En algunos países del primer mundo, hay una costumbre de las entidades financieras que consiste en solicitar a quien va en busca de un crédito, especialmente para iniciativas de negocios, que explique cuál será el emprendimiento, características del proyecto, planes de ejecución, estrategias, previsibilidad de renta. Por supuesto, la entidad acreedora no solo que se asegura de cobrar el capital y los intereses, sino que además suele establecer condiciones en el marco del préstamo.
¿Y por qué se dice esto? Porque las mismas entidades financieras y grupos de poder que conceden estos préstamos unilateralmente son los que, unidos y con otras formas, suelen prestar a naciones del último mundo, endeudadas, hambreadas, en donde la pobreza y la “sobrevivencia” es el lugar común. No es extraño que el Banco Mundial, el FMI, el Club de París, impongan condiciones usurarias cuando prestan dinero a estas naciones e incluso programas de gobierno.
La Argentina, señoras y señores, ha tomado históricamente deuda externa y en el curso de estos últimos dos años la deuda contraída es de 300 mil millones de dólares ¿Tiene el lector una idea del monto? ¿Sí, verdad?
No se trata de debatir aquí si era necesario o no tomar esa deuda; tal vez era una salida en lugar de otra alternativa económica. El asunto es ¿quién va a pagar esa deuda fenomenal?.
Y el mensaje que está dando el presidente Macri con este Ley de Reforma Previsional es muy claro. Porque con esta ley el gobierno nacional podrá recaudar miles de millones de pesos gracias a la mano rtecaudadora que entrará en los magros bolsillos de los jubilados. Esa es la verdad, todo lo demás, el bono, el 82 por ciento móvil al que aludió Carrió en la sesión, es una magna mentira, una bofetada en la cara a quienes conocen la realidad. Carrió mintió en la sesión, así con todas las letras, porque el 82 por ciento móvil será nomás para quienes perciban la jubilación mínima.
Es decir, los jubilados serán los que contribuirán en parte a pagar la deuda contraída, según las observaciones y “recomendaciones” del Fondo Monetario.
Pero por supuesto que ni remotamente alcanza con los jubilados para pagar esta deuda que crecerá, así que se habrá que apelar a los bolsillos de los trabajadores, de profesionales, de pequeñas y medianos empresarios, es decir de la histórica fuente que es la clase media argentina.
Esa clase media que, paradójicamente, en muchos casos aplaude estas medidas. Claro, cuando se tiene una cuenta en dólares por más de 300.000, una renta de 100 mil pesos por mes, mirar desde el balcón residencial es fácil. La vida desde allí se ve de otra manera.
La cosa cambia cuando el profesional se rompe el traste para llevar una vida digna, el pequeño y mediano empresario se vuelve loco para mantener su empresita, o el laburante llega a su casa escucha a su hijo que le pide un juguete y sabe que el día 20 no tendrá más plata para ir al súper y debe decir “no”, con el corazón estrujado. Ni hablemos, por supuesto, de los que se quedaron en “pampa y la vía” y no consiguen trabajo o del jubilado que gana no ya la mínima, sino 20 lucas por mes, porque todos sabemos que con 20 mil pesos nadie puede vivir con dignidad. No hay que ser hipócritas.
La Reforma Previsional es una punta de lanza, una cabeza de playa, después vendrán otras cosas.
Por supuesto, desde esta columna no defendemos a quienes se fueron, que cometieron sus errores, grandes, ni a los estúpidos que han producido estos desmanes días pasados y ayer en alrededores del Congreso; bobos y violentos que uno no sabe si son de la izquierda cómplice del neoliberalismo depredador (porque lo favorecen con sus actitudes); progresistas ultrafanáticos lindantes con el terrorismo o infiltrados que cobran al mejor postor por el trabajo “necesario”.
Por supuesto, todo esto no podría concretarse sin la complicidad de algunos políticos peronistas, de gobernadores, de gremialistas, que conforman una formidable corporación que defiende sus intereses y a sus representados (que no es el pueblo).
¿La deuda de 300 mil millones de dólares la pagarán funcionarios de todo el país, los legisladores, los jueces y fiscales, los ñoquis polìticos, las mineras, las agroexportadoras, los bancos, las multinacionales, las grandes empresas, etcétera? Claro que no, por supuesto que no.