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Kilómetros de educación: la escuela rural sigue en pie a pesar de la pandemia


La tarea en la tranquera es uno de los tantos actos de las maestras rurales para sostener la educación

Dar clases en la actualidad se ve atravesado por la virtualidad y la conexión remota, pero en la ruralidad muchas veces puede quedar trunca. CLG dialogó con docentes rurales de la provincia de Santa Fe

Por Gonzalo Santamaría

Ángela Peralta Pino (1909-1991) es considerada una de las referentes de la educación más importantes en Santa Fe por su entrega y dedicación a enseñar a los más necesitados del norte provincial con su famosa escuela rodante en 1940. Y cada vez que una maestra se sube a una ruta la esencia de la Ángela revive por su dedicación, pasión y trabajo continuo, sin importar las circunstancias y los recursos. Una labor que quedó más expuesta en tiempos de pandemia, donde la agenda curricular quedó de lado y para llegar a los chicos hay que darle lugar a nuevos medios.

La educación en la ruralidad se basa en la conexión que existe entre el alumno y los docentes, algo que se desarrolla con mayor plenitud debido a la poca cantidad de alumnos que concurren. “En este momento tuvimos que llegar a todas las familias de un modo muy especial porque para hacerle llegar nuestra propuesta a los alumnos necesitamos mucho del apoyo de ellas”, explicó a CLG la directora con curso a cargo Isabel Agüero de la escuela 864 General Belgrano, de María Luisa, al este del departamento Las Colonias, donde van 10 estudiantes. Ella trabaja junto a Roxana Luiselli (Nivel Inicial), Matías González (Música), Graciela Velázquez (Tecnología) y Isabel Pussi (Educación Física).

El trabajo escolar en las zonas rurales está intervenido por distintas variables. La primaria se lleva adelante con un “plurigrado” (los alumnos de 1º a 7º comparten el aula y las clases), mientras que muchas veces las dificultades para llegar a la escuela impiden la rutina de tareas y hasta otras veces las emergencias hídricas boicotean semanas enteras de clases. Además, se suman las complicaciones edilicias como falta de luz en algunos establecimientos o, ya en su mayoría, la falta de conectividad, algo que en pandemia es fundamental para sostener las enseñanzas y el contacto maestra-alumno.

En nuestra zona rural, no todos los alumnos tienen la posibilidad de tener acceso a la conectividad. No todos tienen celulares con whatsapp, y los que tienen se manejan con datos y no duran lo suficiente en la semana, no todos tienen wifi, hay familias conectadas solo con mensaje de texto. Algunas tienen 3 chicos en edad escolar con un solo celular”, definió contundentemente María Alejandra Adrover, directora con curso a cargo en la escuela 739 Almirante Manuel Blanco Escalada en Colonia La Camila, en San Justo, al norte de Santa Fe, donde, entre niños y niñas, se acercan 24 alumnos.

El coronavirus sacó a los chicos del aula. No sólo significa la falta de educación sino que “es el único espacio de socialización”, sostuvo Verónica López en diálogo con CLG. Ella es directora con curso a cargo de la escuela 943 Nicolás Rodríguez Peña, de Providencia, en la parte norte de Las Colonias. Ya son más de 100 días los que los chicos y chicas no comparten con sus compañeros y la pantalla, en los mejores casos, es el único nexo que encuentran.

En este contexto los maestros rurales cumplen con su trabajo y no se quedaron paralizados por la incertidumbre que generó la llegada repentina de la pandemia. Sara Luna, directora con curso a cargo de la 619 Mariano Moreno, de Cululú, al oeste de Las Colonias, expresó que la llegada es más “sencilla” por la conexión familiar y resolvió: “Cuando tenemos ese problema de conectividad vamos a los campos y le llevamos en formato papel las actividades, con todas las precauciones de la distancia y el barbijo, y nos paramos frente a los niños y madres para explicar la clase o actividades. Los chicos nunca quedan sin trabajo por hacer, porque el docente rural busca la manera para llegar”.

CLG emprendió viaje hacia las zonas rurales y dialogó con maestras que siguen con su trabajo a pesar de las adversidades de la pandemia.

Sara Luna, de la 619

Con grupos de Whatsapp, videoconferencias, llamadas, mensajes y todo el recuso posible mantienen contacto. Además se le suman los apoyos en formato papel que entrega la provincia de Santa Fe y el Ministerio de Educación de la Nación. También, los que pueden, acceden a los contenidos de “Seguimos Educando” por la pantalla de TV Pública, Canal Encuentro y Paka Paka.

Sin embargo, no todos contemplan estos dispositivos y allí aparece la audacia de las docentes. Mariela Tion, directora con curso a cargo de la 342 Tomás Godoy Cruz, al oeste de Las Colonias, contó que las cuatro directoras rurales de este departamento desarrollaron «Una nueva aventura en casa», un libro de alrededor de 50 páginas, donde se muestran cómo hacer las tareas en los distintos lugares de la casa: “Todo lo que los chicos pueden hacer, lo hacen en base a materiales que tienen en este contexto”. En el libro se enseña, por ejemplo, a conseguir los pigmentos de las plantas hogareñas para realicen los collage para plástica.

Los niños no están perdiendo clases sino que se están enriqueciendo culturalmente en su hogar, aprenden oficios, recetas, a tejer o hacer un huerta. También están están ganando valores, aprendiendo a esperar, a escucharse”, agregó Mariela de la 342 a donde concurren 21 alumnos; allí es acompañada por Julia Carbones (nivel inicial), Fernanda Ronsoni (Educación Física), Estela Frutero (Plástica), Laura Soriano (Música) y Corina (Maestra Jardinera).

Mariela Tion, de la 342

En el mismo sentido, Monica Flores, directora con curso a cargo de la escuela 439 Miguel Cané en La Rinconada, en el departamento de San Justo, a 24 kilómetros de Gobernador Crespo, planteó que la pandemia “sacó de la agenda curricular” a las docentes “y nos llevó a tener que recorrer nuevos caminos”. Ella, particularmente, cuenta con la “fortaleza” de que sus 17 alumnos cuenten con una conectividad efectiva pero aclaró: “Hay compañeras que sus alumnos no tienen conectividad o no tienen luz y buscaban estrategias para poder garantizar el derecho de estos niños de acceder a la educación”.

Dispositivos viejos, poco conocimiento sobre la utilidad plena de celulares o computadoras, un solo dispositivo para toda la familia, falta de señal y hasta de energía eléctrica, son algunas de las adversidades que se presentaron en este contexto. Pero las docentes le hicieron frente para estar “100% conectadas con las familias”, aseguró Verónica, que junto a Miriam Ocampo (Tecnología) le dan clases a los 7 alumnos que asisten a la 943.

Verónica, de la 943

Los estudiantes, en su medida, responden con entusiasmo. Buscan constantemente ida y vuelta y en cada palabra, revelaron las educadoras, deslizan sus deseos por volver a la presencialidad. La independencia del alumno del plurigrado ayudó a esto. “Cambió el espacio y tiempo, antes era la escuela y ahora es la casa, ya no es más el tiempo escolar sino del hogar y eso lo tenemos que tratar con mucho cuidado”, aseveró Alejandra y mencionó el trabajo que realizan Valeria Bertoluzzi (Nivel Inicial), Gabriela Hernán (Tecnología) y Elda Fabre (Asistente Escolar). Las tareas se envían a primera mañana y muchas veces llega la medianoche y reciben las respuestas ya que es «el único momento donde tienen señal».

Antes de la emergencia sanitaria pedíamos la incorporación de las tecnologías, pero ahora en la pandemia pedimos humanizar lo virtual y tratar que lo emocional y pasional florezcan”, agregó Mariela a CLG.

Isabel, de la 864, en la jura de la bandera virtual

Isabel, de 55 años y 17 en la docencia, afirmó que “lo más difícil es asimilar que es un mensaje más frío a lo que estamos acostumbrados. Es lo que nos toca y nos tenemos que habituar, lo importante es que llega”. Todas las maestras coincidieron que la presencialidad les da la oportunidad de ver las reacciones de los alumnos “en el momento”, ya que pasaron de “un abrazo, beso, gestos y ahora tenemos que estar frente a un celular haciendo videos”, contempló Sara, de la 619, que a la par de Analía Keller (Maestra Jardinera), Celso Galleguillo (Música), Fabricio Cerra (Educación Física), Adriana Mosca (Tecnología) y Gabriela Dittieri (Tecnología), llegan a sus 23 alumnos.

Los profes pusieron en marcha su creatividad para fortalecer el vínculo”, sentenció Mónica, con 8 años de antigüedad en la ruralidad y más de 25 al frente de un aula. En su escuela da clases con Carla Brondino (Nivel Inicial), Nicolás Alesso (Inglés), Marianela Muchiutti (Tecnología), Giuliano Sousa (Educación Física) y Ana Galarza (cocinera), quienes asisten a los 17 alumnos de la 439.

El trabajo docente resurgió y más en la ruralidad. Las maestras aseguraron que las familias reconocieron el trabajo que realizan día a día en cada clase y destacan el esfuerzo que hacen para que sus hijos completen sus estudios. “Nosotros pasamos emergencias hídricas, donde se cortaron caminos, estuvimos 30 días sin ir a la escuela y hacíamos esto que aplicamos ahora. Lo que nos sorprendió es el tiempo de prolongación”, manifestó Alejandra, que con mucha emoción contó que hace 16 años transita las rutas desde su casa a la escuela y en tiempos donde el coronavirus no era noticia vivía de lunes a viernes en las instalaciones de la 739.

Mónica Flores, de la 439

«Pronto volveremos»

Verónica propuso un trabajo interdisciplinario con la maestra de Tecnología. Allí los chicos realizaron una maqueta de algo significativo con materiales que estuvieran en sus casas. Un alumno decidió edificar la escuela rural de Providencia “con todos los detalles, cada rincón, el árbol de la escuela”, contó la docente. Sobre el trabajo colocó un cartel que decía “pronto volveremos”.

Eso te da la pauta del amor que se tiene por la escuela y la necesidad de ella”, esgrimió la maestra de 48 años.

El WiFi de la Policía y un celular para tres

Por su parte, Alejandra, en Colonia La Camila, contó que la Policía y la Comuna facilitaron el WiFi de sus centrales para que los chicos se acerquen y tomen conectividad para enviar las tareas. “Es un trabajo arduo porque son muchos, la zona no es fácil de recorrer”, afirmó y aclaró que si bien los alumnos de ella particularmente poseen electricidad en sus casas, pero que en otras zonas no y deben caminar 10 kilómetros para cargar el celular.

También contó que cada 15 días cuando la familia se acerca a la escuela a buscar los bolsones de alimentos que entregan “a la distancia” se les explica las actividades para que las apliquen con los niños.

María Alejandra Adrover, de la 739, antes de la pandemia

Pero lo que más la marcó en la pandemia fue una familia con tres hermanos en la escuela. Ella le pidió que saquen una foto de una actividad que hayan realizado en la cuarentena y cuando estos alumnos enviaron la foto se podían ver 12 personas. “Nosotros sabíamos que en esa casa había 5 personas, nos sorprendió, ahí nos enteramos que otra familia que estaba en otras localidades llegaron a su entorno”, explicó la docente de 48 años.

“Y eso nos hizo entender muchas cosas, porque entre tanta gente había un solo teléfono y eso evidencia una falta de igualdad porque nosotros estamos acostumbrados a una PC, una tablet y tres teléfonos y en esa casa había sólo uno para tres niños como mínimo. Ahí comprendimos por qué enviaban la tarea atrasada, y era porque se gastaban los datos móviles entre los otros chicos que llegaron. Eso deriva en que no va a haber justicia curricular, por eso si vamos a estar desde la virtualidad tenemos que asegurar que todos tengan conectividad“.

Las recorridas para controlar el carnet de vacunas son los pocos contactos que tiene la maestra con los chicos y chicas en los que las lágrimas por no poder volver al aula se puede ver en la cara de los menores.

Escuelas: Miguel Cané, Gral. Belgrano, Tomás Godoy Cruz, Rodríguez Peña, Blanco Escalada, Mariano Moreno

Extrañar la escuela

Mónica en Colonia La Rincona, en San Junto, recorrió algunas viviendas de sus alumnos para repartir los bolsones alimentarios. Al llegar a una tranquera y detrás de ella saltan dos nenes, que hacía un mes que no veían a su maestra, para abrazarla y besarla, pero la directora de la 439 aseguró que se respeten las distancias. “Ese freno que nos pusimos y que sólo nos saludamos con los codos hicieron que las lágrimas caigan porque a ellos les cuesta mucho el no estar con el otro”.

En el mismo orden se encuentra Isabel en María Luisa, en Las Colonias. Ella les explica a la madre y sus hijos la actividad parada en la tranquera. La sensación de querer abrazar invade a grandes y chicos pero el saludo es sólo con el codo. “Esto nos da esperanza y ganas de volver a encontrarnos en la escuela”, expresó la directora de la 864.

Esta situación de pandemia que nos atraviesa nos está dando una oportunidad para afirmar nuestros vínculos y nuestras emociones están a favor de piel”, cerró la docente.