La asociación española de Mujeres para la Salud ha puesto el foco en su VIII Jornada Anual en cómo afectan el malestar y las dificultades que se dan en las relaciones de amistad entre mujeres a la salud. Se trata de patrones y creencias impuestas desde la niñez que terminan repercutiendo en el autoestima y a su vez perjudicando la salud, como en casos de ansiedad o depresión.
Las psicólogas expertas en género, Edurne Rodríguez y Rosa Urien, dialogaron con EFEsalud y explicaron a qué se debe este fenómeno. Vinculado principalmente a la educación que viene desde la infancia, esto repercute en la vida adulta en posibles conflictos con otras mujeres, ya sean en ámbitos familiares, de amistades o laborales.
Según explica Rodríguez, para poder entender las relaciones entre las mujeres es fundamental retrotraerse a la infancia y ver cómo se educa a las niñas a relacionarse con otras niñas. Sobretodo, a la forma en la que se trabaja la autoconfianza.
«Así oímos, por ejemplo, decir a una madre de su hija lo ‘listilla’ que ha sido porque ha conseguido convencer al niño para jugar a lo que ella quería; en vez de resaltar su capacidad de negociación o habilidades comunicativas para llegar al otro», señaló.
Por otro lado, resultan muy importantes las etiquetas que muchas veces se les imponen a las nenas como «complejas, envidiosas, abusonas, retorcidas», en contra de las de los nene: «nobles, inocentes, bonachones, ingenuos, directos».
En ese sentido, detalló: «Un tema de conversación recurrente entre las mujeres es el de la belleza, el gustar a los chicos… A menudo las mujeres no somos capaces de vernos en puestos directivos o de poder porque nos enseñan a estar en otro lugar».
Urien sostiene que es importante que cada mujer aprenda a reconocerse para poder salir de ese círculo. Considera que el empoderamiento personal da lugar a la sororidad y a poder darle a la otra mujer el valor que tiene.
“Las mujeres que saben de su valor, del trabajo que han tenido que hacer para remontar su autoestima están preparadas para ver y entender a las otras mujeres (cuñada, compañera de trabajo…) porque ellas también han sido educadas con el mismo patrón”, comentó.
Está también la crítica como parte del análisis. «Esa crítica hablando mal de otra mujer es porque la han enseñando a ello y hay que aprender que puedo criticar el hecho, o su trabajo, pero hay que pasar de criticar a la mujer», agrega.
Así pone como ejemplo el ámbito laboral cuando una mujer asciende y se comenta: «Esta es una ambiciosa y a saber lo que ha hecho para conseguir ese puesto», sin tener en cuenta su esfuerzo y mérito. «Las mujeres también estamos educadas en esa socialización de género en un tipo de relación con el poder que no nos permite avanzar, no es adaptativo, no es saludable», sostuvo.
El llamado «malestar de las mujeres» no es uno que esté tipificado pero le sucede a las mujeres de 20, 30, 40 o 70 años. Se da cuando aparece tristeza o ansiedad y son medicadas. La especialista asegura que esos síntomas indican que «algo no va bien y si miramos la parte de la salud mental desde la perspectiva de género, detrás encontramos una educación muy dolorosa». Los hombres, concluye Urien, tienen otros problemas, y entre ellos destaca el de la agresividad y la violencia, “y ocurre que esa violencia la sufren las mujeres”.