mucho de libros haga una mejor pregunta. El lector maneja un capital extraordinario de información sobre libros».

«Si observan las recomendaciones debajo de cada posteo van a advertir ese nivel», afirma y agrega: «Este proyecto en absoluto va en detrimento de las formas tradicionales de circulación de la literatura. El capital extraordinario que brinda la tecnología de ningún modo rivaliza con la lectura ‘tradicional’, sino, por el contrario, son un estado no solo para complementarla, sino para desarrollarla aún más, como pueden ser los los audiolibros, los ebooks, los newsletter por mail o por WhatsApp», precisa el gestor.

Otra propuesta que recurre a la tecnología para potenciar la literatura es «Quo», una aplicación que busca «ampliar la experiencia lectora» a partir de registrar las citas que las personas marcan en sus libros. La iniciativa parte de la necesidad de algunos de los integrantes de la cooperativa de compartirse subrayados de los libros con frases que los movilizaron.

«Hay gente que le dice marcas, hay gente que le dice anotaciones, hay gente que le hice citas, nosotros le vamos a decir Quo y ese Quo es más que una cita, es un estado de ánimo, es el recuerdo de lo que me estaba pasando mientras leía el libro», cuenta la comunicadora Delfina Valdés Castro sobre el nombre de la aplicación.

Del proyecto participaron desarrolladores, comunicadores y diseñadores y, también, un sociólogo que se dedicó a investigar en profundidad. También influencers literarias como Luciana Gallo, Nadia Rivero y Cecilia Bona, que aportaron conocimientos sobre los comportamientos de las comunidades lectoras en las plataformas.

¿Cómo funciona Quo? «Te guardas una cita diciendo de qué libro es y en qué página está y también la temática en una etiqueta, para que te sirva una memoria», cuenta. Todas esas citas se guardan en esa etiqueta. De esta manera, la aplicación que ya está disponible en los sistemas operativos IOS y Android, te permite tener un archivo práctico de las frases favoritas de las personas y también un registro de los libros leídos.

«La lectura es compartida. Entonces cualquier herramienta que la promueva jamás va a restar. No es que por usar esta aplicación no vas a ir mas a la librería, de hecho todo lo contrario», apunta Valdés Castro porque, según analiza, al compartir una cita, se está difundiendo un libro que puede despertar el interés de quien la recibe.

Una de las tensiones que apareció en las investigaciones fue el uso del celular, que se caracterizó como problemático. Muchas personas lo apartaban intencionalmente para que la lectura no se vea interrumpida. ¿Cómo introducir Quo en esta forma de leer? «La búsqueda era justamente que el celular sea algo que permita ampliar la experiencia de lectura y no un enemigo», explica la integrante del proyecto.

La perspectiva de Quo a futuro, según cuenta la comunicadora, es captar a las editoriales para que ingresen a la aplicación y se vean beneficiadas también. «La idea es encontrar básicamente un modelo de negocio que permita que siga siendo gratuita, que se pueda seguir iterando para la comunidad, pero que también le aporte valor a otros actores como las editoriales», explica Valdés Castro sobre los ajustes constantes que se le realizan al proyecto para su mejoría.

En un escenario que habilita cada vez nuevos formatos que modifican la circulación literaria, las posturas sobre sus alcances y su calidad son disímiles. Sin embargo, tal como dice Vanoli, hay una premisa que se mantiene intachable: «La literatura es la mejor conversación que el ser humano pudo generar».