Opinión

Charla de Candi e Inocencio

La angustia del hombre es por la avidez de oro y poder


-El gran problema humano, Inocencio, es el afán desmedido por el oro; el ansia de poder y el de obtenerlo por cualquier medio; es el deseo desmedido de gloria que convierte a la persona en vanidosa y brutalmente orgullosa. Pero de estas tres sirenas que cautivan al hombre y lo aturden hasta hacerle perder la noción de lo importante, el oro es sin dudas la más peligrosa.

-El oro como símbolo de dinero, de riqueza.

-Sí, claro. Pero el oro como metal precioso en sí mismo. Es cierto que por una orden presidencial de Nixon, en Norteamérica, por ejemplo, el oro dejó de respaldar al dólar (por ahora), pero Fort Knox, donde se guarda el oro norteamericano y otros valores, es una fortaleza “vigilada día y noche por agentes especiales del gobierno y unidades del ejército que cuentan con tanques, artillería pesada y helicópteros Apache. No se permiten las visitas a estas instalaciones y ninguna persona del mundo posee individualmente la combinación completa de la cámara acorazada. La entrada a Fort Knox solo se autoriza con una orden presidencial”. Y en ese fuerte inexpugnable, hay, oficialmente, 147.3 millones de onzas. Esta cantidad de oro se distribuye en 368,000 barras de oro de 400 onzas (12 kilos).

-No alcanzo a dimensionar semejante cantidad de metal precioso.

-Y como usted sabe, amigo, muchísimas personas, cientos de millones en el mundo, ahorran en lingotes de oro. Y de hecho el oro forma parte del mercado financiero.

 

-Sí, ¿adónde quiere llegar?

-A sostener que el disparate humano es de proporciones. Podríamos decir el disparate que supone vivir de acuerdo con las pautas de este mercado brutal, insensible, impiadoso. En su obra Utopía, el célebre y talentoso Tomás Moro, político, humanista y jurista inglés, planteaba la estupidez de acudir locamente hacia la posesión del oro (riquezas). Quiero reproducir una parte muy breve de su escrito: “En utopía (una isla de ficción en donde Moro hace aparecer la propiedad privada y el oro en la sociedad como algo inexplicable y carente de propósito bueno) nadie le da (al oro) más valor que el que le da la misma naturaleza ¿Quién no ve lo muy inferior que es el al hierro -tan necesario para el hombre- o al agua o al fuego? En efecto, ni el oro ni la plata tienen valor alguno ni la privación de su uso o propiedad constituyen un inconveniente. Solo la locura humana ha sido la que le ha dado valor a su rareza (la del oro). La madre naturaleza -sigue diciendo Tomás Moro- ha puesto al descubierto qué es mejor: el aire, el agua y la tierra en sí misma y ha escondido a gran profundidad todo lo vano e inútil”.

-¡Cuánte verdad! Y sin ir muy lejos: ¿acaso el oro por el que torturaron y mataron los colonizadores no era tenido por nuestros aborígenes como un metal que simbolizaba lo espiritual, no lo material. Victoria Muijica, directora del Museo del Oro de Perú sostiene que «El principal dios para los Incas era el Inti, el Sol. Y el oro representaba al sol. No tenía una representación económica o material”.

-En estos días, Inocencio, hemos asistido en nuestro país, como tantas otras veces, a episodios lamentables por parte de dirigentes políticos y funcionarios de diversos sectores. Somos testigos de la angurria de no pocos empresarios y productores. La injusta distribución de la riqueza es fatal. Esto pone de relieve la mezquindad que existe y que es propulsada por el deseo desmedido, patológico del oro, del poder. No sucede, desde luego, solo en Argentina, lo sé; el oro, el poder a cualquier precio, la gloria buscada por la pura y estúpida vanidad, son la causal de la angustia de gran parte de la humanidad.