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Kai Pacha hizo de los animales su vida y creó la reserva natural Pumakawa


Ubicada en Villa Rumipal, Córdoba, la reserva cuenta con 80 animales. CLG dialogó con su fundadora que remarcó: "Cuando curás un animal algo te sana"

Por Gonzalo Santamaría

En el año 2009 la localidad cordobesa de Villa Rumipal se vio azotada por incendios forestales y una gran zona de flora y fauna se vio afectada. En medio de las llamas y el intenso humo estaba el Eden, un paraíso creado en 1991 que se perdió y tenía como organizadora a Karina Maschio, una mujer que desde su temprana edad se conectó con la naturaleza y aprendió de los animales.

A partir de esa trágica experiencia producida por el mismo gobierno municipal de ese entonces que incendió un basural a cielo abierto, Karina, que había tomado las riendas del proyecto que fundó su padre, decidió dar los primeros paso de la actual Pumakawa, una reserva natural que comenzó con 12 pumas y hoy tiene más de 80 animales de diversas especies. «Después de esa experiencia fuerte, ese paraíso, que es la naturaleza, nos pareció que se perdió con el incendio y dijimos que era hora de crear», expresó la administradora en diálogo exclusivo con CLG. El nombre nació justamente por esos inicios, Pumakawa significa «el que cuida con el sigilo de un Puma» en quechua.

Pero la historia de Karina y la fauna tiene un capítulo más que justamente pasó durante los incendios en el Eden. Ella, atravesada por la situación desesperante con llamas por doquier, corrió y buscó darle libertad a los 12 pumas que tenían en la reserva. Mientras la mujer caminaba por los campos en busca de resguardo se dio cuenta que la gente a su alrededor no se acercaba y cuando atinó a ver hacia atrás vio a los animales siguiéndola de cerca. Lo que ella pensó que habría sido un descontrol no fue tal, los pumas la tomaron como referente. «Ellos no viven en manada, sin embargo  en ese momento me eligieron como alfa», recordó tiempo atrás a medios cordobeses. En los últimos años decidió cambiar su nombre y pasarse a llamar Kai Pacha, que significa «puma protector del aquí y ahora» en la cultura inca. Y así, su unión con la vida silvestre fue total.

Antes de eso, cuando era una pequeña, que vivía junto a su padre y madre, Kai ya estaba marcada por los animales. Es que a su temprana edad fue diagnosticada con un leve grado de autismo que superó gracias al contacto con la naturaleza. Pacha podía hablar pero no se comunicaba con el resto de las personas, le contaba sus intimidades a los animales y fue así que un día se dio cuenta que el ser humano le estaba dañando el entorno. Reconoce que la fauna le salvó la vida y que por eso, como una deuda que tiene, ella trabaja para preservar su hábitat.

Pumakawa está lejos de ser un zoológico. Nada tiene que ver con la exposición vidriera de los animales, sino más bien con la «rescatar fauna silvestre y restaura monte nativo», dijo a este medio Kai. La reserva es receptor de animales que sufren el avance del humano, allí se los cuida, alimenta y prepara para ser regresados a la vida silvestre, salvo por los pumas, que en vida silvestre son inofensivos para las personas, pero al tener contacto con el hombre lo ven como potencial alimento.

Antes de la pandemia, la reserva realizaba actividades de conservación, educación, recreación e investigación. Claro está que con las medidas sanitarias se adaptaron y sólo tres personas se quedaron a cargo de Pumakawa y sus 80 animales. De todas formas, la gente siguió ayudando mensualmente y «con ese pequeño aporte de cada uno seguimos adelante», contó Pacha.

«Fue intenso y a la vez diría sagrado, tanto tiempo en silencio, solos y con los animales, con la generosidad de las personas de respaldo. Nos permite ver que la gente valora nuestro hacer diario, aunque a nosotros nos parezca pequeño e invisible», señaló.

Kai Pacha

Su padre le dio la fuerza «de un toro, que consigue lo que quiere» y su madre le aportó la «energía y el amor por la fauna». También aprendió mucho de Jane Goodall, es una etóloga inglesa y mensajera de la paz de la ONU, y Kevin Richardson, conocido como «el encantador de leones», un naturalista y etólogo sudafricano. Hoy la mujer de 52 años maneja una de las reservas más reconocidas de Argentina.

Para ella, recuperar un animal y liberarlo es «un acto de justicia que te golpea en el alma, como una renovación de fuerzas». «Cuando curas un animal algo te sana, revertís una impotencia en sonrisa. Cuando curas un animal sentís que cada vida tiene un peso, que la vida es una fuerza inmensa que estamos ayudando», simplificó Kai Pacha a la hora de hablar de su tarea.

Archivo: Kai Pacha y la reserva de Pumakawa

«Se hace atando el alma», expresó Kai y reconoció que «negoció menos años» para ella con total de darle más tiempo de vida a Cacu, una puma que nació el 13 de octubre de 2000, y tiene una conexión especial con la administradora de Pumakawa. La historia de esta puma es particular, llegó de cachorra y tenía que tener cuidados especiales ya que era huérfana y los primeros años es fundamental la presencia de la madre. Primero se rompió una pierna, luego quedó ciega y los veterinarios aconsejaron sacrificarla. Pacha lo rechazó por completo y con un caminador y trabajo de oftalmólogos pudo darle nuevamente una vida sana a la puma. «Animarme a la empatía máxima, arriesgarme a sentir sus sentimientos y a interpretar a riesgo de equivocarme. A jugármela por lo que intuyo y saber que soy un animal», detalló la activista. Hoy Cacu es una más de la familia de Kai. «Y desde ahí tengo un recurso instintivo que no pasa por la mente, la ciencia o lo razonable. Pasa mas bien por unir las almas», completó.

 

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Su gestión en la reserva comenzó en los años 90, antes estaba estudiando Trabajo Social y vivía literalmente en una camioneta. Le costaba usar el transporte público y casi que no hablaba con nadie. Para subsistir trabajaba de mimo, por lo que no estaba obligada a relacionarse con nadie. Pero un día volvió a sus pagos en Villa Rumipal, en el Valle de Calamuchita, a las 26 hectáreas que su padre había comprado y donde hoy yace Pumakawa, y vio el descuido de la zona. A partir de allí, se quedó, terminó sus estudios viviendo en la casa de sus padres y hace más de 20 años dirige la reserva. En el medio comenzó a estudiar Derecho.

Con estos años en la carrera universitaria entendió que la legislación argentina sobre la flora y fauna «es desfasada de las necesidades y hechas en época de dictadura«. También auguró por un trabajo más exhaustivo de «control y reglamentación». Irónicamente remató: «Estamos verdes».

Archivo: Kai Pacha y la reserva de Pumakawa

Kai Pacha identificó que «en los últimos tiempos» la gente «se siente identificación con el cuidado» de los animales. «Como que de alguna manera ya tocamos fondo«, expresó aunque reconoció que «aún podemos caer más». De todas formas, marcó que gran parte de la sociedad está cuidando el entorno, «haciendo huertas en maceta, alimentando pájaros en libertad, cerrando la canilla o guardando la colilla del cigarrillo en el bolsillo».

Por otra parte, también detalló cómo se puede ayudar a la reserva Pumakawa desde cada hogar: «Con aportes económicos a través de la página web te convertís en parte de la manada, ya que la idea es que la gente se sienta parte y comparta la filosofía del cuidado, de ser guardianes del monte».

También está abierta una convocatoria por 3 meses para voluntarios con tareas especificas y que se sumarán a partir del 1 de mayo. «Nos es útil aumentar los seguidores en las redes, difundir, que nos visiten, que conozcan detrás del telón y se arremanguen con nosotros de la manera posible», concluyó Kai Pacha ante CLG.